Referentes De Lujo
Referentes De Lujo
Al llegar a la sede del archivo central de Max Mara, en Reggio Emilia (Italia), Ian Griffiths espera en la recepción del edificio para darme la bienvenida. Queda claro desde el primer instante que este inglés de 59 años que lleva la dirección creativa de la firma fundada por Achille Maramotti en 1951, no es una de esas estrellas (abundantes) de la moda que creen merecer pleitesía decimonónica.
Griffiths podría sentirse estrella por muchos méritos, pero es un anfitrión detallista y proyecta amabilidad, cercanía y humor. Nadie lleva tantos años como creativo de una firma de moda como este hombre de juventud punk que, además, cuenta con éxitos que se han convertido en clásicos de la indumentaria femenina, como los abrigos 101801 y Teddy, que este otoño cumple 10 años y es objeto de copias por doquier.
Griffiths es también doctor honoris causa por la Manchester Metropolitan University y profesor visitante en el Royal College of Art de Londres y en su discurso hay reflexión, experiencia y ánimo didáctico. La entrevista dura casi tres horas, mientras me enseña el impresionante laboratorio BAI (Biblioteca y Archivio di Impresa) de Max Mara, un edificio de tres plantas y 4.000 m2 que acoge los archivos históricos de la firma, secciones de diseños históricos de otras casas (Saint Laurent, Chanel, Balenciaga, Dior, Schiaparelli...), colecciones cedidas por celebridades internacionales, prendas y accesorios vintage de autores anónimos, colecciones de distintos continentes...
El volumen de piezas es tal que Ian, muy interesado en la búsqueda de ropa vintage desde hace décadas, bromea luciendo sonrisa pícara: «El director del Victoria & Albert Musem de Londres me dijo hace tiempo: «Ya no hay ropa vintage en el mercado. Max Mara lo ha comprado todo». Son muchos los comisarios y expertos que solicitan acceso a este archivo con más de 300.000 referencias, más de 9.000 de ellas en piezas vintage de autores no conocidos, y que cuenta además con biblioteca con publicaciones históricas y actuales.
La naturalidad de Griffiths es tan notable que nos hace otra confesión inesperada cuando visitamos la sección donde están los abrigos Teddy y, en concreto, aquella primera pieza de peluche que presentó en la pasarela de Milán hace 10 años: «En 2013, estaba a punto de retirarme. Estaba cansado, la verdad, había perdido la ilusión... Pero, de pronto, surgió Teddy y tuvo tal éxito que se me olvidó el bajón y me llenó de energía. Pensé que no era el momento de irme, que tenía que seguir... Y hasta hoy. La verdad es que le estoy muy agradecido y le tengo mucho cariño a este abrigo», reconoce. Pero no peca de falsa modestia y no duda al señalar que «en 1981 entré en la historia de la moda con el 101801. Entré en ese universo con ese abrigo». Le pregunto, sin embargo, por una pieza a rescatar de todo su trabajo y duda: «El 101801, aunque también el Teddy. Cuesta elegir entre dos hijos...».
No son muchos los diseñadores que pueden presumir de haber creado una prenda que se haya convertido en fondo armario para distintas generaciones. Tampoco muchos los abrigos que lo hayan conseguido: el Trench, el Montgomery, el Loden... «Yo me quedaría –continúa– con el Cocoon de Balenciaga, el 101801 y el Teddy», responde. El éxito del Teddy no fue casual.
«Podía tener éxito o no, pero su diseño y presentación fueron intencionados, porque surgió de una reflexión sobre toda una época. Tras años de bonanza, vivíamos un momento delicado. El mundo estaba frustrado por la crisis económica y eso se evidenciaba en las colecciones, así que me puse a investigar y encontré ese tejido que ya teníamos en alguna prenda de los años 80 y surgió Teddy, que tiene algo de infantil e inocente».
MUJERHOY. Al verlo, pienso que es una metáfora de «abrázate», «abrígate»...
Ian Griffiths. ¡Absolutamente! ¡Quiérete! Es una declaración de amor a una misma, un mensaje sobre la autoestima, el empoderamiento... Para muchísimas mujeres de todas las edades y en todo el mundo, es «el abrigo». Para un diseñador es enormemente emocionante llegar a mujeres de generaciones muy dispares, de edades muy distintas, de culturas diversas... Que se identifiquen tantas y tantas personas distintas me emociona profundamente.
Y además ha superado la prueba del tiempo.
Sí, es un modelo que tendrá olas de popularidad, pero que será eterno. Es símbolo de una generación y, aunque contará con momentos de mayor y menor popularidad, mantendrá la modernidad en generaciones futuras.
Usted lleva más de 35 años en Max Mara, es algo extraordinariamente infrecuente. Muchas firmas cambian de creativo cada dos por tres.
Bueno, trabajan con otra mentalidad, buscan constante y desesperadamente consumidores jóvenes. Necesitan cambios frecuentes, pero creo que es un error, porque hay que respetar la filosofía de cada marca. No se puede llegar a un sitio, ponerlo todo patas arriba, destrozar la historia de la marca en dos temporadas y pretender conseguir resultados siempre. Muchas veces ni siquiera da tiempo a ver qué resultados podrían conseguir. Prima la inmediatez, el nerviosismo y el cambio, deciden contratar a otra persona, apostar por alguien nuevo que vuelva a cambiarlo todo...
Su caso es todo lo contrario.
Bueno, como sabe, entré en Max Mara porque gané un concurso. Un profesor del Royal College of Art mandó mis bocetos y me seleccionaron. Y aquí estoy desde 1987.
¿Cómo recuerda al fundador, Achille Maramotti, que falleció en 2005?
Era todo un visionario. Él fue quien, ya en los años 50, aseguró que el futuro era de la clase media. Fue un pionero y sabía que habría que vestir a mujeres de todo el mundo en su día a día, para ir a trabajar y tener una vida independiente. No le interesaba vestir a princesas, que además no pagaban los vestidos. Quería que miles de mujeres tuvieran acceso a ropa con diseño y de calidad que no fuera costura, que se produjera de forma industrial. Pensaba en democratizar la moda, en hacer una Bauhaus de la moda.
Max Mara mantiene una línea estética serena, clásica, pero no conservadora, que es muy distinto...
Suelo decir que es una firma progresista desde el principio, porque ya entonces vestía a mujeres que trabajaban fuera de casa, que querían educar a sus hijos aprendiendo idiomas... Max Mara es revolucionaria desde siempre. Es un proyecto feminista desde el primer día y defendemos un feminismo pragmático, no solo teórico.
Explíqueme.
Lo clásico es eterno, lo conservador es cortoplacista, es miope, restringido, restrictivo, porque trata de detener el tiempo. Y eso es imposible. Lo clásico se puede reintroducir en distintas épocas y en la actualidad, se actualiza inmediatamente. Lo conservador se queda pronto atrás, obsoleto, sin más. Max Mara es pragmática porque siempre ha formado parte del cambio del mundo, de los avances de la mujer, del crecimiento... Y ofrece soluciones desde una visión estética sosegada y un concepto del lujo que no abarca sólo la apariencia y la ostentación. Es un lujo cómodo, práctico, natural, sostenible... ¿Hay algo más sostenible que una prenda se puede vestir durante décadas?
¿Le sale el lado rebelde?
[Risas]. Sí, siempre lo he sido un poco y he hecho ropa más bien arquitectónica para empoderar a la mujer, para que se sienta poderosa e independiente sin tener que someterse a la tiranía de las curvas... De joven fui punk y sigo teniendo un punto punk que sale de vez en cuando. David Bowie, Marlene Dietrich, Marilyn Monroe... Su rebeldía me sigue inspirando.
¿Qué me dice de España?
Me encanta. Hace poco he estado casi un mes. Voy mucho. Mi madre y mis hermanos viven en el sur y voy con toda la frecuencia que puedo. Me retiraré allí.