Análisis
Análisis
El universo del lujo está viviendo una de las épocas más frenéticas que recordamos. Con un mercado al alza (ha experimentado un crecimiento del 13% interanual y, a nivel global, se espera que supere los 1.5 billones de dólares al terminar 2023), las firmas están en constante reinvención. El objetivo parece ser alcanzar a un nuevo público, el de la la GenZ, sin perder su esencia diferencial. Y, quizá por eso, estamos asistiendo a un incesante baile de sillas en los despachos creativos de las grandes maisons.
O quizá sea porque las grandes firmas han exprimido hasta el extremo a sus diseñadores estrella con colecciones vertiginosas que buscan adaptarse a las exigencias, o más bien dictados, de esa nueva generación que vive en la inmediatez y ha conseguido hacer del streetwear la nueva bandera de la exclusividad. Si los grandes genios de la costura levantaran la cabeza...
En solo una semana, hemos visto cómo Matthew Williams abandonaba Givenchy sin dejar, de momento, el nombre de su sustituto sobre la mesa. Al mismo tiempo, Alessandro Vigilante ha sido nombrado director creativo de ready-to-wear en Rochas y Matteo Tamburini, hará lo propio en Tod's al frente de las colecciones femenina y masculina. ¿No te suena ninguno de estos nombres? Tranquila, no eres la única...
Como tampoco son ellos los únicos que han asumido nuevos roles dentro de las grandes firmas de lujo. En lo que va de año, solo por nombrar unos pocos, hemos visto la primera colección de Sabato di Sarno para Gucci, tomando el relevo de Alessandro Michelle; asistimos a la inesperada salida de Sarah Burton de Alexander McQueen para dejar paso a Séan McGirr; o el polémico abandono de Jeremy Scott de Moschino para ser sustituido por el tristemente fallecido (solo diez días después de su nombramiento) Davide Renée.
Por no hablar de Matthieu Blazy en Bottega Veneta (tras la salida de Daniel Lee, que ahora está en Burberry sustituyendo a Ricardo Tisci); Louise Trotter, que salió de Lacoste para incorporarse a Carven y dejó a la firma del cocodrilo a la merced de las colaboraciones con diseñadores efímeros, al estilo de Gaultier o Lanvin, tras la salida (también este año) de Bruno Sialelli; Simone Belloti tomando el relevo de Rhuigi Villaseñor en Bally o Harris Reed, que ha sustituido al dúo formado por Rushemy Botter y Lisi Herrebrugh en Nina Ricci.
¿Qué tienen en común todos ellos? El relevo de los grandes nombres de la industria lo están asumiendo jóvenes desconocidos no solo para el gran público, también para la mayoría de las insiders y grandes editoras de moda. Con trayectorias brillantes, por supuesto, pero todos como 'miembros del equipo de *inserte aquí el nombre del famoso diseñador de turno*' como máxima referencia en su currículo.
Es evidente que el lujo está tomando un nuevo rumbo. La tendencia en los talleres de las grandes firmas de lujo está mostrando la vuelta a una organización horizontal, donde los diseñadores estrella dejan paso a nuevos creativos anónimos, pero extremadamente competentes. Técnicos que hacen el trabajo entre bastidores.
Y prueba de ello es la apuesta trasversal por estos discretos perfiles de diseñadores que ya no son estrellas 'per se', sino que se han forjado en las bambalinas de las marcas más prestigiosas: conocen los hilos con los que se mueven las colecciones, y ahora son ellos los que van a contar la historia con sus nuevos códigos, quizá más pragmáticos.
«Pasamos de un diseñador poliédrico con un fuerte componente mediático, a personas detrás de la escena que han adquirido una importante experiencia dentro de las casas, centrados en el producto y capaces de gobernar el estudio, lo que significa supervisar las precolecciones, las colecciones principales, los múltiples desfiles, las celebridades, las colaboraciones, etc.», ha apuntado Stefano Martinetto, director general de Tomorrow, una plataforma multiservicio con sede en Londres dedicada a las marcas de diseño.
«Todos los nuevos diseñadores adorados en las redes sociales, que han llegado a las riendas de las marcas durante los últimos dos años, se han quedado cortos. Este sistema no funciona y se está derrumbando. Los seguidores y la popularidad en la web ya no son suficientes para ser exitoso. Por eso las marcas apuestan por profesionales y por un modelo más saludable», señaló por su parte a Fashion Network Patricia Lerat, consultora de lujo y cazatalentos de PLC Consulting.
Nadie dice que estas apuestas vayan a salir mal, solo estamos asistiendo a una nueva era y no hay mejor ejemplo para confiar en un futuro de éxitos que el de la brillantísima Virgine Viard en Chanel: la discípula del todo poderoso kaiser está contruyendo el futuro de la maison sobre sus cimientos históricos y el resultado no puede ser más exquisito. O Sarah Burton, mano derecha y, después, sucesora del genio McQueen. O un desconocido Alessandro Michele, que fue ascendido por sorpresa a director creativo de Gucci en 2015 y encumbró, aún más, la firma italiana.
Pero viendo el panorama actual y el futuro que se está escribiendo en el universo del lujo, tal vez Cristobal Balenciaga tenía razón y, como cuenta María Fernández Miranda en 'El enigma Balenciaga', su nuevo libro, el genio de la costura «quería que su nombre muriese con él. No era partidario de que nadie usase su firma».