activista real Hablamos en exclusiva con lady Amelia Windsor, la nieta del duque de Kent: «En Londres soy bastante anónima, nadie me reconoce, que es algo que me va muy bien»

A Amelia Windsor le encanta Beyoncé, El Rocío y los viajes en soledad, pero la modelo sueña con echar raíces en un jardín propio.

Lady Amelia Windsor con vestido y bolso de Chloe, botas de Celine by Hedi Slimane y anillode Pomellato. / Fotografía: Jorge monedero / estilismo: sandra Solé

Manu Piñon
Manu Piñon

Lady Amelia Windsor (Cambridge, 1995) ha decidido emprender su propio camino. ¿Grandilocuente? No, literal. Un coche la esperaba a la puerta de su casa, listo para conducirla a la sesión de fotos, pero ella ha preferido caminar esta mañana. Para cuando el chófer advierte al equipo de producción de que no localiza a la nieta del duque de Kent , ya está entrando en la localización.

Con su abrigo verde de plumas hasta los tobillos, sneakers blancas y camiseta negra, Mel –como la llaman cariñosamente su familia y amigos– pasa desapercibida por las calles de Hackney, el barrio al norte de Londres que fue revitalizado hace dos décadas por artistas y músicos.

«Sí, soy bastante anónima, nadie me reconoce, algo que me va muy bien», asegura la modelo con una sonrisa de alivio. También lo hace con determinación. No quiere dar pie a preguntas sobre su familia, las reverberaciones del apellido Windsor o cualquier cuestión que sea ligeramente royal.

Los intentos en esa dirección, lo contesta con educación exquisita y mirada comprensiva, pero trasluce una pizca de cansancio y fastidio. Aunque no quiere entrar a discutirlo tampoco, a juzgar por entrevistas que ha dado desde que ocupó su primera portada en la revista Tatler, en abril de 2016, se ha encontrado con retratos en los que no se reconocía.

La verdadera historia de Amelia Windsor, a través de sus tatuajes

Frente a lo que pueden escribir otros, la verdadera historia de Amelia Windsor está grabada en su piel, en los tatuajes que tiene repartidos por el cuerpo. Un poco encima del omóplato, se ve un pequeño tigre, como el del poema de William Blake que solía recitarle su padre, George Windsor, conde de St Andrews.

En la parte interior del brazo izquierdo, tres oseznos en fila hacen que siempre tenga presente a sus dos hermanos mayores, Edward y Marina. «Los vimos una vez en Vancouver, Canadá, yendo a visitar a mi abuela materna, y fue precioso. Estaban los tres juntos y nos pareció una bonita manera de recordarnos entre nosotros». ¿Se lo hicieron los tres? «No, mi hermana no lo tiene. Siempre dice que se lo va a hacer, pero no la creo», asegura entre risas.

En el brazo derecho, debajo de un Sol y una Luna, un dibujo con trazo en apariencia infantil habla al fin únicamente de Mel. «Es una chica bailando», explica mientras lo recorre con los dedos. «Tiene que ver con mi lema vital: «No te preocupes, pronto estarás bailando».

Amelia Windsor lleva vestido y botas de Louis Vuitton. La pulsera es de Pomellato. Fotografía: Jorge monedero / Estilismo: Sandra Solé.

Un accidente con una plancha unos días antes ha dejado una quemadura a los pies de la niña, como si con tanto movimiento hubiera salido propulsada como un cohete. Algo de esa agitación tiene su vida en Londres, que al margen del trabajo consiste en quedar con amigos, acudir a galerías –«¡Siempre hay tanto arte que ver aquí!»– y, cómo no, salir a bailar a los clubes de moda de la capital: The Cause, Printworks, Corsica Studios...

Durante la sesión de fotos, cuando suena Cuff it, la canción de Beyoncé, algo se activa en Amelia. Mueve los labios encajando cada palabra de la letra y da alguna muestra de cómo es cuando está con sus amigas en la pista de baile. Al comentárselo más tarde sonríe de nuevo, como si la hubiéramos pillado in fraganti. «¡ Me encanta Beyoncé! Aunque, ¿a quién no le gusta? Es una mujer sensacional, es una artista increíble que se ve que disfruta sobre el escenario. Sabes que se lo está pasando bien», asegura. En junio por fin la verá en directo en Londres. «¡Me muero de ganas!».

Por un instante, pierdo el hilo de la conversación, imaginando a lady Amelia Windsor, 42ª en la línea sucesoria a la corona británica, en el concierto, entre la multitud, elevando la mano y mostrando su dedo sin anillo mientras suena Single ladies. Descarto compartirle la escena que he imaginado. Para cuando he vuelto al precioso estudio-invernadero, Mel está esperando alguna pregunta mientras come chocolate negro y da sorbos a su taza de té.

MUJERHOY. Hizo su primera portada en 2016 y desfiló poco después para Dolce & Gabbana en Milán, pero entonces era una estudiante de idiomas en la Universidad de Edimburgo. ¿Cuándo supo que sería modelo?

AMELIA WINDSOR. No lo sé. Me ofrecieron participar en aquella sesión que no sabía que acabaría siendo una portada y acabé diciéndoles que sí. No me lo había planteado, pero fue una experiencia bonita y estoy muy agradecida por aquella oportunidad.

Amelia Windsor con corsé y pantalón de Dior y pulsera y pendientes de Pomellato. Fotografía: Jorge monedero / Estilismo: Sandra Solé.

No pensó que acabaría haciendo una carrera.

Simplemente me dejé llevar, fluir de forma natural. Así han ido surgiendo propuestas muy interesantes para hacer cosas distintas, desde diseñar una línea de zapatos a colaborar con causas con las que me identifico. Este trabajo ya no consiste solo en desfilar por la pasarela o hacer editoriales de moda. Eso es lo que lo hace interesante. En mi caso, lo que sé es que me gusta trabajar con diferentes marcas con las que me identifico y a las que admiro.

Ha colaborado con unas cuantas firmas españolas, como Pretty Ballerinas o La Manso. ¿Siente una conexión especial con nuestro país?

No tengo vínculos familiares con España ni nada por el estilo, pero la moda española me encanta, me parece fantástica, con mucho color y muy divertida, especialmente cuando se trata de marcas pequeñas e independientes que tienen una historia bonita detrás. Muchas llegan a mi agencia, pero con otras he conectado a través de Instagram, por intereses comunes.

En abril de 2020, durante el confinamiento, compartió una foto vestida de flamenca.

¡Sí! En ese momento quise recordar uno de mis viajes favoritos, cuando unos años antes me llevaron a El Rocío para una campaña de Penelope Chilvers. Aquello fue precioso. No llegué a ver cómo sacaban la imagen de la Virgen, pero sí que disfruté del ambiente, con la gente cantando y bailando flamenco, con todos aquellos caballos, los preciosos vestidos... Fue un viaje muy especial.

Amelia lleva chaqueta y pantalón de ELV Denim, top blanco de Cortefiel y botas de Hunter. Fotografía: Jorge monedero / Estilismo: Sandra Solé.

Ha contado en otras entrevistas que le gusta mucho viajar sola. ¿Qué le aporta?

Es una experiencia muy contemplativa y eres dueña por completo de tu tiempo. También te permite conocer gente, hablar con ellos y ser un poco más abierta con todo el mundo. Me encanta, me transmite mucha paz.

Aparte de experiencias, fotos y recuerdos, ¿qué suele traer de cada viaje?

Imanes para la nevera. Empecé a hacerlo unos años atrás y ahora tendré, no sé, ¿veinte? Quizás menos. Es una manera bonita de tener presentes los sitios a los que he ido.

Colabora con unas cuantas ONGs centradas en la sostenibilidad y el medio ambiente, como Blue Marine Foundation, No More Plastic o Fashion Roundtable, pero me intriga su trabajo en defensa de los gorilas.

Sí, son los gorilas del río Cross, en la frontera entre Camerún y Nigeria. Están en peligro de extinción. Desde Cross River Gorilla Project me contactaron para ser su patrona de honor y me interesó mucho lo que hacían para proteger no sólo a esta especie, sino también la biodiversidad local y apoyar a las comunidades que viven allí.

¿Ha visitado a esos gorilas?

No, quizás algún día surja la ocasión de pasar tiempo con ellos. Aunque, bien pensado, creo que ya han tenido suficiente intervención por parte de los humanos.

¿Cuál es el origen de su compromiso verde?

Supongo que es fruto del aprendizaje vital, pero también de la necesidad. Cada día descubro algo que incorporo a mi vida. Es cuestión de ser responsable. Me aseguro de que las firmas que visto están comprometidas con los principios en los que creo.

Amelia Windsor lleva chaqueta, pantalón, cinturón y zapatos de Tod's. Los pendientes son de Louis Vuitton. Fotografía: Jorge monedero / Estilismo: Sandra Solé.

¿Y no es cada vez más difícil saber si es cierto o sólo una cuestión de imagen?

Tienes que informarte bien, con eso es suficiente. Para mí es muy obvio cuando alguien lo hace por convicción o por apariencia. Mother of Pearl, por ejemplo. Hace poco vi el documental sobre su diseñadora, Amy Powney, Reinventando la moda, y me resultó fascinante cómo relata la experiencia de hacer una colección en la que conoce el origen de los materiales, asegurándose de que todos los procesos sean sostenibles y responsables. También las dificultades tremendas con las que se encuentra.

¿Qué se ve haciendo en un futuro no muy lejano?

Quiero escribir y trabajar al aire libre, viajar mucho más y dedicarme a la jardinería.

¿A la jardinería?

Sí. Aquí en Londres acudo a los huertos comunitarios, unos sitios maravillosos. Es muy terapéutico. Me sirve para echar raíces, para conectar con la tierra. Como me muevo tanto de un lado para otro no puedo tener un jardín propio, que sería mi sueño. Leo muchísimo sobre el tema, a gente como Claire Ratinon o Alice Vincent.

¿Por qué a los británicos les apasiona tanto la jardinería y la horticultura?

¿No es le gusta a todo el mundo? Tendría que enseñarse en las escuelas. La gente debería saber de dónde viene lo que come y necesita estar conectada con la tierra.

Amelia mira alrededor, rodeada de verde, en este invernadero desde cuyos techos cuelgan lianas, hiedras y plantas trepadoras, en cuyos suelos y muebles las macetas se agolpan, y todo parece cobrar sentido. Incluso la paradoja de que una mujer en permanente movimiento, esa pequeña bailarina que lleva tatuada en el brazo, tenga unas convicciones firmes, unas raíces reales.

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