Empezó a escribir cuando tenía 13 años, después de leer por primera vez El señor de los anillos. «Con aquel libro descubrí que la lectura era un refugio y que yo también podía escribir mis propias historias», recuerda María Esclapez. Luego, estudió Psicología , se especializó en sexología y terapia de pareja y, después de convertirse en una de las divulgadoras sobre salud mental más seguidas de Instagram, acaba de retomar aquella pasión precoz por la ficción. Autora de referencia en relaciones de pareja, Esclapez ha escrito libros como Ama tu sexo, Me quiero, te quiero y Tú eres tu lugar seguro y ahora publica su primera novela, Mujeres que arden. «Ahora quiero crear refugios para los demás».
Mujerhoy. Obviamente, este no es su primer libro, pero sí es su debut en la ficción. ¿Qué le llevó a querer escribir esta historia?
María Esclapez. Esta no es una novela al uso. A través de una historia, quería contar aquello de lo que ya hablo en mis otros libros: relaciones, abusos emocionales, manipulación… Luego, en una visita a Toledo, que es una ciudad que me encanta, visité el Museo de las Brujas. Me llamó muchísimo la atención cómo las representaban. Allí encontré también un libro escrito en la Edad Media que es parte de la bibliografía. Obviamente, el contenido era súper misógino: contaba que las mujeres sentían predilección por el diablo, que el mal residía en ellas, que todas eran herederas de Eva y su pecado original…
Las mujeres que arden…
Exacto. En realidad, lo que el libro cataloga como bruja podía ser, en realidad, una mujer muy avanzada para su época: la que vivía sola y no se había casado, era bruja; la que no iba a misa, bruja; las que desafiaban el sistema, brujas... Me cuestioné si había similitudes con el presente. No te voy a hacer spoiler, pero creo que te puedes imaginar la respuesta...
Ha volcado en sus personajes muchos de sus conocimientos en psicología. ¿Cómo ha sido ese proceso creativo?
Muy divertido y, a la vez, muy complicado, porque la psicología es súper protagonista en esta historia y los personajes son muy complejos. Ha sido una de las cosas más difíciles que he hecho en mi vida, pero también una de las más bonitas. Estoy súper satisfecha y súper orgullosa.
En la novela vuelve a hablar de algo sobre lo que ha escrito mucho: las relaciones tóxicas. ¿Cómo las identificamos?
Leonor, la protagonista de la historia, acaba de romper una relación y está pasando por una ruptura dependiente. A medida que avanza el relato, vamos descubriendo la radiografía de una relación tóxica, que no es otra cosa que una relación que nos hace daño. A veces, normalizamos situaciones que no lo son o, incluso, las romantizamos. A menudo, son relaciones de montaña rusa: con mucha sensación de sacrificio, mucha ansiedad, mucho miedo… Son relaciones que nos generan malestar y, a pesar de eso, somos incapaces de cortarlas porque van acompañadas de una gran dependencia emocional.
Una de sus cruzadas es desmontar el mito del amor romántico. ¿Por qué es tan nocivo?
El amor romántico nace del romanticismo, un movimiento artístico cuyas expresiones, a menudo, hablan del dolor, el sufrimiento, las relaciones inalcanzables… Pero esa forma de ver el amor no se queda únicamente en la representación artística, traspasa esas fronteras y llega hasta nuestros días. Esa visión, amoldada al siglo XXI, se traduce en ideas como que el amor todo lo puede o que los celos son buenos porque significan que le importas a la otra persona. O lo importante que es encontrar a tu media naranja o a tu príncipe azul. Puede sonar bonito, pero debajo de todo eso hay pensamientos típicos de la dependencia emocional y las relaciones tóxicas.
Frente a eso, ¿qué diría que define a una relación sana?
No es más que una relación que te aporta paz y tranquilidad. Es sentir que puedes confiar y contarle cualquier cosa a esa persona. Es saber que tu pareja te valida, te apoya en tus logros, que no hay competición entre los dos sino una sensación de equipo que permite abordar cualquier problema juntos. Es una relación en la que no se recurre constantemente al pasado, en la que hay escucha y comunicación y que, pase lo que pase, es un lugar seguro para ti.
Para eso, como explica en uno de sus libros, hay que empezar por quererse a una misma. A menudo, eso es más fácil de decir que de hacer. ¿Por dónde empezamos?
El sentimiento de amor es inherente al ser humano: tú puedes amar independientemente de que te quieras a ti mismo. Pero no son vínculos igual de sanos si te quieres que si no te quieres. Primero, tienes que entender de dónde vienes y cuál es tu historia. Eso te ayudará a entender cómo te ves a ti mismo y a los demás. Cuando entiendes esos patrones y dinámicas, puedes empezar a trabajar en ellas. A veces, confundimos quererse a una misma con irse a la peluquería y hacerse la manicura, pero también es aprender a estar sola, enfrentarte a tus fantasmas, analizar el tipo de pensamientos que tienes sobre ti misma, cómo es tu diálogo interno… Ese trabajo personal ayuda a tener vínculos más sanos con los demás.
Se le conoce como la psicóloga de cabecera de Zs y millenials. ¿Cuáles son los problemas que mejor definen a estas generaciones?
A mí, sobre todo, me llegan problemas de pareja en los que se repiten patrones tóxicos: relaciones de dependencia emocional, maltrato... Y luego, debajo de todo eso, casi siempre subyace la ansiedad relacionada con las inseguridades, los traumas, las heridas emocionales, el síndrome de la impostora, que es un mundo… Siempre digo que todo tiene una explicación. Eso no quiere decir que sea una justificación, pero sí te puede ayudar a entender cómo funciona tu cerebro.
Existe la impresión de que las generaciones más jóvenes cada vez tienen más resistencia al compromiso. ¿Es un falso mito o hay algo de verdad en el estereotipo?
Creo que tienen otra manera de expresarse y de gestionar sus emociones. Los boomers se lo tragaban todo; los Z han encontrado una vía de escape en las redes sociales. Parece que es una generación con más problemas o más sensible y, efectivamente, les gusta ponerle nombre a las cosas que les pasan, pero eso no quiere decir que esos problemas no existieran antes. Un estudio de la Fundación BBVA explicaba que las generaciones jóvenes buscan relaciones sanas, pero cuando no funcionan a la primera, pasan rápidamente página. Está genial saber qué es una relación sana y qué es una relación tóxica, pero también hay que educar en la resolución de los problemas que puedan surgir. Eso requiere trabajo y mucha gente no quiere involucrarse. Es cierto que hay una tendencia fuerte hacia el individualismo. Y eso tiene un problema grande.
¿Cuál?
La independencia afectiva o emocional se puede sostener durante un tiempo, pero no para toda la vida. Somos seres sociales y necesitamos establecer relaciones con los demás. Si insistimos en eso, podemos entrar en un bucle complicado que nos encierra cada vez más en nosotros mismos en lugar de aprender a esforzarnos en esas relaciones sin necesidad de llegar al límite del sacrificio. Eso no quiere decir, por supuesto, que tengas que quedarte en una relación que te genere sufrimiento. Nunca hay que hacer eso. Hay que encontrar un equilibrio y trabajar por lo que queremos.
Aunque tiene más de 600.000 seguidores en Instagram, no es una influencer cualquiera. Como divulgadora especializada en salud mental, ¿siente una responsabilidad particular?
Claro, porque te sigue mucha gente. No todo el mundo está de acuerdo con lo que dices, ni lo pretendo, y siempre habrá gente que incluso quiera humillarte públicamente. A eso se le llaman trolls de toda la vida y yo, por suerte, no tengo muchos. La gente que me sigue es gente que de verdad quieren escucharme. Soy consciente, además, de que algunas son personas vulnerables que quizá lo están pasando mal, que pueden tener problemas familiares, de pareja, económicos… Tengo que poner muchos filtros para no herir sensibilidades. También cuido mucho el aspecto ético. Nunca voy a tratar de venderte un móvil o cualquiera otra cosa desde mi perfil. Intentar ganar dinero a través de cualquier cosa que no son mis libros, la divulgación o mi consulta, sería aprovecharme de esa vulnerabilidad y esa relación de confianza.
Ahora se habla tanto de salud mental que, a veces, parece que hacer psicoterapia está de moda. ¿Cuándo necesita alguien ir al psicólogo?
No todo el mundo tiene que ir al psicólogo. Si estás bien, si estás a gusto con tu vida, no hay necesidad. Incluso si tienes problemas, pero sabes resolverlos por ti misma, tampoco. Yo recomendaría ir al psicólogo cuando sientes que siempre tropiezas con la misma piedra, cuando llevas mucho tiempo sintiéndote mal y no sabes por qué, cuando has intentado solucionar tus problemas sin éxito y necesitas los consejos o la perspectiva de alguien externo. Desde luego, no recomendaría ir al psicólogo porque esté de moda. Si te llama la atención el mundo de la salud mental puedes leer un libro, acudir a una charla o ver un documental, pero un tratamiento no es obligatorio para todo el mundo.
María, una curiosidad para terminar: ¿cómo se trabaja psicológicamente una psicóloga? ¿Se pone en manos de otro profesional, lee, practica la autoterapia?
Hace dos años pasé por una mala época. Mi libro, Me quiero, te quiero, tuvo mucho éxito y no lo supe gestionar. Tenía un síndrome de la impostora brutal y me viene muy abajo. No era capaz de ver la luz y entré en un bucle. Cuando estás en un pozo que aparentemente no tiene fondo, tus emociones eclipsan cualquier tipo de pensamiento racional.
¿Y cómo salió de ese pozo?
Me puse en manos de profesionales: fui al psiquiatra, al psicólogo, me tomé mi medicación e hice mi proceso. A partir de ahí, fui capaz de reflexionar y aplicar ejercicios que conocía. Cuando estás en ese punto, es súper difícil hacerse psicoterapia a una misma. De hecho, no es nada recomendable. Necesitas ayuda externa. Yo llevaba meses con ese runrún permanente en el que no te aguantas ni tú y no lo dudé. Pero hay gente que se mantiene así durante muchísimo tiempo. Lo mismo que antes te decía que si estás bien no hay que ir al psicólogo, si estás mal, no lo dudes: vete.
20 de enero-18 de febrero
Con el Aire como elemento, los Acuario son independientes, graciosos, muy sociables e imaginativos, Ocultan un punto de excentricidad que no se ve a simple vista y, si te despistas, te verás inmerso en alguno des sus desafíos mentales. Pero su rebeldía y su impaciencia juega muchas veces en su contra. Ver más
¿Qué me deparan los astros?