Compras ropa pero no te cunde: continúas viéndote exactamente igual. Te miras al espejo y no te gustas: sientes que aparentas más años de los que te tocan. No disfrutas de la perspectiva de arreglarte para salir: y pones el piloto automático de lo que siempre te ha funcionado.
Si te identificas con alguna de estas situaciones, o si sencillamente quieres darle un cambio a tu armario y a tu aspecto general y no sabes cómo, puedes conseguir una mejora importante mediante pequeños gestos absolutamente a tu alcance. Olvídate de milagros: puedes hacerlo tú misma, aquí y ahora.
Con el paso de los años, la silueta cambia. La tentación de considerar que el cuerpo juvenil es el único deseado y deseable explica que dejemos de mirar con el amor debido el cuerpo que tenemos aquí y ahora. Después de los 50, necesitamos volver a mirarnos para conocer cómo somos y cómo deseamos mostrarnos. Una manera muy práctica de conseguirlo es enfundarse en un mono de hacer deporte o unos leggings y una camiseta muy ajustada. Mírate: todo lo que necesitas para vestirte a tu favor está ahí.
Vestirse en función de la silueta no significa automáticamente tener que ocultar lo que nos molesta. Podemos optar por disimular o por todo lo contrario: todo vale. Lo que sí permite es escoger el patrón que más nos interesa de una determinada prenda: qué pantalones, qué blazer, qué largo en vestidos y faldas. Tener claro qué tipo de silueta tienes y qué prendas la realzan, te permite acudir a looks favorecedores y efectivos cuando necesites un 'push' de confianza.
Candela Sánchez, asesora de imagen, propone seis tipos de silueta: triangular, triángulo invertido, reloj de arena, guitarra, columna, rectángulo y manzana. Y destaca esta última silueta como la más frecuente después de los 50 año. «Este es un tipo de silueta que se da mucho en mujeres que han pasado los cambios hormonales propios de la menopausia, por lo tanto, hay muchas mujeres que antes eran un reloj de arena o un cuadrado, y que ahora presentan esta silueta», explica Candela en su blog sobre asesoría de imagen. Su recomendación para vestir esta silueta manzana:
-Dejar siempre el torso en segundo plano.
-Utilizar estampados o elementos que aporten verticalidad.
-Evitar prendas que se ajusten al cuerpo.
-Buscar que las prendas cuelguen de los hombros.
-Escote en V.
-Chaquetas tipo cárdigan.
-Blusas sencillas y poco entalladas en tejido ligero, como seda o crep.
-Faldas cruzadas o al bies.
-Pantalones rectos con cinturilla.
-Vestidos y abrigos en forma de A.
-Tejidos suaves, punto fino, crep, seda, lino…
-Rayas verticales y estampados pequeños.
Quizá no has atado cabos, pero muchas de las prendas que no terminas de ponerte no tienen nada de malo en su patrón, sino en su color. Algunas personas tienen la suerte de estar favorecidas con todos los colores del espectro, pero otras se ven apagadas, tristes y desfavorecidas según qué tonalidades elijan. La colormetría ayuda a averiguar qué gamas de color nos sientan bien y cuáles debemos evitar. La distinción más básica es la que distingue entre colores fríos y cálidos o, lo que es lo mismo, entre personas invierno y personas verano.
Para averiguar si eres invierno o verano, puedes realizar alguna pruebas sencillas. La primera, acercar al rostro una joya de oro y una de plata, y comprobar con cuál tu piel se ve más luminosa y vivaz. Si no logras decidirte, pruébate dos camisetas, una rosa y otra naranja, y obsérvate en el espejo con luz natural y sin maquillaje. ¿Todavía no lo tienes claro? Observa las venas en el reverso de la muñeca. Si son azuladas, eres una persona invierno a la que le favorecen los colores fríos. Si tiran a verdosas, lo tuyo son los matices dorados de las tonalidades cálidas.
Evidentemente, esta información no implica que no podamos vestir colores de la estación que no nos corresponde. Sin embargo, nos veremos más favorecidas si esos colores no predominan en nuestros looks. Si tus rasgos pertenecen a la estación invierno, te favorecen todos los colores derivados del azul, rosa y rojo y aquellos con gran pigmento e intensidad, como todos los colores primarios. Si perteneces a la estación verano, lo tuyo son los dorados, el naranja, los colores pastel.
Lo hacemos cuando nos sentimos impotentes o no sabemos cómo manejar una situación incómoda: nos refugiamos en lo conocido, lo invisible, lo discreto. El negro es ese color que nos permite pasar inadvertidas o, al menos, no suscitar críticas. Sin duda, un mérito sustancial porque refuerza nuestra confianza. Sin embargo, no sienta todo lo bien que nos gustaría, sobre todo después de los 50 años y, sobre todo, no proyecta que seamos personas con seguridad en nosotras mismas. Los estilistas recomiendan no dejar que el negro se apropie de más de un 20% del 'outfit'.
Atenta a pequeñas piezas de tu armario, mínimos accesorios que incorporas automáticamente a tu look y otros detalles que denotan la edad. El más sustancial puede ser la lencería. ¿Hace cuánto tiempo que no te pones al día en estas prendas? Más aún: ¿cuántos años tienen los sujetadores que usas a diario? Se impone una reconsideración general de la ropa interior, más allá de los 50. No solo para encontrar tejidos técnicos cómodos que aseguran una sujeción adecuada. También te interesa iniciarte en las maravillosas prendas moldeadoras que sustituyen a las viejas fajas. Ya no se trata de embutir el cuerpo para arañar unos centímetros, sino de suavizar y sujetar la silueta donde corresponda.
Un accesorio que muchas veces se escapa a nuestra furia por renovar el armario son las gafas: olvídate de esas gafas para vista cansada que compras en la farmacia. Luce diseños originales, divertidos y, a ser posible, con color. No te prives de recurrir a los diseños que se venden como churros en las tiendas del low cost, para las clientes más jóvenes: gorras de visera, sombreros bucket, bolsas de tela acolchada (por ejemplo en el 'print' bandana, que tanto se lleva), mocasines con suela chunkie… Un par de estas piezas son suficientes para actualizar cualquier look clásico que te pongas.
Después de los 50, el estado de nuestro pelo puede llegar a ser motivo de preocupación máxima. Perdemos densidad, grosor y cuerpo, con lo que urge cambiar de estilo para adaptarnos a la nueva situación y sacar el máximo partido de ella. Cada tipo de pelo necesitará un corte y color preciso, con lo que es difícil señalar soluciones generales. Solo una: alejarnos al máximo de los llamados cortes de señora, esos que se replican automáticamente en las mujeres mayores de 50 años. En general, conviene rechazar las mechas poco naturales y otras coloraciones extravagantes y optar por soluciones de estilo suaves, clásicas y sencillas. En el color, lo tenemos claro: buscar tonalidades suaves que aporten luz y no añadan dureza a las facciones.
Existen una regla de estilismo que funcionan en cualquier década, pero después de los 50 años podemos matizar. Incluso poner en cuarentena. Es la que asegura que los looks monocolores o que combinan prendas del mismo color en distintos tonos favorecen, además de estar en tendencia. Pues bien: también pueden echar años innecesarios encima. Presentarse como un bloque de color no suele ser buena idea, porque nos impide jugar con los distintos tonos para realzar lo que queremos realzar. En términos de moda, tampoco se valora ya el esfuerzo para que todo esté perfectamente coordinado.
Una investigación realizada por la Universidad de Carolina del Norte dio con la intensidad justa de esfuerzo que debemos hacer a la hora de combinar los colores. «Los looks que se consideran en tendencia son los que consiguen una combinación moderada de los colores, no aquellos que buscan la combinación perfecta ni los que persiguen justo lo contrario, que los colores no combinen en absoluto», explican los investigadores. Dicho de otra manera: debemos encontrar un punto medio entre lo facilón y lo disparatado. Ofrecer una combinación que denote, al menos, propósito.
Quizá no usas zapatillas de deporte en absoluto o, si las tienes, probablemente no son las que mejor le sientan a tu armario. Si crees que la sneakers no son para ti, es porque no has encontrado aún las que te convencen. Ten en cuenta que son el tipo de calzado que puede darle un giro actual e interesante a cualquier look clásico que quieras mantener en tu ropero. Ese traje de pantalón y chaqueta al que no quieres renunciar, tendrá una segunda vida feliz si lo luces con unas buenas zapatillas.
La cuestión es cómo elegir zapatillas de deporte después de los 50 años, algo que tiene más que ver con tus ganas de explorar. Las clásicas Converse son previsibles, pero siempre funcionan. Otro clásico al que no le puedes poner pegas son las Adidas Samba: puedes llevarlas incluso con vestidos. Una opción casi perfecta son las Veja: son veganas. Y si te atreves a experimentar, apuesta por las marcas que diseñan para la montaña: Salomon, North Face, Patagonia. Con cualquier zapatilla de nueva temporada acertarás.
De todos los estampados que puedes elegir, el floral es el más peligroso en lo que a echarse años encima se refiere. Para discernir qué print floral avejenta y cuál no se requiere cierto ojo de moda, ese que quizá aún no tengas del todo entrenado. Ante la posibilidad de terminar eligiendo una prenda que podría estar en el armario de cualquier abuelita, lo mejor es prescindir en lo posible de las flores. Un truco para no renunciar a ellas del todo, es lucir prendas de temporada, que estén en tendencia, y compradas en el low cost juvenil. Otro consejo: no elijas prints con las flores pequeñas.
Muy pocas piezas de un look delatan más la edad de quien lo lleva que las joyas o, en su defecto, la bisutería. Sucede que, muchas veces, llevamos pendientes, collares o broches por razones sentimentales más que estratégicas, con lo que consideramos perfectamente normal lucir diseños de hace más de una década. Cosa que no haríamos con un vestido o con unos zapatos, por ejemplo. Para complicar aún más la cuestión, el diseño de joyas ha vivido una verdadera revolución en la última década: los estilos clásicos que antaño arrasaban en el mercado, hoy se disputan clientes con un nutrido grupo de joyeros indies.
Vanessa Chilton, una de las fundadoras de la firma de joyería londinense Robinson Pelham, recomienda incluir en un joyero renovado una pieza absolutamente actual: los ear cuff. «Proporcionan un lifting óptico al alargar la línea de los pómulos hacia las sienes y elevar los rasgos de la cara», explica en The Telegraph. Además, invita a camuflar las joyas de otros tiempos que llevamos por razones sentimentales con otras más actuales. «Podemos sumar a un colgante familiar un collar grueso de oro y lograr un contraste bonito. Nunca salgo de casa sin dos o tres collares», invita.
Quizá no te habías dado cuenta, pero el maquillaje que te favorecía a los 30 o los 40 ya no hace nada bueno por tu cara a los 50. La reconversión del neceser de maquillaje ha de ser total: desde la base, que tiene que volverse ligerísima, hasta los acabados del resto de cosméticos. Olvídate de todo lo que tengas en polvo y busque matificar, para pasarte a las texturas en espuma, crema, stick o líquidas. Necesitarás todo el glow que tu piel, previsiblemente más seca, pueda mantener.
Sandy Linter, maquilladora veterana que ha tenido como clientas a Jackie Onassis o Barbara Walter, explicó en la edición estadounidense de Vogue cuál era su regla de oro para un maquillaje que favorezca después de los 50 años. «No puedes esconder las arrugas, así que no lo intentes. Lo único que consigues al cargarlas de producto es atraer más atención sobre ellas», recomendó.
Además de un piel jugosa, el maquillaje de ojos suele ser el gesto que más actualización requiere después de los 50. Para que el corrector, la base y los mínimos polvos para sellar que puedas usar no se cuarteen, lo ideal es utilizar un bien primer. Además, los maquilladores profesionales recomiendan sustituir el lápiz negro por el marrón y difuminar bien el delineado, en vez dejarlo muy marcado. Olvida el eyeliner, la línea de agua inferior y recurre a sombras mates de colores suaves. Menos es más, pero procura que las cejas estén bien presentes.
«Riza tus pestañas con un rizador adecuado, desde la misma raíz», aconseja Linter. «Aunque lo realmente importante es elegir una máscara de pestañas adecuada, lo que requiere un proceso de prueba y error del que nadie se libra. Algunas fórmulas densas no funcionan en las mujeres mayores, cuyas pestañas han perdido volumen. No hay nada que avejente más que los pegotes que pueden formarse en las pestañas por un exceso de máscara».
20 de enero-18 de febrero
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