«Lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible». Esta vieja frase, atribuida al torero Rafael Guerra 'Guerrita', puede servirnos para, con un poco de humor, aceptar el hecho de que la vida, a veces, nos pone ante situaciones para las que no hay una solución. En esos momentos, nos podemos enredar en un bucle y sumirnos en un runrún de frustración, o bien aprender a encajarlo y tirar hacia adelante .
De ello hablamos con Pilar Varela, psicóloga y autora, entre otros libros, de 'Ansiosa-mente. Claves para reconocer y desafiar la ansiedad', quien nos pone ante una evidencia que muchas veces se nos escapa: «Realmente, debemos aceptar que hay cosas que no tienen solución: solamente tienen salida. Si te amputan una extremidad, no te va a volver a crecer; pero sí puede haber salidas para encajar ese revés tan grande y colocarlo en tu vida».
El ejemplo de esa amputación, o el de una enfermedad terminal, no deja margen apenas para maniobrar. Pero sí hay muchas otras situaciones mucho menos dramáticas que nos bloquean y que se nos antojan irresolubles. En estos casos, está en nuestras manos abandonarnos a la impotencia o buscar caminos.
«Para algunas personas, una situación negativa puede significar el final de todo, es el catastrofismo absoluto; para otros, esa misma situación puede no ser tan paralizante. Es importante valorar el alcance del problema; los más optimistas tendrán más capacidad para encontrar otro camino, pero los más pesimistas tenderán a pensar 'aquí se acaba el mundo' y no hay nada que hacer».
La palabra fracaso, explica la experta, hay que tomarla con cautela. « El fracaso existe, claro que sí. Un suspenso es un fracaso; un divorcio también lo es. En la vida hay muchísimos fracasos, mayores, menores o regulares. De nosotros depende lo que hagamos con ellos«.
«Si suspendes una oposición, puedes venirte abajo y entender que no hay nada que hacer. Pero hay salidas: puedes decidir seguir adelante y presentarte al año siguiente, o bien entender que debes dar por terminado ese capítulo de tu vida, cambiar de tercio y aceptar que hay situaciones que llegan a su fin. Se trata de buscar la energía dentro de ti para enderezar el rumbo».
Los dos objetivos del ser humano son sobrevivir y ser feliz, señala Pilar Varela. «Pero vivimos una época en la que idealizamos la felicidad, y la deificamos, y eso hace que no aceptemos fácilmente los reveses. La vida muchas veces no nos da la cara mejor, sino la peor. En esa idealización de la felicidad, no aceptamos la parte más oscura de la vida, que es tan real como la parte luminosa».
También hemos de entender que el azar existe, y unas veces nos beneficia y otra nos perjudica. «La felicidad no es solo esa inmediata, propia de un niño pequeñín, sino que los mayores la debemos ir construyendo, y en ese camino hay frustración. Vivimos pensando que tenemos derecho a la felicidad, y es cierto, pero no a costa de olvidar que la vida tiene momentos oscuros».
«Tenemos un sentido egoísta de la vida, y ante cualquier cosa que no sale como queríamos nos frustramos muchísimo. Entonces, ¿qué pasa cuando no hay solución?», se pregunta la psicóloga, y pone como ejemplo el final de un laberinto en el que nos encontramos una puerta cerrada.
«Ante esa situación, una persona puede echarse a llorar y quedarse quieta; otra se pone a dar patadas; otra decide retroceder, perdiendo tiempo y recursos, para buscar otra puerta que esté abierta. A lo largo de la vida vamos a encontrarnos con muchas puertas cerradas, ¿qué actitud adoptaremos?».
En este sentido, Pilar Varela reivindica la importancia de trabajar la resistencia a la frustración, de «alejarse de esa idea de felicidad con letras mayúsculas y ser conscientes de que la vida tanto da como toma».
Para ello, concluye, no hay soluciones mágicas. «Ningún psicólogo va a tener la solución para todo; eso lo dicen los malos psicólogos, los pseudocientíficos. Cuantos más años tenemos, más cuenta nos vamos dando de que la vida nos ha repartido cosas buenas y cosas malas. Y de unas y otras aprendemos».
20 de enero-18 de febrero
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