Rosario Nadal y Kyril de Bulgaria. / gtres

Así fue la boda de cuento de Rosario Nadal y Kyril de Bulgaria, la pareja royal más adorable de los 90: 400 invitados, todas las casas reales de Europa y los novios más guapos del momento

Rosario Nadal y Kyril de Bulgaria fueron una de las parejas más glamourosas de la realeza europea durante años. Su historia, su boda y sus vidas parecían sacadas de un cuento de hadas. Aunque también se acabó el amor.

La boda de Rosario Nadal y Kyril de Bulgaria se celebró en Palma de Mallorca el 15 de septiembre de 1989 y fue la primera boda en la familia del rey Simeón de Bulgaria. También fue el primer enlace de una nueva generación de la aristocracia española. Los novios pertenecían al círculo más íntimo de amigos del príncipe de Asturias (actual rey Felipe VI) y de las infantas Elena y Cristina. Y, como en un cuento de hadas, tuvo lugar al atardecer, en la preciosa capilla de Santa Ana del Palacio Real de la Almudaina.

Rosario Nadal, mallorquina de nacimiento y perteneciente a una de las mejores familias de la isla, se convertía así en Princesa de Preslav al casarse con Kyril de Bulgaria, el primer hijo de los reyes de Bulgaria que contraía matrimonio. Veinte años después, Rosario y Kyril anunciaron su separación. Pero las imágenes de aquel enlace, al que acudió toda la Familia Real, y que fue portada de la revista ¡Hola!, siguen siendo el símbolo de un tiempo en que la realeza no había perdido todavía un ápice de su atractivo.

Kyril tenía 25 años y era el segundo de los cinco hijos de los reyes de Bulgaria, Simeón y Margarita, y uno de los solteros de oro más atrayentes de la época. Bronceado, atlético y elegante, llegó al Palacio de la Almudaina acompañado de su madre, Margarita Gómez-Acebo, prima hermana del duque de Badajoz, vestida de un llamativo conjunto verde y violeta con pamela de dos colores. Enfundado en su impecable chaqué negro con camisa blanca y chaleco, y pantalones y corbata en gris, peinado con el pelo húmedo hacia atrás, como una estrella de cine de los años treinta, estaba todavía más atractivo si cabe.

Rosario tenía apenas 20 años y estudiaba Arte. Entró en la capilla del brazo de su padre, el empresario Miguel Nadal Bestard, mientras sonaba la marcha nupcial de Mendelssohn. Llevaba un diseño exclusivo del modisto catalán Gustavo Puente, con cuello chimenea y mangas francesas abullonadas, falda recta, desde la cadera, y una pequeña cola. El vestido tenía un escote en uve en la espalda y bordados de motivo vegetal. El velo de tul estaba sujeto con una tiara de hojas de parra de diamantes, que pertenecía a la familia real búlgara y que parece que formó parte del joyero de la emperatriz Eugenia de Montijo.

Asistieron 400 invitados. Acudieron los duques de Soria y los Duques de Badajoz, muy amigos de los padres del novio. También estuvieron la princesa Irene de Grecia, los barones Thyssen –Carmen lucía unas impresionantes esmeraldas– , Juana de Saboya y Bulgaria, madre del rey Simeón y última zarina de Bulgaria, Victor Manuel de Saboya, el l andgrave de Hesse, representante de la corona británica, Pitita Ridruejo y el heredero del trono de Marruecos , el futuro Mohamed VI.

Por supuesto estaban los reyes Juan Carlos y Sofía, Felipe, príncipe de Asturias, y las infantas Elena y Cristina. Don Felipe fue uno de los testigos del novio, con el que comparte todavía hoy una amistad muy cercana. Por parte de la novia firmaron Alexia de Grecia y Simoneta Gómez-Acebo. El rey Juan Carlos llegó conduciendo su propio vehículo acompañado de la reina Sofía y precedidos por el coche en el que viajaban las infantas Elena y Cristina.

Los novios posaron, tras la ceremonia, acompañados de los Reyes y del príncipe Felipe. En uno de los mejores hoteles de la isla, se ofreció, posteriormente, una cena a los 400 invitados. Eran los años finales de la década de los ochenta y entre las invitadas destacaban las chaquetas de cuello redondo con hombreras, los brocados, las telas de moiré y la alta bisutería de grandes piezas doradas y vidrio de colores. La reina Sofía brilló con un vestido en rosa fucsia con bordados.

La pareja se había enamorado un verano en Mallorca, cuatro años antes. La joven Maria del Rosario Nadal i Fuster de Puigdorfila pertenecía a una de las familias más relevantes de la isla. A pesar de su discreción, la pareja, invitada a todos los acontecimientos de la realeza, se convirtió en objetivo de las cámaras inmediatamente.

Poco tiempo después se instalaron en Londres, donde Kyril, que estudió Física Cuántica en Princeton, desarrolló su carrera financiera y Rosario continuó con su formación en el mundo del arte, en el Richmond College de Londres y en la prestigiosa casa de subastas Christie's, y empezó a frecuentar a la aristocracia y a la alta sociedad internacional. En 2001 montó su propia empresa, RSC Contemporary, una consultoría para coleccionistas de obras de arte.

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