Marca personal, sobreexposición en redes sociales... ¿Es el anonimato el verdadero lujo del siglo XXI?

Frente al peso de la marca personal, cada vez es más habitual ansiar una vida anónima. Analizamos cómo sería una nueva sociedad sin nombre, sin identidad e, incluso, sin rostro.

Kim Kardashian y el diseñador Demna Gvasalia en la gala MET de 2021. / dr

Marita Alonso
Marita Alonso

Cuando creíamos que la obsesión por generar una identidad potente había alcanzado su momento álgido, la Generación Z echa por tierra nuestras ideas y elige interacciones online amparadas en perfiles anónimos. Los más jóvenes quieren despojarse del yugo de la marca personal y recuperan Tumblr, la red donde priman las identidades falsas.

No es casualidad que el director creativo de Balenciaga , Demna Gvasalia, siempre dispuesto a demostrar que la moda puede ser un espejo de la realidad social, cubriera a sus modelos con máscaras de poliuretano, fabricadas junto a técnicos de Fórmula 1, en su desfile de Alta Costura para este otoño.

Modelo de Demna Gvasalia para Balenciaga.

O que haya convertido a sus tops en figuras zentai con trajes negros que permiten a quien los lleva convertirse en quien le venga en gana. El diseñador, que domina el romance imposible entre el anonimato y la cultura pop, se atrevió a cubrir el rostro de Kim Kardashian en la gala MET y nos plantea si la identidad es una ficción construida o, incluso, si el anonimato es el verdadero lujo del siglo XXI...

Stop and Search, obra de Bansky

Acostumbrados al triunfo del ego, parece que nos cuesta comprender que haya quien quiera permanecer en el anonimato. En nuestro país, el artista SpY, al que se conoce como «el Banksy español», reconoce que su anonimato se debe a la libertad que le confiere no ser una persona pública.

Earth/ Tierra, obra de SpY, instalada en Madrid el año pasado / AUTOR DE LA OBRA SPY Y FOTO DE RUBÉN PBESCÓS

Sin embargo, no tener nombre puede compaginarse con vender millones de libros. Es lo que le ocurre a Alice Kellen, el seudónimo bajo el que se oculta una joven valenciana que disfruta de la tranquilidad para dedicarse a la escritura.

«No se trata tanto de buscar el anonimato, pero me siento más cómoda usando un nombre artístico. Probablemente tenga que ver con el intento de preservar cierta intimidad. De hecho, al principio no aparecía públicamente, pero ahora ya es más una cuestión de percepción», asegura la autora de El mapa de los anhelos. «Soy bastante tímida y me ha costado mucho animarme a asistir a firmas. Todavía me crea asiedad participar en eventos y hablar en público. Así que, al principio, no lo hacía. Poco a poco fui abriéndome...», explica.

El mapa de los anhelos, de Alice Kellen (Planeta).

Menos suerte tuvo Anita Raja, conocida como Elena Ferrante, cuya identidad fue desvelada por el periodista Claudio Gatti, empeñado en despojar a la escritora de la capa de invisibilidad que su pseudónimo le confería. «Esos libros son y seguirán siendo de Elena, no míos. No pretendo hablar, de ninguna manera, en primera persona, ni dar entrevistas ni declaraciones. Considero vulgar y peligroso el modo en el que se ha llegado a mentir para desvelar una identidad, violando la privacidad y las reglas. Pero paciencia. Solamente me gustaría, ahora que la curiosidad de hace años ha sido atendida, que me dejaran vivir (y escribir) en paz», escribió la autora en unos tuits publicados en un perfil que fue más tarde eliminado.

Junto al renacer de Tumblr emergen con fuerza aplicaciones como Discord, en la que 150 millones de personas discuten de forma online y anónima. Incluso el motivo por el que fue creada la cultura cripto sigue la línea de ese amor por el anonimato, pues la causa fue la firme creencia de que las transacciones han de ser llevadas a cabo sin intercambiar información personal.

¿Hemos abandonado la desinhibición y hemos comenzado a valorar la privacidad y el anonimato? ¿ Nos hemos cansado del peso de la huella digital? ¿Sabríamos realmente emplear con responsabilidad, moralidad y humanidad el anonimato? ¿Qué pensará una sociedad que teme el anonimato, pero que lo persigue y ansía por su capacidad liberadora?

«Yo amo a aquellos que no saben vivir más que para desaparecer, porque esos son los que pasan al otro lado», dice Friedrich Nietzsche en Así habló Zaratustra. ¿Es entonces más deseable borrar la identidad y fundirse en la masa que la presión en la que nos sume la exhibición perenne y la hipervigilancia a la que nos condena? Tras años luchando por labrar una identidad, construir una marca personal y en definitiva, ser, ¿resulta más rentable poder andar de puntillas por la vida?