mansiones de famosos

El impresionante apartamento en Nueva York del interiorista Alfredo Paredes: una casa elegante con mucha historia

Una elegancia refinada, que desvela la historia de los espacios y los objetos, es el sello del interiorista estadounidense de origen cubano Alfredo Paredes, que durante tres décadas trabajó para Ralph Lauren. Su casa neoyorquina muestra su estilo confortable y sosegado.

El interiorista Alfredo Paredes, en su dúplex del East Village neoyorquino. Tras 33 años trabajando en el equipo del diseñador Ralph Lauren, el decorador de origen cubano lanzó su propio estudio en 2019. Su sello: los interiores confortables y elegantes, que cuentan una historia. / Bjorn Wallander

Elena Castelló
Elena Castelló

«Para mí, el buen diseño es algo vivido, como si hubiera estado esperando en el tiempo a ser descubierto», señala el decorador Alfredo Paredes. «Mi estilo se enraiza en una narrativa: cada pieza, textura y color tiene un propósito. Me gustan los diseños que se han ido reuniendo con el tiempo y que crean espacios con alma y profundamente personales». Y es que si algo define el trabajo de este interiorista de ascendencia cubana es su talento para crear atmósferas que cuenten una historia y celebren el arte de vivir. Sus interiores son elegantes e íntimos y desprenden un aura confortable y vivida.

Paredes comenzó su carrera en 1986, como parte del equipo creativo del diseñador Ralph Lauren. Tenía solo 23 años. Había crecido en Miami, en una gran familia de exiliados cubanos, y llegó a la mayoría de edad en el ambiente bohemio y hippy de los 70, con una gran influencia de la cultura latina.

En Ralph Lauren , empezó ocupándose de la disposición visual de los diseños y de los escaparates. El diseñador lo tomó bajo su tutela, atraído por su talento para narrar historias. Luego le encargó el desarrollo de sus tiendas y de su colección de hogar, y el diseño de todos los espacios de la marca, desde su boutique en el parisino Boulevard Saint Germain hasta la de Madison Avenue, en Manhattan, pasando por Dubai o Moscú. Hace cinco años, el interiorista creó su propio estudio. Había llegado el momento de caminar solo: «Traté de poner en marcha todo lo que había aprendido para crear espacios muy personales», asegura.

El techo de vigas de roble recuperado, del que cuelga un farol de hierro forjado comprado en España, da un aire clásico al salón, que se abre a la terraza a través de puertas acristaladas de estilo francés, con perfiles de hierro negro. La mesa de roble se combina con sillas metálicas y se utiliza también para trabajar. / Bjorn Wallander

Alfredo Paredes, el interiorista del sueño americano

«El tiempo que pasé en Ralph Lauren, tres décadas, supuso una total transformación para mí. Me enseñó cómo mezclar la historia con una mente contemporánea para crear diseños atemporales. Haber crecido en Miami en los 70 añadía a mi inspiración un espíritu vibrante y multicultural».

¿Puede decirse que Paredes representa el estilo norteamericano, por su colaboración con Ralph Lauren, el diseñador made in USA por excelencia, pese a su origen hispano? A su juicio, el norteamericano es un estilo que se alimenta de la tradición, pero que está siempre abierto a la innovación.

El libro Alfredo Paredes. At Home (Editorial Rizzoli) reúne algunos de los proyectos más personales que el interiorista ha firmado en los últimos años: sus propias casas, que son una muestra de su estilo refinado, pero sin pretensiones. / cortesía

«Es una celebración de la artesanía, la historia, la individualidad y la mezcla de diversas influencias», apunta. Su origen cubano es otra piedra de toque de su estilo: «Está en los colores, en la historia de cada objeto, en la vibración y la diversidad. Siempre trato de integrarlo en mis proyectos».

El imponente apartamento de Alfredo Paredes en Nueva York

Muchos de los que conocen al interiorista mencionan su habilidad para revelar la atmósfera de un espacio, su aguda intuición para descubrir la historia que cuenta, la manera de hacer que la luz fluya y qué objetos hay que escoger para desvelar la belleza del lugar.

En el salón, junto a la chimenea y las estanterías empotradas de roble, se ha colocado la televisión sobre un caballete de pintor. La mesa es de Lucca Antiques, una tienda de antigüedades de Los Ángeles; el taburete, africano, y la lámpara de suelo, de principios del siglo XX. / Bjorn Wallander

«Todos mis proyectos empiezan como un primer capítulo de una narración. Me tomo el tiempo necesario para comprender la esencia del espacio o del cliente, su historia, su visión, su personalidad. Entonces, el diseño empieza a tomar forma y la inspiración llega, muchas veces, de lugares insospechados, como una pieza de arte, un objeto vintage o los alrededores del propio espacio».

En esta parte del salón destacan el sofá inglés tapizado en tonos tierra y los elegantes ventanales de estilo francés. / Bjorn Wallander

¿Y cómo alcanza esa intimidad reposada que respiran sus interiores? «Se trata de encontrar el equilibrio entre comodidad y carácter. Pienso en cómo van las personas a utilizar ese espacio, qué conversaciones tendrán en él, qué recuerdos irán atesorando. Los pequeños detalles, como una silla bien tapizada, te atraerán para que no dejes el lugar. Se trata de hacer un diseño que parezca que ha sido pensado solo para ti».

Sobre una mesa de trabajo belga del siglo XIX, que funciona como consola, el cuadro de Pat Steir November night domina una de las paredes del salón. / Bjorn Wallander

Su dúplex del East Village de Nueva York, oculto a miradas exteriores pero abierto a un jardín interior, es un compendio de todas estas características: creatividad, elegancia y un ambiente vivido. «Había soñado tanto con un espacio como este que, cuando lo encontré, sabía perfectamente lo que quería hacer con él», reconoce.

Desde la terraza del apartamento puede disfrutarse de una vista privilegiada de la iglesia de San Marcos, la segunda más antigua de Manhattan. En el suelo se ha colocado piedra caliza francesa, y en todo el perímetro, jardineras de teca donde se plantaron árboles de pequeño porte, arbustos perennes y rosales, para disfrutar de las flores. / Bjorn Wallander

Su aire europeo, sus elevados techos y sus grandes ventanales enamoraron a Paredes. El apartamento tenía originariamente tres dormitorios y la reforma rescató uno de ellos para hacer una sala de estar y despacho. La terraza se convirtió en uno de esos jardines íntimos que se encuentran en París o en Roma. Plantaron boj y plantas de temporada, abedules y rosas. « Nos encanta recibir en la terraza y que los niños jueguen en ella cuando regresan del colegio», explica.

Panorámica de la amplia terraza del apartamento, donde se ha colocado una mesa de comedor y una sombrilla de color terracota. / Bjorn Wallander

«Todo el espacio me recordaba un poco a Ámsterdam. Pero también quería que tuviera una atmósfera de mansión hollywoodiense clásica». Los interiores son los de una casa en pleno centro cultural de Nueva York, pero también los de una mansión de campo, con madera y cerramientos con un toque industrial, y al mismo tiempo bohemia y moderna, gracias al protagonismo del arte y la fotografía en blanco y negro.

Arriba, la habitación principal de la casa, con cortinas que cubren las paredes del techo al suelo, a modo de tapices, proporcionándole una atmósfera recogida y romántica. Abajo a la izquierda el baño, con azulejos marroquíes, donde destaca una bañera exenta. A la derecha, vista del recibidor y de la escalera, que en la reforma se movió de sitio para hacer más proporcionada la entrada. / Bjorn Wallander

«Quería un espacio acogedor en todas las estaciones, pero especialmente en invierno», explica Paredes. La chimenea, construida a partir de piedra inglesa, tiene un aire años 20. El interiorista buscó también la continuidad del interior y el exterior, con los suelos del mismo color y material. Escogió piedra francesa. «El resultado respira tanta calma y paz que me hace olvidarlo todo cuando cruzo la puerta».

Temas

Decoración