Beatriz Serrano es la finalista del Premio Planeta 2024 con su libro Fuego en la garganta, ya en librerías. / /
«Entonces buscó todo aquello en internet». Ahí arranca Fuego en la garganta, la novela finalista del Premio Planeta . No porque sea la primera frase, sino porque es la que desata todas las demás. La primera búsqueda internáutica que hace Blanca, la protagonista, ya es definitiva: «¿Se puede matar a alguien con el pensamiento?». Lo siguiente es una coctelera en la que se agitan Charles y Marilyn Manson, Edgar Allan Poe, por supuesto Frankenstein y Drácula, Kafka, Salinger y hasta Albert Camus, mientras suena The Cure o Joy Division.
La cocina literaria y existencial de su autora, la periodista Beatriz Serrano (Madrid, 1989), es así de mestiza. La macedonia está en su efervescente cabeza. Te lleva de Annie Ernaux a Madame Bovary sin despeinarse, pasando por su adorado Chuck Palahniuk, el irreverente autor de El club de la lucha.
En sus páginas nos topamos con una preadolescente con poderes sobrenaturales asomándose a lo desconocido, una bruja en un aquelarre digital, una Perséfone del chat o, tirando de tópico, un ser libre encerrado en una habitación. El primer internet abrió de par en par las ventanas de los solitarios. Ese es el conglomerante de esta novela.
De todo esto, y también de la vida y milagros, hemos hablado con Beatriz, que creció en Alfafar, uno de los pueblos valencianos de la zona cero de la DANA . La tragedia, cómo no, también ha saltado a la conversación, que termina siendo providencialmente catártica. Falta decir que la novelista es carne de pódcast: Arsénico Caviar, pero sin compasión.
MUJER HOY. Lo primero, ¿cómo ha vivido la tragedia de la DANA en su ciudad de adopción?
BEATRIZ SERRANO. Ha sido horrible. Para que te hagas una idea, una de las fotos que se hicieron virales con todos los coches amontonados se sacó cerca de mi casa. Yo tuve la suerte de que mi madre se quedó a dormir en el trabajo, no porque le llegase ningún mensaje, sino porque las vecinas le dijeron que ni se le ocurriera volver. Estoy rabiosa con toda la gestión que se ha hecho y al mismo tiempo emocionada por cómo se ha comportado el pueblo. Hay que recordar que es una zona de Valencia de clase trabajadora y recuperarse va a ser muy difícil.
Finalista del Premio Planeta, nada más y nada menos. ¿Estaba preparada para el éxito? Esto ya es rozar el cielo editorial.
Cuando subí al escenario dije: «Esto parece un fallo Matrix, un fallo del sistema» porque para mí es algo inaudito. Viniendo de una profesión tan precaria como el periodismo, de pronto recibir un premio tan mediático, tan mainstream, estar ahora mismo respondiéndote en la suite de un hotel, no te puedes imaginar lo que significa. Mis dos anteriores novelas las escribí levantándome a las cinco y media de la mañana antes de empezar mi jornada laboral porque por las tardes soy peor escritora. El premio significa libertad, poder escribir con la luz del día y no tener que preocuparme a medio plazo por cosas que antes me tenían sin dormir. No sé si hablo mucho de dinero con este premio, pero es algo que me ha cambiado radicalmente la vida.
Beatriz Serrano es amante de Chuck Palahniuk pero también de Dostoievski. / /
Entrando ya en materia, ¿por qué escribe?
Por la misma razón por la que de pequeña jugaba en el patio de recreo. O sea, no voy a entrar en este rollo que detesto de escribo porque me nace de dentro, porque tengo una pulsión. Escribir para mí es como jugar, me permite inventar otros mundos. Escribo porque me lo paso en grande.
¿Y se lo pasa igual leyendo?
Sí, yo creo que leer y escribir son las dos únicas actividades legales, por decirlo así, con las que me olvido del tiempo. Por no hablar de cuando me pillo una borrachera o algo por el estilo. Me hace sentir tanto gozo estar tumbada en mi cama escribiendo que ojalá después poder transmitir lo mismo a algún lector.
¿Qué libros lee, a qué autores? Hay un montón de títulos y nombres desperdigados por la novela, pero no sé si se corresponden con sus gustos.
Creo que cada día podría darte una respuesta distinta. Por hablar de autoras que me gusten muchísimo, que me leería de ellas hasta la lista de la compra... Estoy pensando en Elena Ferrante , Annie Ernaux, Amélie Nothomb u Ottessa Moshfegh, que me encantan . De autores me flipa Bret Easton Ellis o Chuck Palahniuk. Pero también me chifla Dostoievski, aunque con esto voy a sonar antigua.
Bueno, son clásicos y los clásicos siempre son modernos.
Cuando me preguntaban por inspiraciones de mi anterior libro, El descontento, mucha gente se sorprendía porque decía Madame Bovary. Y era porque a Marisa, la protagonista, le pasa lo mismo, que termina abocada a una vida triste por hacer lo que la sociedad le pide, aunque ella en el mundo laboral del capitalismo. Mis referentes son infinitos. Entre visillos, de Carmen Martín Gaite, me inspiró muchísimo. O Nada, de Carmen Laforet; este libro tiene mucho también del personaje de Andrea. Como ves, te he hecho un plato combinado.
¿Le fastidia que le pongan etiquetas como friki o milenial?
Friki todavía no lo había escuchado, pero me encanta. Rara sí que es. Es una novela de iniciación al uso, pero tiene un componente sobrenatural. Hay una parte que son unos diarios y luego otra que es prácticamente una road movie. Yo, cuando me bajé del escenario el día de los Planeta, me acuerdo que los periodistas me preguntaban todo el rato: «¿ Te gusta Stephen King ?». Y yo respondía: «Pues sí, me gusta», pero no entendía por qué me lo decían. Y era porque pensaban que la novela era como Carrie por lo que yo acababa de contar. Supongo que sí es una novela generacional. La gente de mi generación puede sentir cierta nostalgia al leerla, pero creo que puede ser disfrutable para cualquiera. De todos modos, las etiquetas no me gustan porque limitan, aunque entiendo que se pongan. Hay que saber en qué zona de la librería se coloca el libro.
En cualquier caso, sucede en la era de internet.
En sus inicios, internet se convirtió en una ventanita al mundo y en una especie de vía de escape para personas solitarias o que no encajaban. Esto, en el caso de Blanca, es porque tiene una situación familiar muy compleja y porque descubre que puede hacer milagros. Pero podía ser el chico gordo de la clase al que se le daban mal los deportes o la persona LGTB que no podía decirlo en su entorno, pero necesitaba buscar respuestas en la red. Me parece que una generación como la mía ha visto el crecimiento de internet y su evolución hacia el lado oscuro.
Beatriz Serrano ha creado a Blanca, una solitaria con poderes sobrenaturales que se refugia en internet. / /
Al final es una novela en rojo y negro.
A mí me gusta pensar que en la novela hay un paralelismo entre en qué se va convirtiendo internet y en qué se va convirtiendo Blanca. Cómo empieza siendo un espacio inocente y casi un refugio a ser algo de lo que quieres escapar, como pasa ahora en las redes. La gente que anuncia a bombo y platillo que se va de Twitter o que deja el smartphone y se compra un Nokia de toda la vida. Me interesaba hablar de ese periodo en el que nos decían todo el rato: «Internet es muy peligroso». Y es mucho más peligroso ahora, cuando unos cuantos señores de Silicon Valley han descubierto que nuestra atención les generan muchísimos beneficios.
Han salido a relucir ya los solitarios, toca hablar ahora de los catetos. ¿Quiénes son los catetos que aparecen en el libro?
A mí me hizo mucha gracia un pasaje de Santiago Lorenzo en Los asquerosos que hablaba de la mochufa. Y la mochufa es esa gente que llegaba al pueblo de vacaciones y decía: «Aquí huele a campo». Pues el padre y la madre de Blanca siempre hablan de estos catetos. Y los catetos son cualquiera que no fueran ellos. Son estas personas que hablan siempre con la clichetada. Esta gente que no se pone de acuerdo en la comunidad de vecinos, pero que les encanta una reunión porque es donde se sienten importantes. Las madres de la puerta del cole que parecen que basan su personalidad en ser la que decide cuál es la temática de carnaval de ese año. Esa gente que parece que no tienen ningún problema. Pues a ellos estos les sacan de quicio y les llaman los catetos.
¿A usted también le pasa?
A mí me saca mucho de quicio la conversación irrelevante, pero esto puede ser tanto la conversación de oficina como la de los cócteles literarios, que ahora voy mucho y estás con la misma cantinela todo el día. A mí me entran ganas de coger a alguien por los hombros y decir: «¿Qué opinas de Trump? Por favor, dame una opinión honesta». No digo que en todo momento tengas que tener unas conversaciones de una profundidad tremenda, pero una buena frivolidad la aprecio mucho más que esas charlas que ni frío ni calor.
Presentó el libro con el título Milagro, ¿cree en los milagros? ¿Al estilo de Cortázar o en la línea de la Virgen de Fátima?
Los milagros me parecen fascinantes. Mientras escribía este libro fui a Fátima. Nos hemos criado en España, que ha sido un país muy católico y esa herencia la hemos recibido. Me interesaba mucho cómo se entiende la idea del milagro y qué genera a su alrededor. En Fátima me resultaba muy alucinante que se haya generado un parque temático en torno a tres pastorcillos que dijeron haber visto a la Virgen. Quienes les convirtieron en estas figuras le sacaron una rentabilidad económica enorme porque al final vas allí a comprar llaveros. Es alucinante cómo el mercado puede llegar hasta las creencias de la gente. No creo en los milagros, pero me gustaría tener más fe.
Blanca escribe en un momento dado de la novela las cosas que le molestan profundamente, ¿cuáles son la suyas?
Me molesta profundamente el prejuicio, las opiniones muy vehementes, sobre todo en 140 caracteres. Me molesta que el mundo se haya reducido a opiniones tan cortas donde se premia el zasca y dejar mal al otro en lugar de buscar consenso. Me molesta la gente que trata muy mal a los camareros. Me molestan tantas cosas…
¿Y goza de esa vida plácida y normal con la que sueña Blanca?
Mi vida es un torbellino, pero valoro mucho los placeres chiquititos, que son los que hacen feliz la vida. Y no quiero que esto suene a frase de sobre de azúcar, pero darte un paseo por la mañana al sol te recarga. En el fondo soy una tía bastante hedonista. El descontento terminaba diciendo que necesitamos muy pocas cosas, como unos buenos almohadones, gente que nos quiera, unas cervezas frías y tomates que sepan a algo. Creo que es un resumen bastante óptimo de la vida que quiero vivir.
¿Alguna vez, como su protagonista, se ha sentido una chica rara?
Sí porque hablo por los codos, soy muy bocachancla, y creo que esto son cosas poco femeninas, entendiéndose como femenino genérico. Tengo gustos un poco frikis y muchas veces me he visto fuera de lugar. Pero afortunadamente, como Blanca, yo también he encontrado mi familia escogida. Si eres rara pero te juntas con gente muy rara, pues te sientes menos rara.
¿Y cuáles son esos gustos frikis?
Son estas cosas literarias que te he contado antes, como que me guste mucho el género de terror, el body horror, que me guste música parecida a la que escucha Blanca. O por elecciones de vida. Cuando decides no tener hijos y cuando no te hace ilusión organizar una boda, parece que te vas alejando de cierta línea, pero es que yo me moriría de vergüenza si tuviera que vestirme de blanco para ir al altar.
¿Habrá próximo libro?
Espero que sí. Justo este verano me leí uno muy chulo de Chuck Palahniuk en el que habla de escribir, se llama Plantéate esto. Y ahí dice que una novela está acabada cuando empiezas a pensar en la siguiente, y me gustó mucho. Porque si no, Fuego en la garganta podría no haber terminado nunca y haber sido una novela de generaciones y generaciones. Cuando se te enciende la bombilla, hay que pasar a la siguiente.