Tener un hijo es una batalla constante. Desde que nacen comienzan las preocupaciones, pero si hay una etapa en su educación que preocupa especialmente a los padres esa es la adolescencia. Y es que lo que antes era una personita que te idolatraba se convierte en un muchacho que parece que te odia pero te necesita; te discute todo pero pide tu opinión sobre ciertos aspectos; pone al límite tu paciencia pero luego corre a buscarte cuando algo no le sale como quería... en definitiva, sientes que sólo quiere volverte loca. ¿Qué hacer en esta etapa en la que todo son discusiones absurdas?
«La adolescencia es una etapa de cambios. Los adolescentes se enfrentan a cambios a nivel físico, emocional, psicológico y cognitivo mientras forman su propia identidad, desarrollando su individuación y buscando su autonomía. En esta etapa se tiende a la unión y la valoración del grupo de iguales, en contraposición al sistema familiar«, asegura la psicóloga Beatriz Galván.
Aunque no lo creas, esta forma de actuar de los adolescentes, muchas veces errática y sin ningún sentido lógico, tiene una explicación científica. No, tu hijo no es el único que se comporta de una manera por la mañana y de otra completamente distinta a la hora de comer. No tiene ningún problema, es una fase más de su desarrollo y, por tanto, hay que pasarla.
«En los adolescentes, el cerebro racional o neocórtex está aún en formación, y hay una mayor activación del cerebro límbico o emocional. Además, en esta etapa hay un reajuste en el cableado neuronal, lo que explica los cambios en las formas de actuar (impulsividad, irritabilidad…), de sentir (experimentan muchos cambios emocionales) y de pensar (mayor instrospección) en los adolescentes«, nos explica la experta.
A la vez que se producen estos cambios, la personalidad del adolescente se encuentra en proceso de formación, por lo que es normal que, al intentar reafirmarse, surjan los conflictos con los padres. «Los adolescentes siguen necesitando de la presencia y el apoyo de sus padres, por lo que habrá momentos en los que necesitará al adulto cerca, otros en los que lo rechazará y buscará el apoyo en sus iguales y otros en los que necesitará su espacio para la instrospección«, nos cuenta Galván.
Esta es la pregunta del millón. Lo primero que todos los padres tenemos que tener presente, es que no vamos a librarnos de las discusiones, pero tenemos que hacernos con herramientas para hacer de estas algo positivo y enriquecedor y no tomarlas como una afrenta personal. Puede que tu hijo se sienta desbordado por ciertas situaciones que está viviendo y necesitará sentirse apoyado y acompañado para regularse emocionalmente.
«Los adultos debemos ser la base segura desde la cuál el adolescente pueda salir a explorar su mundo, y el refugio seguro al que puedan regresar cuando no se sientan bien, acompañándoles desde la presencia, la calma y la conexión«, dice la experta. Pero esto, ¿cómo se hace?
Más bien podemos decirte cómo NO se hace. «No debes alzar la voz, ni criticar, juzgar, rechazar, obligar o amenazar a tu hijo, ya que estas respuestas generan gran malestar emocional, inseguridad y afectación en la autoestima«, aconseja Galván. Pero esto no significa que tengas que dejarle hacer lo que le de la gana. »Los límites también son necesarios, pero debemos tener en cuenta que en esta etapa las normas y pautas deben ser negociadas y consensuadas con ellos«, asegura.
«Mira a tu hijo haciéndole sentir que es visto, que es valorado, que es querido y que es respetado pero manteniendo unos límites y normas consensuados. Esto hará que se desarrollen desde un apego seguro y que crezcan sintiéndose capaces, para que exploren su mundo con confianza, pudiendo conectar emocionalmente con las personas que les rodean«, concluye la psicóloga.
En definitiva, no tomes a tu hijo como un enemigo. Probablemente él a veces sienta que tú lo eres porque eres quien pauta las normas, pero si le das cierta parcela de confianza, negociando esos límites con él, esta sensación se mitigará. Sí, a veces perderás la paciencia, pero intenta respirar hondo porque tu hijo te sigue necesitando, en esta etapa más que nunca.
20 de enero-18 de febrero
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