Vestido largo de tirantes con volantes, de Jorge Vázquez. /
«Mis canciones son un poco tristes, porque yo soy un poco triste». Nadie lo diría hablando con Luna Serrat, una creadora en plena ebullición . Muy joven (solo 25 años), cargada de energía, sonriente y dispuesta a comerse el mundo del arte desde el esfuerzo y el trabajo, y desde un compromiso cada día un poco más urgente.
«De mi juventud dorada», canta su abuelo, Joan Manuel Serrat, tomando los versos de Machado, y ella, feliz en esa juventud, recorre ahora el camino del t odo es posible. Eso sí, lo hace paso a paso y todavía con algunos temores.
Licenciada en Periodismo y Comunicación, hizo un Máster en Liderazgo de Empresa –«porque ya no sabía qué hacer», reconoce–, cuando todavía estaba tentando el futuro. Dedicó cuatro años al periodismo musical en la radio, hasta que un día dio el primer portazo. Abandonó el trabajo y Barcelona, y llegó a Madrid para estudiar interpretación.
Apasionada del teatro, la nieta mayor de Serrat siguió estudiando y formándose en la música. Un poco de piano en casa, aprendiendo con el ordenador, una profesora de canto... y horas componiendo letras y melodías.
Los estudios, el alquiler de su casa y sus gastos los cubre de sobra con lo que gana como influencer (65.000 seguidores), pero tiene claro que ese no es su camino, aunque de momento sea su principal escaparate público. «Nunca me ha gustado mucho lo de las redes sociales, pero ahora me cuesta más exponerme cuando no me apetece. Hay días en los que desaparecería», reflexiona.
Por eso, ha encontrado un aliado en las palabras y ahora incluye textos en sus post. «Cada vez soy más yo, y eso me hace sentir orgullosa. Publico las cosas que me preocupan sobre política, deporte... asuntos que merecen ser publicados. No me gusta ponerme a subir solo looks. Porque no me define y porque no creo que a la gente le interese», reconoce la hija de Queco Serrat y la modelo Mercedes Doménech.
«Estamos creando a los jóvenes una necesidad de cosas ridículas, mientras que hay muchísimas cosas interesantes que merecen ser compartidas. Y esas, para mí, son la cultura, el cine, el deporte. Por ejemplo, he decidido no subir fotos en biquini. Me siento sexualizada y no me da la gana, porque estoy estudiando muchas cosas para que me valoren por mi cabeza, no por mi cuerpo. Y lucharé cada vez más por ello». Puñetazo en la mesa. Ahora toca seguir estudiando y trabajando.
luna serrat
De momento, ya ha dado sus primeros pasos. Este año ha participado en una obra de teatro, creada por los alumnos de la escuela Raquel Pérez Formación Actoral, donde estudia. Son casi todas mujeres y eso le gusta. «Yo me rodeo de mujeres: la directora de mi escuela, mis compañeras... Y tengo una conexión muy especial con mi madre y con mi abuela. En este trabajo, como en la mayoría, casi todos son hombres: directivos, guionistas... Pero, poco a poco, lo vamos consi- guiendo. Tengo mucha esperanza en el mundo artístico».
El deporte enfocado en la salud, el consumo excesivo de plásticos, algunos asuntos políticos y, sobre todo, la cultura son sus principales intereses. Siempre después de su prioridad, la interpretación. «Lo sabía desde pequeña, pero en el colegio nunca me dieron esa opción, allí tenía solo Ciencias o Letras. La orientadora me dijo que tenía un don para la creatividad: el piano, la guitarra, cantar, escribir, pintar... todo lo que tiene que ver con el arte. 'Tienes que ser arquitecta', me dijo».
Pero como la Arquitectura no le gustaba, decidió orientarse a la comunicación... y a la música. Como periodista musical, ha aprendido «a estar en el otro lado. Y creo que todos los que nos queremos dedicar a esto deberíamos aprenderlo. Hay que saber que también hay mucho trabajo detrás del nuestro: técnicos, iluminación, vestuario, maquillaje... Vivir eso me ha hecho empatizar mucho con quienes trabajan detrás y me ha enseñado a no creerme nada que no soy. Veo la actitud de algunas compañeras y pienso que, si supieran que para hacer nuestro trabajo, hay quienes llevan ya horas trabajando... A mí me ha venido bien».
Con esa experiencia en el bolsillo y una representante –«Lo más duro para un actor es encontrar a alguien que confíe en él. Yo ya lo tengo, así que tengo parte del camino hecho. Ahora sólo me queda trabajar muchísimo y un poquito de suerte», reconoce–, Luna prepara su siguiente papel en el teatro y su primer álbum.
«Me encantaría interpretar personajes muy alejados de mí, que no me encasillaran como niña pija y tonta». Ahora, explica, está de moda en los castings «que el papel se adapte al actor, y para los que hemos estudiado teatro, eso da mucha rabia». También le da coraje tener que enfrentarse a esa etiqueta de niña que lo tiene más fácil por venir de donde viene.
«Yo sé quién soy, y no paro de trabajar. Es cierto que me han dado una vida muy bonita, me han apoyado mucho y me siento muy agradecida por ello. No es algo que vaya a ocultar, pero reconozco que he vivido avergonzada, porque sé que tengo muchas facilidades. Aunque creo que las podría aprovechar más».
«La música me da más respeto –asegura–. Lo primero, porque no me he formado, sino que he ido aprendiendo en mi casa, con mi ordenador. Y lo segundo, porque en mis canciones hablo de mi expareja, de mi padre, de mi abuelo, de mi hermana... Me da respeto que la gente tenga esas armas para luego descubrirme. En la interpretación, sin embargo, parto de un personaje y nadie puede llegar a saber quién soy», reflexiona.
De momento, le sigue pesando la mochila de su abuelo. «Me siento muy orgullosa y me da mucha seguridad pensar que tengo a alguien así en mi vida, pero me asusta que me comparen con él. Si alguien pretende que yo sea Joan Manuel Serrat y que escriba Mediterráneo, lo lleva claro. No creo que pueda hacerlo ni yo ni nadie. Para cualquiera es complicado hacer sentir orgullosos a sus padres y a sus abuelos, pero imagínate si además es el mejor en su oficio. Es mucha presión, aunque sea una presión autoimpuesta».
«Si puedo pasar desapercibida, lo prefiero. Es verdad que el apellido es reconocido y que a veces no me queda otra que la gente sepa de quién soy nieta», asiente. Pero, sea como sea, parece dispuesta a dar el primer paso y el año que viene espera arriesgarse con la música.
«Lo único que me falta es valor, nada más. Me falta sentirme segura con eso y ¡ojalá me arriesgue!, salga bien o salga mal. Tengo ya los temas y las melodías para un álbum, pero aún necesita mucha producción. Ahora estoy a tope con el teatro y no creo que pueda hacerlo todo a la vez. Pero, ¡ojalá lo hubiera hecho antes!».