Cómo comer castañas para aprovechar sus propiedades /
Si tuviéramos que definir el otoño con un color , sin duda sería el marrón. O, al menos, los tonos ocre. Los ocre de las hojas en el suelo, de las bellotas y también de las castañas, uno de los frutos secos por excelencia de las temporadas de más frío.
Es común ver, tanto en pequeños pueblos como en grandes ciudades, puestos de personas que venden cucuruchos de castañas asadas con sal directamente en la lumbre. En los últimos tiempos, sin embargo, también se ha popularizado un truco para asar las castañas en casa: hacerlo en la freidora de aire , sin nada de aceite. Tan solo añadiendo un poquito de sal a este manjar que nos regalar la naturaleza.
Todos sabemos que para que se puedan asar bien es necesario hacer una hendidura en una de sus partes, pero lo que no son tan conocidas son sus maravillosas propiedades de las que nos podemos beneficiar.
Y es que las castañas son un fruto seco casi mágico pues, pese a estar considerada como tal, su valor nutricional es más parecido al de los cereales, ya que son altas en fibras. Además, son uno de los frutos secos con menos cantidad de grasa (algo en lo que también se parecen a los cereales) y, por eso, son perfectas para personas que buscan adelgazar: sus calorías son bastante bajas. Al menos, así lo reconoce la Fundación Española de la nutrición.
Además, son ricas en fósforo, potasio y en magnesio, así como en vitamina B, nutrientes que ayudan a mantener a raya el estrés. Su contenido en fibra hace que, además, nos ayuden a adelgazar y a mejorar el tránsito intestinal, ya que aumentan la sensación de saciedad.
Sin embargo, no todas las formas de cocinar castañas nos permiten disfrutar de sus propiedades. Algunas se pueden perder en el proceso de cocinado y, por ello, hay que prestar mucha atención a cómo las hacemos antes de llevárnoslas a la boca.
Aunque, como decimos, se pueden comer cocidas, crudas o, incluso, trituradas, la mejor forma de comer castañas es asándolas, como se ha hecho toda la vida. Como decíamos al principio, eso sí, haciendo siempre una hendidura a fin de que no exploten dentro del horno, de la leña o de la freidora de aire.
Es una conclusión a la que llegó un grupo de investigadores de la Universidad Trás-os-Montes e Alto Douro (UTAD), en Portugal, después de observar cómo cambiaba la composición de la castaña si la cocían, si la asaban y si la dejan crudas. Sus conclusiones fueron que, al asarlas, aumentan los aminoácidos (son un 13% más biodisponibles que en las cocidas) y que, sin embargo, las cocidas tenían menos cantidad de magnesio, calcio y potasio.
Además, asarlas es la mejor manera de asegurarnos que no nos harán daño a nivel intestinal, pues se elimina su concentración en taninos (aunque esta concentración también baja si las dejamos reposar entre 7 y 10 días desde su recolección y hasta su consumo).