Alejandra Onieva, en la boda de Tamara Falcó y su hermano Iñigo: quién es la influencer y cuál será su papel en el enlace

La boda de Tamara Falcó e Iñigo Onieva el sábado 8 de julio es, sin duda, una de las citas sociales más importantes del año. Después de unos cuantos dramas (de la infidelidad más viral que se recuerda en años al 'plantón' de las diseñadoras del vestido de novia de la marquesa de Griñón a escasos dos meses del enlace), parece que por fin triunfó el amor y, como si de una película romántica (o docu-reality de Netflix) se tratara, los novios serán felices y comerán perdices en compañía de sus seres queridos.

Pero más allá de Tamara Falcó, protagonista indiscutible de la boda del año, otras mujeres (y no hablamos de amantes de Iñigo Onieva) podrían eclipsar a la radiante novia en su gran día: su madre, Isabel Preysler; su suegra, Carolina Molas; sus hermanas, Ana Boyer y Chabeli Iglesias y, por supuesto, su cuñada, la actriz Alejandra Onieva, con quien hablamos en exclusiva hace unos meses tal y como te relatamos a continuación.

Llevamos varias horas haciendo fotos bajo el sol y el calor no da respiro. El termómetro supera los 30 grados en la costa de Cap des Bou, en Ibiza, y apenas hay lugar donde cobijarse a la sombra. «Ay, qué calor, qué calor tengo...», tarareo al borde de los acantilados, mientras Alejandra posa para el fótografo. «Qué guapa soy y qué tipo tengo...», canturrea ella inmediatamente, con una sonrisa radiante en la cara. Le festejo su buen carácter y vuelve a sonreír. «Hay que hacer la vida fácil», sentencia.

Así es Alejandra Onieva (Madrid, 1992): extrovertida, empática, sencillamente espontánea. «No me gusta complicarme con nada ni con nadie. Trato de evitar el conflicto porque me gusta que la vida fluya», dice esta amante de la astrología, los animales y el sushi, que ahora se encuentra en pleno rodaje de Las pelotaris, una nueva serie sobre la vida de unas jugadoras de pelota vasca que promete polémica.

«Aunque no soy experta en astrología, siempre miro mi carta astral, los tránsitos energéticos que me pueden favorecer o no en cada momento. Hace unos seis años empecé a hacer meditación y medito a diario. Lo utilizo como herramienta básica para afrontar el día. Me ayuda a tomar decisiones», afirma con convencimiento.

A los 30 años, y tras haber actuado en proyectos de éxito como El secreto de Puente Viejo, Presunto culpable, Alta mar o el largo Por un puñado de besos, le gusta vivir el presente. «La vida da tantas vueltas y sorpresas que para qué hacer planes demasiado largos. Vivo el presente y me siento afortunada en lo personal y en lo profesional. Mi carrera no para, va in crescendo, y siento que las mujeres ya no tenemos esas limitaciones de edad que había antes para trabajar en el cine. Las mujeres con edad empiezan a tener papeles importantes, así que creo que en el futuro irá aún mejor».

Si hablamos de otra de sus pasiones, es igual de optimista y expresiva. «Soy una loca de los animales. Tengo tres perros, Rumbón, Tito y Hugo, y un loro, Julito. Y tendría 20 animales más, pero no puede ser, no podría cuidarlos. Los dos años que estuve yendo y viniendo a Hollywood era lo que peor llevaba: no poder verlos y atenderlos».

Y a propósito de su aventura americana, asegura que no ha terminado. «Además de Estados Unidos e Italia, donde también he trabajado, quiero expandirme. Es difícil trabajar fuera, pero no hay nada imposible y mi idea es volver más adelante».

Su tercera pasión, sobre la que hablábamos al principio, es la comida. «La gastronomía es mi perdición. Lo que más feliz me hace en la vida es comer; me fascina, es con lo que más disfruto. Si no fuera actriz, me dedicaría seguro a algo relacionado con la gastronomía. Y en comida, me gusta todo. Aunque si me tengo que posicionar, lo que más disfruto es la cocina fusión y un buen japonés».

Ala espera de fecha de estreno de Historias para no contar, la próxima película de Cesc Gay, Alejandra rueda hasta finales de septiembre una serie sobre mujeres pelotari, en la que su papel va a sorprender. «Sí, sorprenderá mucho este nuevo registro», adelanta, aunque no puede avanzar más datos. «Estoy disfrutando muchísimo, es un personaje fascinante», añade haciendo hincapié en que su vocación por la interpretación le viene de lejos.

«Era muy niña y me recuerdo perfectamente saliendo de la ducha y contando a todos que había hecho una escena de cine en el baño. Igual que otros niños dibujan, yo me imaginaba en películas, escenas, entrevistas... Mi vocación es muy temprana, desde que era muy niña, y he crecido con esa idea en mi cabeza«.

«Es curioso, porque en mi familia no hay antecedentes; por eso no entendían que quisiera ser actriz y preferían que estudiase otra carrera. Pensaban que sería un hobby pasajero, pero cuando vieron la seriedad con la que me lo tomaba, el empeño que pongo en estudiar los textos, que no me importa levantarme a las cinco de la mañana para rodar, que no me incomodan los sacrificios de esta profesión, se sintieron felices porque vieron que había encontrado mi camino. Cuando vieron que era feliz con esta vida y que me iban saliendo proyectos, se sintieron también felices por mí», reconoce.

Pese a la intensidad de sus años de trabajo, aún le quedan muchos personajes por interpretar y confiesa que desea hacer una película de acción. «Como espectadora no me gustan demasiado, pero me encantaría rodar conduciendo coches a toda velocidad, teniendo peleas, subiéndome a cualquier sitio... Me gusta la adrenalina», dice sonriendo, un gesto amable que la acompaña, pero que se corta cuando la prensa del corazón persigue sus movimientos y especula con su vida, como con la relación que tuvo con el actor Sebastian Stan (Capitán América) o la que mantienen su hermano, Íñigo Onieva, y Tamara Falcó.

«Es un mundo que no me gusta, no casa con mi personalidad. Soy espontánea, natural, y muchas veces no pienso en las consecuencias que me acarrea... Son consecuencias del trabajo, de la popularidad, que no me gustan. Lo que me gusta es actuar y rodearme de buena gente, así que intento crearme una burbuja».

CRÉDITOS: Maquillaje y peluquería: Sonia Marina. Asistente de fotografía: Dani Caparrós. Asistente de estilismo: Julieta Sartor.