La novela histórica es un género que nunca pierde interés, y buena prueba de ello es el último Premio Planeta , porque el pasado está lleno de historias interesantes que merecen la pena ser contadas. Como la que nos trae Harriet Constable en su novela, La violinista (Planeta), con la que la periodista y escritora londinense debuta en la literatura. Un relato apasionante que nos acerca un aspecto de la biografía de Antonio Vivaldi, el afamado compositor de Las Cuatro Estaciones, desconocido hasta ahora.
«Descubrí esta historia en 2019 y fue un poco por accidente», explica Constable en una entrevista concedida hace unos días en Madrid. «La encontré en un libro que había en el apartamento de alquiler en el que me estaba quedando. Lo estaba ojeando y llegué a una línea que decía: Antonio Vivaldi enseñó en un orfanato en Venecia durante casi toda su carrera y sus alumnos eran exclusivamente mujeres y niñas sin las que no podría haber creado su música.»
Esta revelación le llevó a sentirse «frustrada al descubrir esta información, me pregunté por qué no lo sabía ya. Y comencé a preguntarles a músicos y compositores si habían oído hablar de estas chicas.» La respuesta fue negativa. Constable se dio cuenta entonces de que «este es un hecho realmente vital, no contado y verdadero que cambia nuestra perspectiva de la Historia». Y fue entonces cuando se «encendió su pasión» por contarlo.
La violinista, novela que ya podemos encontrar en librerías, se ambienta en la Venecia del siglo XVIII y cuenta la historia de las huérfanas del Ospedale della Pietá a través de Anna María. Una de las 300 niñas que crece en este orfanato, donde algunas de ellas encuentran en la música una forma de afrontar su duro día a día y de asegurarse un futuro, de normal incierto ante la posibilidad de que el matrimonio concertado sea su destino.
Para Anna María, que se convierte con mucho esfuerzo y sufrimiento en una virtuosa del violín, «la música habría sido la luz en su vida», aclara Constable, «que de otro modo sería bastante oscura y traicionera». Y por ello la autora recurre a la sinestesia para explicar los sentimientos que la música y el violín producen en la joven protagonista, de tan solo 8 años, cuando se convierte en alumna de Antonio Vivaldi.
«La música fue su potencial y su oportunidad« y con la sinestesia «sentí una manera de expresar esta luz, esta oportunidad en la vida de Anna María. También fue una forma de demostrar los pensamientos hermosos y creativos que creo que debió de haber tenido», explica entusiasmada Constable, que añade que la relación de los colores con las notas musicales «fue una forma de darle vida a esa música de una manera que la hiciera sentir vívida y acogedora para cualquier lector. Sólo quería que la gente se deleitara con ella porque era muy emocionante en esa época.»
A lo largo de las más de 400 páginas de La violinista, la escritora evita nombrar al compositor veneciano, a pesar de que la referencia es evidente y en la sinopsis del libro se menciona. La omisión viene dada porque la escritora británica «quería que abordáramos la historia desde una perspectiva nueva, animarnos a mirar nuevamente lo que creemos saber, porque esta historia demuestra que junto a Anna María hay cientos de mujeres músicas talentosas.»
Para Constable, las huérfanas de la Pietá, que «vivían constantemente en el filo de la navaja, entre triunfar como grandes músicos o ser olvidadas» a pesar de que llegaban «a tocar para reyes y reinas, y ganaban dinero», es una buena muestra de que la historia de Vivaldi «es mucho más compleja, matizada y colorida de lo que hemos sabido hasta ahora.«
«Creo», prosigue, «que eso cambia nuestra forma de pensar sobre el mundo actual y lo que podemos imaginar para nuestro futuro. Porque, si un grupo de niñas huérfanas discapacitadas del siglo XVIII podían contribuir a las piezas de música clásica más famosas del mundo, ¿cómo podría eso cambiar lo que creemos que somos capaces de hacer las mujeres en la actualidad?»
Según los libros que ha consultado la autora para escribir La violinista, se calcula que alrededor de 800 mujeres pasaron por la institución en la que Antonio Vivaldi enseñó durante casi tres décadas, en dos periodos diferentes de su vida. Y aunque el retrato que hace Constable del maestro de Anna Maria no se excede en la crítica, porque tampoco es esa su intención, al lector no le resultará difícil cambiar su opinión, o crearse una, sobre él cuando termine el libro.
«En mi investigación», explica, «descubrí algunos de los elementos más tóxicos de su personalidad», pero también tuvo que «repasar libros desde la perspectiva de Vivaldi y aprender mucho más y desarrollar empatía por él. Estaba enfadada por aprovecharse de las estudiantes, y frustrada con el sistema que continúa perpetuando el beneficiarse de aquellos que son menos poderosos».
A la hora de dar los primeros pasos para escribir La violinista, Constable convirtió la Biblioteca Británica de Londres en su segunda casa, y allí revisó libros sobre el compositor, pero también sobre la institución en la que trabajó. Fue entonces cuando descubrió que Anna María de la Pietá era «una superestrella del siglo XVIII que era vital para Vivaldi, muy especial para él. Descubrí detalles como que compró un violín solo para ella, compuso música solo para ella».
Teniendo entre las manos una investigación de treinta mil palabras para escribir «un libro sobre tocar el violín y componer música», Constable se dio cuenta de que «no sabía hacer ninguna de esas cosas». Y decidió recibir « lecciones de violín, ví cómo se fabricaban y leí muchos libros sobre cómo tocarlo, además de la relación de los prodigios con su instrumento. Para ellos conocerlo es como encontrar a su alma gemela, una relación profunda difícil de entender para nosotros, simples mortales, que simplemente escuchamos música o tocamos instrumentos mal como yo», confiesa sonriente.
Y como aprender a tocarlo «fue muy frustrante porque es muy difícil hacerlo bien y muy doloroso escuchar tocar mal el violín», acabó pidiéndole a su profesora que tocase para ella, «como si yo fuese una superestrella, simplemente me sentaba y escuchaba».
La autora de La violinista se muestra tan fascinada por «la magia de ese instrumento» como por Venecia, la ciudad en la que se desarrolla la historia y en la que pasó un mes «recorriendo sus calles laberínticas mientras escuchaba Las Cuatro Estaciones en mis auriculares. Fue como un método de actuación, porque descubrí que fingir ser ella era la mejor manera de generar diálogo» entre ambos personajes.
También tuvo la oportunidad de conocer dónde se encontraba el Ospedalle della Pietá, un lugar que «había imaginado que sería trágico» y estaría situado «en algún lugar húmedo y apartado de Venecia» y descubrió que estaba «ocupando algunos de los terrenos más prestigiosos» de toda la ciudad, y que en la actualidad acoge el Hotel Metropole.
Esa ubicación «cambió por completo mi comprensión de estas mujeres y niñas y de lo que lograron y tuvieron que superar. Porque esto no era solo un orfanato», sino «un lugar en el que habrías sentido un gran orgullo». Para la autora «ver ese edificio me ayudó a comprender lo extraordinarias que eran estas mujeres y niñas, pero también cuán respetadas, capaces y exitosas fueron.»
Y a trasladar con eficacia a su novela el ambiente de una ciudad tan fascinante como misteriosa que «se convirtió en un personaje extra del libro, un gran regalo con el que jugar como escritora». El resultado es una reveladora historia que, sin duda, nos hace ver, y escuchar, de forma diferente las composiciones del músico veneciano.
20 de enero-18 de febrero
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