Robert Gavin Bonnar pubica la novela 'El cuarto poder'. / Miguel Riopa

ENTREVISTA

Robert Gavin Bonnar, marido de Telma Ortiz, publica nueva novela: «Quiero mucho a mi familia política»

Hablamos en exclusiva con Robert Gavin Bonnar, cuñado de la reina Letizia, en su debut literario en España. El cuarto poder' (Ediciones Agoeiro) es un thriller geopolítico del autor con una trayectoria consolidada en el mercado anglosajón.

Nuestra cita es a las 11 de la mañana en el hotel Wellington de Madrid. En su cafetería señorial y enmoquetada donde desayunan ejecutivos que podrían perfectamente ser personajes de su nueva novela, 'El cuarto poder' (Ediciones Agoeiro).Robert Gavin Bonnar no llega puntual al encuentro porque el tráfico se lo impide, pero tiene la delicadeza de llamar un par de veces para mostrar su preocupación y pedir unas disculpas que no son necesarias. Una vez hace acto de presencia, lo primero que llama la atención es la paz que transmite y su cercanía. Un elemento crucial este último si tenemos en cuenta que tanto él como su mujer, Telma Ortiz, han evitado en la medida de lo posible la exposición mediática.

Sabemos de antemano que hay una serie de líneas rojas en nuestra entrevista, pero la obligación del periodista es intentarlo. Le preguntamos si los reyes Felipe y Letizia, sus cuñados, tienen un ejemplar de su novela (de sobra es conocido que la reina es una lectora voraz) y su respuesta se ajustó a lo esperable: «Quiero mucho a mi familia política, pero por motivos obvios no puedo hablar de ella. Deja muy claro que les quiero mucho», subraya el abogado, consultor y escritor. Sobre si su pareja lo ha leído, nos dice muy sonriente: «Cuando lo empezó me dijo que no podía parar de leerlo».

Sea como fuere, nadie mejor que él para resumir que los lectores, sean royals o no, se van a encontrar en este frenético thriller: «Mi pretensión era mezclar ideas del poder, del dinero y del sexo en una historia que enganche y que puedas leerlo tranquilo en casa, de vacaciones o en el aeropuerto. Espero que a la gente le resulte interesante y entretenido», nos dice Gavin en un español muy elaborado y, atención, 'spoilers', sin que se produzca en ningún momento entre nosotros un 'lost in translation'.

Aunque en realidad fueron estas las últimas preguntas que le planteamos (la vieja estrategia de dejar lo más peliagudo para el final), lo más interesante de nuestra conversación fue adentrarnos en los pormenores de su novela y en su pasado, del que descubrimos elementos muy significativos, como su trabajo con Carmen Cervera, la baronesa Thyssen, para quien reserva palabras de admiración.

«Cuando la conocí no sabía que tenía tantos cuadros. Fue crucial para que el Museo Thyssen se quedara en Madrid, porque se intentó que el museo se quedara en Londres. Margaret Thatcher invitó al barón y a ella a pasar un fin de semana (la casa de campo de los primeros ministros británicos, en Buckinghamshire) para intentar convencerlos, pero no lo logró. Es increíble que se quedara aquí frente al museo del Prado. Trabajar con ella y con su sobrino fue un placer, me ayudó a introducirme más en el mundo del arte».

El abogado irlandés tiene vínculos con nuestro país previos a su relación sentimental con la hermana de la reina Letizia, pero, además, reivindica las raíces comunes entre Irlanda y el norte de España: «Me encanta España desde siempre. La primera vez vine con 15 años, estuve en Asturias, en Salinas, en los años 80 como monitor en una escuela de inglés durante dos veranos. Durante mi carrera como abogado he venido muchas veces, la he recorrido en tren», nos cuenta.

«Me encanta España y la vida que hay aquí. Tenéis de todo, el clima, que no lo tenemos en Irlanda, la calidad de la gastronomía es excelente… Lo que compartimos es muy interesante. Tenemos mucho en común los irlandeses con los españoles, el significado de la comunidad y de la familia es diferente de lo que veo con mis amigos de Inglaterra. Quizás porque es un país protestante y nosotros somos católicos. También tenemos muchos lazos entre la gente del Norte de España e Irlanda. Por eso, aquí me siento en casa».

Robert Gavin Bonnar, en un momento de la entrevista. / CORTESÍA

No eres un debutante en la escritura, aunque en España no conocíamos esta faceta. ¿Cómo surge la idea de esta nueva novela?

Hace un año y medio más o menos. Tengo un amigo que es expresidente de BRICS+ (asociación de países emergentes, alternativa al G7, creada en 2010 por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y fue entonces cuando descubrí que existía un Banco Central en Shanghái. Vi que paulatinamente se habían incorporado más países a la organización y que ya son más de cuarenta. Además, fue consciente de la progresiva desdolarización de muchos países. Traté de descubrir si había conexión entre ambos elementos.

Me puse a indagar en este sentido, en el mundo geopolítico y en las noticias cotidianas, para averiguar que todo esto pudiera formar parte de un movimiento mucho más grande. Cuando hice esta investigación llegué a la conclusión de que sí existe un plan, mucho más completo de lo que pensaba en lo que respecta al futuro de la moneda. Está basado en una moneda digital respaldada por el oro. Para escribir este thriller, introduje a los personajes en este mundo real y así creé esta ficción, pensando qué les podía ocurrir a ellos en este contexto.

¿Crees que, en efecto, llegará un momento que esta moneda digital de la que me hablas se haga realidad, que se regrese al patrón oro, como ocurría hasta que llegó el presidente Nixon y dio un golpe de timón a los fundamentos del capitalismo?

Los BRICS+ niegan que se estén rigiendo por el patrón oro, pero también es un hecho que a nivel bilateral, entre China y Rusia, entre China y Brasil, entre China y los Emiratos Árabes hay transacciones económicas muy importantes que no se hacen en dólares sino en yuanes, en yuanes digitales, en rublos, en rublos digitales… Si existe un Banco Central como te decía antes, si cuesta 10.000 millones la entrada, si ya estás haciendo operaciones enormes con recursos del Banco de Shanghái, como está pasando en India, puedes concluir que está mucho más en marcha de lo que parece.

La portada de la nueva novela de Robert Gavin Bonnar. (Grupo Agoeiro)

De momento estos países están usando su moneda propia, pero es un paso más. En Europa estamos muy desinformados respecto a este asunto. No estamos al tanto de los conflictos que hay en el mar de Sur en China. No en vano, el mundo se está dividiendo en dos bandos, los BRICS+ y el mundo Occidental. Esto podría hacer que se acelerasen las cosas. El dólar ha sido la moneda dominante durante unos 80 años.

El acuerdo después de la Segunda Guerra Mundial con Estados Unidos suponía controlar todas las vías marítimas del mundo, de tal forma que había que estar a favor del capitalismo y en contra del comunismo para poder comerciar. Este modelo ha funcionado bastante bien hasta ahora. Cada barco que pasa en la actualidad por Yemen recibe ataques de misiles cada día. Esto es una novedad muy peligrosa, el coste de todo sube para los europeos, porque si hay que cambiar la ruta y bajar por Sudáfrica hay que inveritr más en tiempo y recursos.

Esto supone inflación, que afecta a toda la población, y los gobiernos tienen que gastar mucho más en armamento y en defensa. Estamos en una posición muy vulnerable en la Unión Europea, porque hemos externalizado la seguridad a los estadounidenses, la energía a los rusos y la producción a China. Nuestra economía no crece y lo tiene que hacer el sector público para aguantar la situación. Es mucho más grave de lo que pensamos. Si nos vinculamos a los americanos, estaremos unidos a un país que tiene 34 billones de dólares de deuda. Están haciendo un enorme esfuerzo solo para pagar los intereses, que suben día a día. Como escritor, he levantado las alfombras, he ido buscando la realidad para ver dónde estamos y los riesgos a los que nos enfrentamos.

El protagonista de su novela, Matt, está arruinado porque no puede hacer frente a las deudas de su banco, algo que seguramente ha visto en su labor como abogado.

En Irlanda y en Inglaterra, he tenido clientes muy importantes, pero también me he hecho cargo de causas civiles con gente que estaba atrapada por la deuda con los bancos. He aprendido cuál es su juego. Así que en la novela he mezclado estos dos ingredientes, la realidad de los bancos y este nuevo capitalismo, que no es el capitalismo de mis padres. Ya no se basa en la producción sino en la especulación. Hay quienes lo llaman el capitalismo del desastre o capitalismo de vigilancia. En este caso apuestan por una moneda digital porque es la mejor manera de controlar a la gente. Si no tienes efectivo tienes que pasar todo por los bancos.

Robert Gavin Bonnar, tras firmar el acuerdo editorial para la publicación de su novela en España. / MiGEUL RIOPA

Es muy dura la descripción de la realidad en Irlanda con motivo de la crisis de 2008 y la enorme cantidad de suicidios que se produjeron porque la gente no pudo hacer frente a sus deudas bancarias.

Hay una crisis existencial, no solamente en Irlanda. También se dio en muchos países europeos. El enfoque del Gobierno y de los directores de los bancos fue ayudarse mutuamente. Para ello se inyectaron miles de millones de dinero público. La idea de crear un banco malo fue sacar la deuda mala para que los bancos comerciales pudieran seguir operando. Me pareció un plan lógico, pero las consecuencias las pagaron los clientes. En inglés decimos «sudar el cliente», que en español equivaldría a «exprimir al cliente».

Los clientes originales del banco con activos se convierten en un recurso para alimentar a las entidades. Este es el capitalismo del desastre, una manera de actuar que no habíamos visto anteriormente con tanta fuerza. En Irlanda hubo mucha gente que sufrió por esto y no fueron pocos los que decidieron quitarse la vida. Recuerdo un conductor de taxi que se lanzó desde un puente al río por la desesperación. Fue muy triste porque conocí a mucha gente que no veía la luz al final del túnel.

Naciste en Belfast y viviste todos los años previos a la pacificación, ¿qué recuerdos guardas de esa época?

He vivido en Belfast durante toda mi carrera como abogado, salvo unos años en los que trabajé en Londres, Dublín y Nueva York. Estuve trabajando muchos años allí como abogado y he visto un gran cambio en la ciudad. Con quince años fui miembro de Peace People (una organización que apuesta por la no-violencia desde 1976) y participé en manifestaciones contra el conflicto, sin participar de un lado o del otro, mostrando mi tristeza e inquietud con la situación. Todo esto me marcó. Por ponerte un ejemplo, hicimos huelga de hambre durante tres días en Navidad frente al Ayuntamiento cuando tenía 16 años para manifestarnos contra la violencia.

Su proyecto solidario con Nelson Mandela en Sudáfrica

Un personaje de enorme calado internacional a quien conociste de primera mano fue Nelson Mandela.

Sí, porque monté una organización benéfica en Sudáfrica. Gracias a la ayuda de Nelson Mandela y monseñor Tutu construimos 20.000 casas en 10 años. Recuerdo cuando me contaba que había perdido su juventud, porque cuando te das cuenta de cómo es la realidad no puedes volver atrás. No puedes vivir el presente como un niño. Por eso tengo tan presente ese recuerdo esa anécdota que te contaba de mis 16 años, no es una edad para vivir esas cosas.

Están muriendo cientos de miles de rusos y ucranianos, en Siria hay una guerra civil, también en Sudán, la guerra entre Arabia Saudí y Yemen, la situación en Oriente Medio… Todo esto lo tuve presente cuando escribí el libro, tienes tus antenas puestas para ser consciente de que esos conflictos existen y pensar en cómo se pueden evitar. Especialmente, si has nacido, como yo, en medio de un conflicto como el de Belfast. Desgraciadamente, hay mucha gente que ve la vida en blanco y negro, no ve los grises, no ve los matices, y no tiene interés en salir bien informado de una conversación. Vivimos en la era del algoritmo, del me gusta o no me gusta, de dos bandos, de división.

Según consta en tu currículum, nunca has perdido un caso de difamación, ¿no crees que hoy en día es más difícil que nunca demostrar la verdad por culpa de la inteligencia artificial, los deep fakes y los ejércitos de bots?

Hay mucha desinformación y hay agendas para transmitir una versión de la realidad determinada. Cuando estudié Derecho, entre otras materias, tuve que estudiar Filosofía y Sociología del Derecho. Estudias, no lo que piensas sino cómo piensas, cómo debes gestionar la información. Un día puedes estar trabajando para una empresa de seguros y al día siguiente, con un cliente de esa empresa. Como abogado tienes que estar preparado para ponerte del lado del cliente particular y del cliente corporativo. La sociedad es cambiante y pienso que si puedes trabajar a ambos lados es que vas mejorando.

El autor irlandés en una imagen promocional. / MIGUEL RIOPA

En los últimos tiempos en España está cundiendo en ciertos sectores la imagen de que la justicia es una cosa de ricos… ¿Están en lo cierto quienes piensan así?

Cuando hablamos de abogados y la justicia, tengo que decir que no soy un experto en el sistema español o el francés, pero sí te puedo hablar de otros países con un sistema diferente, como Inglaterra, Escocia, Gales, Irlanda, Nigeria o Nueva Zelanda… En el sistema anglosajón es más importante la capacidad de persuadir a un juez que puede fallar en contra o a favor de tu cliente. No está todo tan codificado como en España. Por eso tal vez los problemas que puedan surgir en España sean diferentes a los del mundo anglosajón. Allí el coste de un buen abogado posiblemente no sea tan alto y quizás el acceso a la justicia sea más sencillo, pero no puedo pronunciarme a este respecto.

En tu novela el protagonista aprende Derecho y Economía para poder defenderse, ¿por qué te hiciste abogado? ¿Tenías antecedentes familiares?

Es una buena pregunta… No había nadie en mi familia directa que se dedicara a la abogacía. Quizás lo que me motivó fue ser consciente de que en la sociedad en la que me había tocado vivir no iban bien las cosas. Me motivó el deseo de investigar. Un abogado tiene que estudiar las instituciones del estado, el gobierno, el poder ejecutivo, los jueces, la separación de poderes… Te ayuda a comprender los problemas de la sociedad y a intentar mejorarlos.

En esa época los problemas en Irlanda del Norte eran enormes. Ha mejorado mucho, es un éxito total. Significa que dialogar, hablar, meternos en conversaciones complicadas es muy importante. La diplomacia y personas como el senador Mitchell, que lideró el proceso de paz en Irlanda, fueron claves. Lo entrevisté en una ocasión, ma pareció un político excepcional y puso su paciencia y su experiencia al servicio de este proceso hasta conseguir el éxito. Lo que echo de menos hoy en día es este tipo de narrativa, menos buscar el conflicto, el rearme… Hasta Churchill era consciente de que la guerra tenía consecuencias terribles para todos.

Momentos de alto voltaje erótico en la novela

Hay quienes creen que el sexo es uno de los grandes motores del mundo. En el libro los protagonistas, Matt y su novia, Lula, tienen unas prácticas poco comunes basadas en la dominación consentida.

Hay que utilizar la imaginación para escribir una novela y buscar mecanismos para que enganchen al lector, elementos que le resulten interesantes. Hay que buscar hilos que también apelen a la experiencia de los demás seres humanos. Me ha resultado muy interesante investigar en ciertos aspectos respecto al sexo. Hay muchas personas que viven auténticos traumas y también es muy importante la información genética de esos traumas que pasa de generación en generación.

En cuanto a la dominación y sumisión me resultaba interesante la idea de estar atado. A nivel de la economía y la geopolítica estamos todos atados a un modelo económico, literalmente, y eso tiene consecuencias para nosotros, buenas y malas. La cuestión del sexo en la novela tiene un valor simbólico en este aspecto. Sé que la gente va a pensar muchas cosas cuando lo lea… Por eso he elegido el Shibari, que no es muy conocido (una práctica erótica japonesa que se basa en la 'atadura', el significado estricto del término).

Para mí era crucial dejar volar la imaginación, eso es crear, a mi entender, y que la gente pudiera experimentar eso al leerlo. Por poner un ejemplo, Hemingway describió cómo estaba comiendo una sopa deliciosa en la montaña y puso mucho énfasis en las sensaciones, en los sentidos… Lo leías y podías casi experimentarlo. En cuanto a la dominación, existe en todas las facetas de la vida. Baste pensar que unas 60 personas acumulan la mitad de la riqueza del mundo.

El autor firmará ejemplares de su libro en la Feria del Libro de Madrid ell próximo 6 de junio. / miguel riopa

No pasa inadvertido en la novela que planteas una nueva hipótesis sobre el asesinato del presidente Kennedy, ¿le das credibilidad a esa teoría?

Como te decía antes, para escribir el libro he investigado mucho y de asuntos diversos. Todos hemos sabido que había dos hermanos Kennedy muy poderosos en los años 60, pero ignoraba que en los años 50 también vivieron dos hermanos muy estadounidenses muy potentes durante la presidencia de Eisenhower. Me refiero a los hermanos Dulles. Allen fue el primer director civil de la CIA y su hermano John fue el secretario de Estado. Ambos tenían intereses en minas de oro.

Kennedy estaba introduciendo cambios para dar más poder a los países productores. Nadie sabe la verdad de su muerte, pero pienso que estaba planeando establecer cambios en la Reserva Federal con respecto al Tesoro, incluso llegó a firmar un acuerdo en Suiza que no se llegó a aplicar. Su intención era que el dólar estuviera respaldado por el oro de una manera más amplia.

En la novela el protagonista enfatiza el ego de mandatarios que eran bajos, Napoleón, Franco, Zelenski, Putin… ¿Qué ocurre con las masculinidades frágiles en el poder?

En situaciones que veo en sociedades como China, en países africanos o en oriente medio, esta idea que para nosotros es anticuada sigue en vigor. Como escritor he tenido que investigar sobre esas sociedades en las que la homosexualidad está prohibida o las mujeres reciben un trato muy diferente al de las europeas, donde tienen visionesm uy distintas a las nuestras en muchos aspectos. Países fuertes, que están creciendo, tienen una agenda y un análisis diferente al nuestro.

El asunto del «small man complex» (el complejo del hombre bajito) lo utilizo de manera irónica en el libro. No hay más que fijarse en el lenguaje corporal de algunos hombres bajos. Hacen todo lo posible para maximizarse, su manera de hablar, de sonreír, de sentarse… Solo hay que observar, por ejemplo, a Tom Cruise.