Piensa en todas esas influencers globales, famosas recién llegadas y compradoras con alto nivel adquisitivo que cuidan sus bolsos de alta costura como oro en paño. Habrás visto sus vestidores, donde 'chaneles', 'diores' y demás se exponen en vitrinas, protegidos para que no les caiga ni una mota. ¿Es esto lujo? Confirmamos: no. Las auténticas propietarias de los bolsos más caros del mercado los tratan (casi) como si fueran una bolsa de Carrefour. Sin darles ni gota de importancia.
Evidentemente, ninguna de las mujeres que vas a ver a continuación tiene que rogar ante el asesor de ventas de turno o contratar un 'personal shopper' con contactos para hacerse con un Birkin. Los Birkin se les echan, literalmente, en los brazos. La desesperación de las nuevas ricas por conseguir esta codiciada pieza de la marroquinería parisina ha llegado a tal punto, que Hermès ha sido demandada en California por negar el bolso en cuestión a clientes «con historial de compra suficiente» en la marca. Es la magia de los diseños más demandados de esta 'maison': la lista de espera para conseguir uno es kilométrica.
Para 'hacer méritos' y avanzar en la citada lista, las clientas casi VIP se lanzan a comprar pañuelos, zapatos, joyas y todo tipo de artículos que las acrediten como merecedoras del deseado Birkin. En California, por lo visto, ni así es posible colgarse este bolso del brazo, de ahí las demandas judiciales. No se puede jugar con los sentimientos de las 'fashionistas' aspiracionales, y menos si han sido socializadas en la cultura del consumo estadounidense, donde el dinero debe poderlo todo.
Ninguna de estas enfadadas clientas haría con su Birkin lo que las 'celebrities' clase A perpetran: usarlo como si fuera una bolsa de deporte, un 'tote' de Primark o, mejor, una de esas bolsas de tela que te regalan para no usar plástico. Este tratamiento plebeyo al diseño más codiciado del lujo ya tiene nombre: 'low luxury' y su diosa es Jennifer Lopez. La latina universal lleva años acarreando su Birkin de camino al gimnasio. Con su chándal, por supuesto.
La última salida de Jennifer Lopez con chándal gris bien 'crop', se aliñó con un Birkin color vainilla valorado en 30.000 dólares. Allí podría llevar desodorante, peine, gel de ducha y toalla o nada de lo anterior. Quizá se le sucede como al común de las mortales y cambiar llaves, monederos, y demás artilugios de un bolso a otro le da una pereza terrible. ¿Quién querría vaciar un Birkin en una saca de Adidas?
Otra aficionada al maltrato a su Birkin es Kim Kardashian, probablemente la mujer que más ejemplares de Hermès guarda en su almacén. Como buena fan de los Lakers y 'global celebrity', acude a ver al equipo de sus amores desde el mismísimo 'front row', o sea, a pie de pista. Y en la mismísima pista depositó el pasado fin de semana su Birkin, este de 40.000 dólares, sin importarle que le cayeran confetis, se le pegara suciedad del suelo o terminara lleno de palomitas.
«La estética 'low luxe' lleva algunos años circulando en los círculos de la moda», confirmó Hannah Almassi, editora de la edición británica 'Who What Wear' en 'The Telegraph'. «Las clientes ya no reservan bolsos como el Birkin para acompañar a determinados looks, más especiales, pues desde la pandemia nos hemos acostumbrado a vestir de manera mucho más relajada y no tenemos tantas oportunidades de amortizar las compras más caras».
«Existe belleza en la mezcla inesperada de lujo y ocio», añadió Amanda Khidhir, asesora de compras en la boutique de lujo The Bettina Looney Edit, en la misma pieza de 'The Telegraph'. «No solo si involucra un Birkin, también con el bolso Margaux, de The Row, llevado con unos vaqueros 'baggy' y una camisa oversize. O en aquellas que combinan una camiseta de algodón básica con un collar de diamantes». No se puede explicar mejor: lo que se busca al combinar prendas básicas del low cost con puro y duro lujo es el contraste.
Más modalidades de este estilo 'low luxe', la tendencia barata solo al alcance de la lista A, involucran leggings, carísimas zapatillas de deporte de Chanel y abrigos de piel, caso de la casi aristócrata y muy millonaria Rosie Huntington-Whiteley. A veces, la prenda barata no es tal, como ha sucedido con unos vaqueros de Bottega Veneta que no están confeccionados en humilde denim sino en piel. Cuestan 5.000 dólares. Valentino incluyó otros vaqueros con truco en su colección de invierno: lo que parecía algodón eran centenares de cuentas de cristal.