Beyoncé en uno de sus conciertos. /
En agosto de 2014, Beyoncé cerró su actuación en los MTV Awards con la palabra «FEMINIST» proyectada en una pantalla inmensa, mientras ella permanecía delante. «Fue la primera vez que esa definición aparecía en un show de esas dimensiones; un show por encargo, no un concierto propio», explica Elena Herrera Quintana, en su libro 'Beyoncé en la intersección' (Dos Bigotes), donde analiza la trayectoria de una artista cuya propuesta fue el pistoletazo de salida para toda una serie de manifestaciones feministas en la cultura pop y mediática.
Aunque con su grupo Destiny's Child ya había cantado sobre el empoderamiento y la independencia de la mujer afroamericana, desde que en 2003 emprendió su carrera en solitario con 'Dangerously in love', la cantante no ha desaprovechado ninguna oportunidad para lanzar su poderoso mensaje a favor de la igualdad real, el orgullo por su legado y la necesidad de realizar cambios estructurales en la sociedad.
Mientras muchos, no necesariamente mujeres negras estadounidenses, se han identificado con su discurso reconociendo en él un carácter empoderador, otras voces no la consideran un verdadero icono feminista ni tampoco una activista antirracista. Según Herrera Quintana, su credibilidad queda mermada, precisamente, por estar enmarcada en la baja cultura pop: «En estos posicionamientos, todavía se asume que es un espacio apolítico, banal y superficial. Otros tienen problemas en aceptar que sea una mujer afroamericana del star system quien se manifieste así. Sin embargo, no tienen ese mismo problema con personajes como Emma Watson o Madonna, cuyas declaraciones no generaron tantísimo revuelo ni se planteó si podían o no presentarse públicamente como feministas».
Debates feministas a un lado, resulta indiscutible que Beyoncé es una de las estrellas más importantes del siglo XXI. Paco Martín, reputado productor musical y director artístico en tres multinacionales, destaca de ella el «portento» de su voz y una «presencia escénica» que «fue copiada por muchas otras». Destaca también su inteligencia dirigiendo su carrera y una incuestionable ética del trabajo. Lo esperable de alguien que se define a sí misma como una workaholic. «No creo que necesite dormir, y si yo no duermo nadie lo hace. Si quiero ser una mujer de negocios, lo soy. La independencia no es fácil de conseguir», reconoció en una ocasión la artista.
Beyonce y Jay-Z, ante la Gioconda, en el vídeo Apeshit. /
Un estatus sustentado por la poderosa red que ella misma ha tejido: posee una marca de comida saludable (22 day nutrition), una línea de ropa deportiva de lujo (Ivy Park) y es copropietaria de la plataforma Tidal, rival de Spotify, junto a su marido, Jay-Z. La diva y el rapero, padre de sus tres hijos, forman hoy una de las parejas más exitosas e influyentes del mundo y, desde luego, el matrimonio más poderoso de la industria músical. Juntos tienen una fortuna estimada de 1.800 millones de euros. Pero, pese a las cifras, ambos siguen conservando cierto halo de misterio.
El hecho de que apenas concedan entrevistas también contribuye a mantener esa percepción. «No me gusta ser el centro de atención –señaló la diva en una entrevista–. Soy una persona reservada, pero cuando llega el momento es como si tuviera una segunda personalidad. Es alguien que aparece al subir al escenario y no existe fuera de él».
Para esa puesta en escena, el estilismo de Beyoncé, camaleónica y atrevida, ha sido decisivo. Por ejemplo, en el vídeo de su primer éxito en solitario, 'Crazy in love', resulta imposible separar su poderoso estribillo del vestido naranja con escote vertiginoso de Versace, que subrayaba sus caderas en movimiento frente a un enorme ventilador. Es una opinión que comparte el estilista Arturo Argüelles: « Se ha empoderado a través también del vestuario. Los bodies que llevaba a mediados de los 2000, que recordaban a los que Bob Mackie confeccionaba a Cher, nos daban una pista de lo perfeccionista que es, con esos detalles, pedrería y flecos que llevaban».
Considerado el mejor disco de 2022 por Rolling Stone, 'Act I: Renaissance', su último álbum es la primera parte de una trilogía (grabada durante el confinamiento pandémico) que continuará en el futuro. El disco, cuyo hilo conductor es la música dance y electrónica, está dedicado a su tío Jonny, que murió de complicaciones derivadas del sida. Él fue quien le acercó a esta cultura marcadamente gay. También quien ayudó a su madre Tina a diseñar los trajes de Destiny's Child cuando las grandes firmas no querían vestir a «cuatro chicas negras y curvilíneas».
«Teniendo en cuenta el desprestigio de los cuerpos de las mujeres negras desde el caso de Saartjie Baartmann [conocida como la Venus hotentote que, a principios del siglo XVIII, fue exhibida en circos europeos por su figura], que la cantante fuese declarada la mujer más bella del mundo en 2012 por la revista People es una victoria», explica Herrero. Hoy representa un ideal estético, pero no está al margen de la presión social. La autora de Bootylicious, cuya definición referida al atractivo de las curvas se incluyó en el Diccionario Oxford, no acepta verse limitada a una condición de objeto pero tampoco renuncia a su sensualidad. Todo en ella es acto y potencia, sujeto de un discurso con la fuerza de un estribillo y el orden una coreografía perfecta.