Leonora Carrington pintando su cuadro Nunscape en Manzanillo, ca. 1956. /
Revelación (Fundación Mapfre, Madrid, 11 febrero-7 mayo 2023) no es una exposición normal. El universo surrealista de Leonora Carrington (una de las mujeres artistas que deberías conocer) te hará preguntarte qué esconden los animales y figuras híbridas de sus lienzos, qué le sucedió en la vida para crear un mundo tan único.
Leonora Carrington nació en 1917 en Crookhey Hall, una mansión neogótica en el noroeste de Inglaterra que parece salida de una historia victoriana de fantasmas. En su infancia fue hechizada por las historias de hadas y las leyendas celtas que le contaban su madre irlandesa y su nanny.
Como en todos los cuentos, su historia tiene un malvado. Su padre, un rico industrial textil, intentó dibujar el destino de su única hija con dos únicos trazos: ser presentada en sociedad ante el rey Jorge V, el abuelo de Isabel II, y casarse dentro de la alta sociedad.
Expulsada por «ineducable» de varios colegios religiosos, consiguió que su madre apoyara su intención de formarse como pintora. La primera metamorfosis artística de Leonora Carrington comenzó en la academia de Miss Penrose en Florencia (Italia), y continuó en París y en Londres.
Sus primeros universos creativos estaban ya poblados por especies animales híbridas y figuras femeninas poderosas, cuando el surrealismo cambió su destino con tan solo 19 años. El artístico, tras visitar la primera primera exposición de arte surrealista organizada en Gran Bretaña, y el vital, al conocer en una cena al mujeriego Max Ernst. Cayó bajo el embrujo de ambos. Y uno de ellos la acompañó toda su vida.
La pareja huyó de su padre, que no aprobaba su relación con un hombre casado 36 años mayor que ella. Primero a Cornualles y después a París y a Saint Martin d'Ardèche, en el sur de Francia. Su admisión en el círculo de los artistas surrealistas de Picasso, Dalí y André Breton fue una época de creatividad en la que publicó sus primeros libros y participó en exposiciones.
Pero chocó con sus ideas retrógradas sobre las mujeres, a las que dividían entre hechiceras y niñas. Solo les interesaba que ella posara para ellos. «No tuve tiempo de ser la musa de nadie… Estaba demasiado ocupada rebelándome contra mi familia y aprendiendo a ser una artista», escribió.
Leonora Carrington, Green Tea, 1942. Oléo sobre lienzo 61 x 76,2 cm. The Museum of Modern Art, New York. Gift of Drue Heinz Trust (by exchange), 2019. /
En 1939 no pudo huir de la guerra. Cuando los nazis (que consideraban degenerado el arte surrealista) amenazaban las fronteras francesas, Max Ernst fue enviado a un campo de concentración por su nacionalidad alemana. Leonora Carrington llegó a España y aquí sufrió uno de los sucesos que marcaron su vida y su obra.
Tras el trauma causado por la violación en grupo a manos de un grupo de soldados requetés, su padre (con la colaboración del embajador británico) la hizo ingresar primero en un convento de monjas, que no pudieron dominarla, y después, durante alrededor de cinco meses en un psiquiátrico en Santander regentado por los doctores Mariano y Luis Morales.
Según ella escribió pocos años después en su libro Memorias de abajo, fue su activismo político, motivado por su miedo a los nazis, la psicosis contra la que intentaron curarla mediante inyecciones de cardiazol. Un medicamento que causa convulsiones y espasmos similares a los del electroshock, además de sentimientos depresivos y de muerte.
Una experiencia límite entre la lucidez y la enfermedad mental, la vigilia y el sueño, un lavado de cerebro y anulación de la voluntad que ella definió como «tortura». El tratamiento no acabó con su espíritu independiente y su surrealismo, pero no volvió a hablar con su padre desde entonces.
Logró escapar del control paterno, que envió a su nanny en submarino para trasladarla a otro sanatorio en Sudáfrica, en 1941 refugiándose en la embajada de México en Lisboa. Allí se reencontró con Max Ernst, que quiso volver a retomar su relación con ella, aunque en ese momento mantenía un romance con la coleccionista de arte Peggy Guggenheim, otro alma libre como Leonora.
Prefirió casarse por conveniencia con el diplomático mexicano Renato Leduc, amigo de Pablo Picasso, al que había conocido en París. Juntos viajaron a Nueva York antes de instalarse en México, donde se divorció de Leduc y se casó con Emérico 'Chiki' Weisz, un fotógrafo húngaro que había trabajado con Robert Capa.
Leonora Carrington, Molly Malone's Chariot, 1975. Óleo sobre lienzo, 110 x 100 cm. Colección particular. Cortesía ARTVIA. /
Comenzó en 1946 en Ciudad de México una etapa muy creativa y estable. Estuvo casada con Chiki, con quien tuvo dos hijos, hasta la muerte del fotógrafo a los 95 años. Aunque Leonora reconoció en algunas entrevistas que su sexualidad no la dejó en paz y mantuvo relaciones con otros hombres, el poeta Octavio Paz entre ellos.
No obstante, las relaciones más importantes que tejió fue su amistad con la fotógrafa Kati Horna y la pintora española Remedios Varo, casada con el poeta francés Benjamín Peret.Frida Khalo llamaba «brujas europeas» a este círculo de artistas exiliadas que no rendían pleitesía a Diego Rivera y el círculo de intelectuales mexicanos. Entre las tres crearon en un rincón de México («el país más surrealista del mundo», según Breton) un refugio para el surrealismo donde las mujeres (por una vez) eran el centro de un mundo donde había un lugar especial para la magia. Fue una figura clave del Movimiento de Liberación Femenina de México en la década de 1970.
Leonora Carrington siempre quiso volar tan libre como lo hacía su imaginación cuando pintaba, como recordaba su amiga Elena Poniatowska en la biografía novelada que le dedicó, Leonora. Le gustaba escandalizar untándose, por ejemplo, los pies con mostaza en un restaurante elegante o confundir incluso al propio Luis Buñuel (otro exiliado que encontró en México refugio para su surrealismo) dándose una ducha completamente vestida.
Por el contrario, no le gustaba participar en el juego de la autopromoción. A pesar de ello, su prestigio artístico se extendió por México y Estados Unidos, donde vivió durante varias temporadas. Actualmente, sus obras forman parte de las colecciones del MoMa de Nueva York, la Tate Gallery en Londres, la colección Peggy Guggenheim en Venecia y el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México.
Además, sus esculturas de cobre se pueden encontrar en las calles de varias ciudades mexicanas, como el Cocodrilo del Paseo de la Reforma en Ciudad de México. Desde 2018, el Museo Leonora Carrington, con sedes en Xilitla y San Luis Potosí, difunde su obra, incluidos los numerosos libros (como La trompeta auditiva) que publicó. En 2011 falleció a las 94 años la artista que rompió con las reglas sociales y artísticas y huyó a un mundo espiritual donde (bajo la forma de un caballo blanco) logró convivir con las criaturas mágicas de los cuentos con los que creció.