Mucho antes de que Juan Carlos I le dijera a los periodistas reunidos en Sanxenxo el ya famoso «explicaciones de qué», todos teníamos claro cuáles eran las preferencias del emérito a la hora de hablar con la prensa. Las confidentes más íntimas y polémicas del monarca desde que subió y bajó del trono han sido mujeres extranjeras: Selina Scott y Laurence Debray.
Como es lógico, a lo largo de su vida y su reinado el emérito ha hablado con todo tipo de periodistas. Pepe Oneto fue el primero en entrevistarlo en 1978 y en los 90 el aristócrata José Luis de Villalonga se atrevió a escribir la primera biografía del padre de Felipe VI, un texto en el que el emérito reflexionaba sobre su propio padre, el conde de Barcelona .
Antes de Villalonga, en los 80, llegó una entrevista internacional con la BBC británica. 48 minutos de televisión en los que el periodista Jack Pizzey se dedicó a desentrañar el misterio de cómo se había convertido Juan Carlos I «El breve» (como le apodaron cuando subió al trono) en un monarca popular.
Pero ni el británico, ni Fernando Ónega, ni Carlos Herrera consiguieron arrancar del emérito confidencias íntimas más complejas que la antirromántica pedida de mano de Juan Carlos a la reina Sofía. Dos mujeres son las únicas que han logrado superar ese hándicap: Selina Scott y Laurence Debray.
En 1991 Selina Scott tuvo acceso al rey durante dos meses para preparar el documental A year in Spain. Este programa británico cambió para siempre la forma en la que se veía al monarca español dentro y fuera de nuestras fronteras (y de paso forjó la leyenda del monarca motorista que rescataba a ciudadanos por las carreteras de España).
La Casa Real concedió a Selina Scott acceso a El Escorial, Zarzuela y Marivent en una época en la que la etiqueta impedía a la prensa española publicar cosas tan sencillas como fotos del rey comiendo. Con el reportaje británico Selina pretendía conseguir un resultado similar al que logró al documentar la vida de los Windsor; pero el espectáculo que emitió la ITV británica en 1992 dejó a todo el mundo boquiabierto y no precisamente para bien.
Guapa, rubia, aficionada a la caza y recomendada por Constantino de Grecia (que se llevó comisión por la entrevista), Selina pasó un tiempo inolvidable junto al monarca. La pareja desprendía en cámara muy buena química mientras plano tras plano el rey fundamentaba su imagen de campechanía y daba a conocer su escaso dominio de su Harley, pilotaba un helicóptero y navegaba en su yate.
Selina Scott, que viajó desde Londres entre rumores de haber impresionado de forma romántica al príncipe Andrés, afirmó a posteriori que Juan Carlos era un señor «muy táctil», coqueto, cálido y que «si le gustabas no tenía miedo de demostrarlo». Por supuesto tras la emisión se rumoreó que entre el rey y la reportera había habido algo más que palabras.
La idea que el rey tenía en la cabeza cuando se ofreció a relajarse ante la reportera y gastarle bromas delante de las cámaras no se cumplió. Selina contó después que Juan Carlos I no tenía intención de que el reportaje tuviera relevancia en nuestro país: «este documental está dirigido al público británico y no se verá en España». Por supuesto, se equivocó.
El programa cayó como una bomba en la sociedad y la prensa española. Los medios se quejaron en bloque porque hasta ese momento la Casa Real había estado blindada ante la posibilidad de mostrar ni un 1% de la naturalidad que mostraba el rey ante las cámaras británicas.
Los encuentros del monarca y su familia con los medios se reducían a actos oficiales, declaraciones institucionales, un posado navideño y otro en Marivent. Nadie se había atrevido antes a preguntarle al príncipe Felipe con quién se casaría. Para algunos periodistas especializados en la familia real, como Jaime Peñafiel, lo que hizo Selina fue vulgarizar la imagen del monarca.
Pero a pesar de las críticas y los rumores Selina Scott se ha mantenido a lo largo de los años: el rey fue encantador y es un hombre d estado que merece respeto. Un tipo de fidelidad a su persona que el emérito buscó al conceder su única entrevista hasta la fecha en Abu Dabi.
La amistad entre la escritora y periodista Laurence Debray y el emérito se fraguó en 2014, pero se dio a conocer al mundo tras la publicación de la biografía «Mi rey caído». Alejada del encanto, la química y el currículum de reportajes con la realeza que avalaba la decisión de confiar en Selina Scott, para sus confesiones desde Abu Dabi Juan Carlos I decidió confiar en una fan.
La periodista que ha confesado haber colgado en las paredes de su dormitorio infantil un poster del monarca mantiene un relato muy parecido al de Selina Scott: el rey no puso ningún límite ni veto a su curiosidad, quizá porque tenía claro que con la francesa lo tenía todo ganado. De hecho, el emérito hasta eliminó con Debray el único límite que sí le puso a la británica: hablar de Franco.
Con la francesa el monarca habló sobre su hijo, sobre que su destierro involuntario a Abu Dabi había puesto muy contento a algunos, que se sentía como una pelota de ping pong entre su padre y el dictador… Desde que se dejó entrevistar en el desierto Laurence Debray se ha convertido en la valedora ante la prensa europea y española del emérito.
«Ha estado dos años en Abu Dabi pagando el precio por sus errores. ¿Qué quieren más?», dijo este mismo mes de junio en una entrevista en El Español la periodista que se ha convertido en la mejor valedora del monarca. Está claro que Juan Carlos I ha sabido conquistar el corazón de otra periodista.
20 de enero-18 de febrero
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