La princesa Charlène de Mónaco. /
Hace dos navidades Charlène de Mónaco pasó de ser la «princesa a la fuga» a la «princesa punk». El destino le tendría reservadas muchas más etiquetas en un periodo corto de tiempo: la princesa ausente, la enferma misteriosa, la royal al borde del divorcio.
Pero ahora, por fin, ha encontrado su lugar dentro y fuera del principado de su esposo, Alberto II, y lo que parecía imposible: ha barrido del mapa a su principal competidora en el papel de primera dama del principado, Carolina de Mónaco .
El tiempo pasa volando y se cumplen ya dos años del momento en el que la princesa Charlène perdió, para la prensa rosa, la cabeza. ¿El motivo? Se rapó el cabello y acudió a repartir regalos navideños a los niños monegascos con la mitad del cráneo rapado al cero y la otra mitad de su cabello con unos llamativos reflejos naranjas.
¿Qué se esconde tras el rapado de Charlène de Mónaco? Se preguntaban los medios. Y a continuación lanzaban teorías. Apenas un mes antes, en noviembre, Carolina de Mónaco se había presentado al mundo luciendo orgullosa sus canas y el salseo rosa la alabó por su naturalidad. Un mes más tarde Charlène se presentó al mundo rapada y la reacción fue bastante menos complaciente.
Una depresión, un mal momento emocional, ganas de llamar la atención o todo lo contrario, un grito de libertad y de independencia. Los titulares relacionaban a Charlène con la Britney Spears más enajenada o la idolatraban por ser la primera royal europea capaz de acabar con la dictadura de melenas largas y moños royal.
Al final la propia Charlène tuvo que dar explicaciones de su pelo al mes de raparse y escogió hacerlo en el palaciego Point de vue. Lo que en otro ser humano hubiera sido un arriesgado cambio de imagen, en la mujer de Alberto II de Mónaco era un problema público que necesitaba explicaciones.
«Este corte de pelo es una decisión mía. Parece que ha provocado todo tipo de comentarios, pero resulta que lo quería así desde hace tiempo, es un estilo que me gusta y eso es todo», explicó Charlène. «A mis hijos les encanta», terminó aclarando antes de lanzar una pulla a sus detractores «en estos tiempos tan turbulentos y difíciles, hay otros asuntos mucho más importantes que merecen nuestra atención».
El príncipe Jacques junto a su madre, la princesa Charlène, en las navidades de 2020, cuando la princesa decidió raparse la cabeza /
Pocos pudieron prever en aquel diciembre de 2020 que tras aquel cambio de look radical, que la rebautizó como princesa punk, llegaron episodios mucho peores sobre Charlène que cebarían a la prensa internacional durante buena parte de 2021.
Aquel sería el año de la larga enfermedad en Sudáfrica que la alejó de su marido y alimentó el fantasma del divorcio. El año de los rumores de intrigas palaciegas para usurpar su puesto con Carolina de Mónaco en el centro de todo.
Hasta noviembre de 2021 Charlène no volvió a pisar el principado, aunque solo lo hizo por unas horas. Acabó abandonado de nuevo a su marido e hijos camino de una exclusiva clínica en Suiza. De nuevo todo el mundo sensacionalista se alineó en su contra y concedió la corona ficticia del principado a la mujer que parece recuperarla siempre que hay una crisis en el principado: la princesa Carolina.
Pero es ahora, dos navidades más tarde de aquel principio del fin, paradójicamente es Carolina de Mónaco la que parece haber abandonado La Roca y Charlène quien está cada vez más presente en la vida monegasca.
A pesar de estar convaleciente 2022 ha sido el año del resurgir para Charlène. Desde su primera y mustia aparición del pasado mes de marzo, la madre del heredero al trono monegasco ha reforzado su estatus en el principado. Acude a los eventos importantes (eso sí, evitando escrupulosamente a su cuñada Carolina), tiene agenda propia e incluso se ha atrevido a incursiones en front rows parisinos de alta costura; el hábitat natural de la Grimaldi más mayor.
Charlène ha aceptado nuevos retos en su agenda institucional (viajes oficiales al Vaticano incluidos), no sólo a través de la fundación que lleva su nombre sino como madrina del AS Mónaco Rugby (muy al estilo Kate Middleton) y de la Special Olympics Charity Foundation.
Vídeo. Las razones por las que Charlene no quería volver a Mónaco
También ha sido nombrada presidenta de la Sociedad para la Protección de los Animales del principado, un papel que la une mucho más a Estefanía de Mónaco, la otra gran animalista de la familia Grimaldi.
Hace apenas un mes su propio marido la condecoró con la medalla de Educación Física y Deportes del Principado de Mónaco. De la princesa Carolina, en cambio, no hay ni rastro en la vida oficial del principado desde el obligatorio posado del 19 de noviembre. Antes de aquello solo se la pudo ver en un concurso floral.
De hecho, la última vez que tuvimos noticias suyas fue a través de su hija Carlota Casiraghi que habló en Town and Country en la que habló de «dificultades» con la maternidad (propia y ajena). La desaparición de Carolina se explica como el efecto secundario de la nueva etiqueta de Charlène: la única princesa reinante de Mónaco.