el caballero de las letras
el caballero de las letras
Cuando tenía «6 o 7 años», Amor Towles (Boston, 1964) supo que quería dedicar su vida a escribir ficción. «Un poeta, David McCord, vino a nuestra clase, leyó sus poemas y nos regaló su libro dedicado», revela el autor de Un caballero en Moscú y La autopista Lincoln (ambos en Salamandra), desde su casa en Manhattan. «Me encantó su poesía, la forma con la que jugaba con las palabras, que nos firmase su libro. Y esa noche, en casa, comencé a escribir poemas».
Nacía así la pasión vital de un «niño enamorado» del poder de la lengua que, tras mucho «leer y escribir, leer y escribir, leer y escribir», se ha convertido en un literato de fama mundial. Pero, a pesar de la firmeza de su arrebato infantil, Towles tardó más tiempo del esperado en ver sus historias en las librerías.
Tras graduarse en Yale y obtener un máster en inglés en Stanford, el escritor «necesitaba un trabajo» y decidió incorporarse a la empresa de gestión de inversiones que creó un amigo. Durante dos décadas, Towles aparcó su sueño literario pero, afortunadamente, alguien le indicó que había escogido el camino equivocado.
«Mientras estudié en Yale, participé en un seminario impartido por Peter Matthiessen, un famoso escritor estadounidense. Él fue la primera persona que me dijo que tenía talento para la escritura», recuerda Towles. «Eso hizo que mantuviésemos una relación cercana y fuese mi mentor durante varios años. Siempre estaré en deuda con él», admite. Porque para «un artista joven como yo era entonces, que alguien a quien respetas vea que tienes talento, es un regalo. Pero otro regalo fue que, cuando no escribía, él expresaba su profunda decepción hacia mi».
Profesor y alumno no dejaron de verse y «dos o tres veces al año» quedaban para cenar y ponerse al día. Fue en uno de esos encuentros cuando Matthiessen le dijo que, según su experiencia, la gente que entraba en Wall Street nunca salía y debía asumir que su vida como escritor estaba acabada.
«Eso fue lo que necesitaba para sacar tiempo de mis fines de semana y empezar a escribir otra vez disciplinadamente», apunta. Un toque de atención del que surgió Normas de cortesía (Salamandra), la primera novela que publicó Towles y la que le permitió abandonar el barrio financiero neoyorquino para dedicarse por completo a la escritura.
De aquello han pasado trece años, en los que el autor se ha convertido en un escritor de renombre gracias a tres libros que han vendido más de cinco millones de copias en Estados Unidos y que se han traducido a más de treinta idiomas. Y entre «el proceso de edición, la promoción y los viajes» para presentar sus novelas, ha tenido tiempo de «escribir ficción corta. Llegué a un punto en el que dije: 'Quiero compartirla con mis lectores».
El resultado es Mesa para dos (Salamandra), un libro de seis relatos y una novela corta, Eve en Hollywood, en la que ha rescatado a Eve Ross, uno de los personajes de su primera novela. «Cuando terminé Normas de cortesía tenía curiosidad por saber qué pasaba con ella», rememora. Por aquel entonces escribió 60 páginas que, con mucha curiosidad y una escapada al Beverly Hills Hotel de Los Ángeles, se convirtieron en 200 el año pasado. «El viaje fue por diversión, podía escribir sin ir, pero también es cierto que la atmósfera importa en mis historias», explica.
En su exploración de la edad dorada de Hollywood, una de las pocas veces en las que ha ambientado una ficción lejos de Nueva York, el escritor lleva a su protagonista a un género que todavía no había explorado, pero del que se reconoce entusiasta. «Amo la literatura, en todos sus diferentes géneros, periodos y escritores, pero también soy un fanático de la novela negra. Es lo que leo en verano como una especie de descanso», comenta.
La novedosa incursión de Towles en el suspense viene dada porque «pensé que sería una gran historia para explorar cómo usaría elementos de las novelas de detectives y del cine negro estadounidense». Y lo hace alterando los cánones de la tradición noir, «porque la mayoría de las veces la mujer era una persona peligrosa que seducía a los hombres con malas intenciones. Me gustó darle ese giro».
Su frustrante experiencia personal en el Carnegie Hall, a la que «regresé 25 años después» de que sucediera porque «pensé que podía ser divertido volver a ese momento», o un «anciano de cabello gris, bien arreglado» al que encontró en Central Park «al ritmo de la música de baile» son elementos autobiográficos que Towles ha utilizado en alguno de los seis relatos que completan Mesa para dos. Un libro en el que el escritor estadounidense mantiene intacta su elegante prosa, su capacidad para construir personajes tan atípicos como interesantes y su amor por la literatura.
Tras adentrarse en el Nueva York de los años 30, viajar a la convulsa Rusia de la década previa y recorrer el Estados Unidos de mediados del siglo XX, los relatos de Mesa para dos son los primeros ambientados en un periodo contemporáneo que el escritor norteamericano publica, ya que transcurren en los años 90. Y lo serán porque, según reconoce: «no tengo ningún deseo de escribir sobre los problemas de Trump en Estados Unidos, el Covid y el post Covid, sobre nuestro momento actual, todos hemos pasado por ello. Siento que es bueno salirse del calendario y no cubrir ese tipo de material.»
El espacio en el que los protagonistas de los relatos resuelven sus conflictos, algo que, según el autor fue una coincidencia inconsciente, le dio el título de su nuevo libro. Cuando se preparaba para «entregar el borrador final» descubrió que la mesa como lugar de encuentro era una constante que «debía haber estado en mi mente mientras escribía», porque «a medida que nos suceden cosas en la vida y nuestras relaciones se complican, tenemos que sentarnos a la mesa y hablarlo».
Towles también señala que este espacio alude a «la idea del autor y el lector juntos» y, de un modo más personal, escoge la «cena en familia» como el momento que más disfruta sobre este mueble porque «aunque no sea solo para dos, reunirse alrededor de ella implica reforzar relaciones, reír mucho y disfrutar de la comida». Algo de lo que él mismo se encarga, junto a su mujer, Maggie, y sus dos hijos, Stokley y Esmé, ya que cuando no está en su despacho escribiendo le «gusta cocinar».
Desde listas de cosas por hacer, que no duda en mostrar a cámara, a sus relatos y novelas, la pasión por la escritura que Amor Towles ha cultivado durante más de cinco décadas hace que ahora se encuentre trabajando en su próximo libro, que espera tener listo en 2025, y del que «solo te voy a contar que empieza en El Cairo, después de la II Guerra Mundial, y termina en Nueva York en 1999».
Con Un caballero en Moscú convertida en serie y la adaptación cinematográfica de La autopista Lincoln en marcha, es indudable que el atrevido proyecto vital de aquel niño de primaria, que un día volvió emocionado a casa con un libro de poesía bajo el brazo, ha sido todo un éxito.