Keira Knightley como Elizabeth Bennet en la adaptación cinematográfica de la novela de Jane Austen, Orgullo y prejuicio. /
Si Jane Austen viajase en el tiempo y apareciese en nuestros días vería con asombro la pasión que sentimos por las novelas, las series y las películas de las que podemos considerarle una maestra. Porque mejor o peor, los romances de Los Bridgerton , los hombres negocios de La Edad Dorada o Sanditon, su libro inacabado, se inspiran en sus obras, que a su vez se basaban en las costumbres y las vivencias que inspiraban a la escritora inglesa.
Porque las tramas pueden ser muchas, pero al final una serie de época, con sus vestidazos, sus paseos por la campiña inglesa y sus tacitas, es lo que es gracias al empeño de la escritora nacida en el siglo XVIII, una época en la que la escritura se consideraba una ocupación escandalosa para la mujer. Y si eres fanática de sus novelas, o de las series de época, tenemos el libro perfecto.
Porque la editorial Alma, a través de sus «petit fours» acaba de publicar el libro definitivo para entender mejor las historias que contó, pero también para conocer mejor aquellos años, sus hábitos y las reglas sociales por las que se regían. Esto es lo que cuenta Jane Austen. Vida privada en la época de la Regencia.
La autora de Sentido y Sensibilidad o Emma nació en 1775, y su familia formaba parte de la gentry, la clase alta de la Inglaterra rural que tenía dinero aunque no era noble. Como sus conocidos y sus parientes, sus vecinos y todos aquellos que le invitaron a los bailes, los tés o cualquier evento social que posteriormente le inspiraron para escribir sus libros.
Las protagonistas de Las Bucaneras, preparadas para la gran cita social de la época, un baile. /
«Las mujeres solteras tienen una terrible propensión a ser pobres, lo cual es un argumento muy fuerte a favor del matrimonio», escribió la novelista a su sobrina Fanny en una carta. Y es que en la vida de una mujer todo estaba destinado a que se casase con un hombre que le diese dinero o posición, no amor. Y para ello estaban los bailes.
Presentes en sus novelas tanto como en su vida, los bailes eran algo más que un acto social, eran el preludio del amor. Eso si, cómo nos recuerda este Petit Four, existían unas normas muy rígidas: era el hombre el que invitaba a bailar, no se podía bailar con alguien si no te lo habían presentado antes y, por supuesto, no se podía pedir un baile a una mujer casada.
De Elizabeth Bennet a Marianne Dashwood, pasando por Anne Elliot o Fanny Price, las mujeres de Austen eran heroínas a contra corriente que, a pesar de que casarse era de vital importancia para ellas a nivel económico y social, soñaban con el amor romántico que les permitiese tenerlo todo.
Keira Knightley y Matthew Macfadyen en una imagen de la adaptación de la novela de Jane Austen, Orgullo y prejuicio. /
Para ello las mujeres eran instruidas en los buenos modales femeninos, y cualquier familia de la gentry tenía en su casa un manual, escrito por un hombre, con el que educar a sus hijas, de las que se esperaba docilidad y obediencia. Lo contrario que las protagonistas de los libros de Austen. Pero no todo se dejaba en manos de la forma de ser, y en el éxito o el fracaso de una relación que llevase al matrimonio también jugaba un papel muy importante la apariencia.
Por ello, en el libro de la editorial Alma, la vestimenta tiene un capítulo completo, en el que se analiza cada parte de los atuendos de las mujeres, desde los vestidos de mañana, simples y sin adornos, a los de noche, en los que se descartaban los tonos oscuros, para no pasar desapercibidas a la luz de las velas. La desaparición de los zapatos de corte, la invención del bolso o la diversidad de prendas destinadas a protegerse del frío, son otras de las temáticas que aborda este libro ilustrado lleno de detalles curiosos.
Las costumbres culinarias, que no han variado nada en los últimos tres siglos y por eso la gastronomía británica es horrible , el nacimiento de la costumbre de tomar el té y la merienda inglesa, práctica que se debe al hambre que sintió una tarde la duquesa de Bedford, Anna -Maria Stanhope Russel, o pasatiempos como los jardines o los duelos en defensa del honor son algunos de los temas que encontramos en el capítulo dedicado a las costumbres de la gentry.
A la hora de adornar los estillismos con los que acudía a las fiestas hay un hombre, que hoy ha vuelto a nuestras vidas gracias al cine, que tenía gran importancia, Napoleón. Y es que el gusto del emperador francés por excavar en Pompeya puso de moda los camafeos, la joya más típica de la Regencia, que estaban presentes en collares, pulseras, tiaras y pendientes, a juego estos últimos con broches y gargantillas.
Y como españoles hay en todas partes, en Jane Austen. Vida privada en la Regencia, también hay uno, el menorquín Juan Femenías Floris, que abrió una barbería en Jermyn Street y no tardó en convertirse en el fabricante de peines de punta suave de Jorge IV. Sus fragancias frescas y sus cepillos fueron, y siguen siendo, codiciadísimos en la capital británica, y entre sus clientes estuvo otra gran escritora inglesa, Mary Shelley, que cuando se encontraba en el extranjero le pidió a un amigo que le enviase dos cepillos de Floris.