Roberta Metsola, presidenta del Parlamento Europeo /
Roberta Metsola (San Julián, Malta, 1979) rompe con todos los estereotipos sobre los líderes europeos de semblante serio y traje gris. La presidenta del Parlamento Europeo nos recibe en su despacho en la sede de la Eurocámara, en Bruselas, radiante, sonriente y cercana. «Lo único que no os perdono es que me hayáis hecho ponerme guapa un viernes», bromea.
Abogada de profesión, empezó en política como parte del movimiento estudiantil en defensa de la adhesión de Malta a la UE. «Crecer en un país situado entre dos continentes suponía una elección entre mirar hacia los países con un sistema de valores como en el que me había criado mi familia o a otros», explica.
Tenía 24 años cuando la dirección del Partido Nacionalista, democristiano, la invitó a presentarse a unas elecciones por primera vez, al darse cuenta de que apenas había mujeres jóvenes en las listas. «Mi secretario general me llamó y le dije: «¡De ninguna manera! ¡Mis padres me matan!», explica. Tuvo que posponer sus exámenes para hacer campaña y enfrentarse a su madre que temía que, distraída con la política, no se graduara.
Casi 20 años más tarde, Metsola es la primera maltesa en presidir una institución europea. Y claro, la percepción de su madre cambió. «Está orgullosa, aunque asustada porque sabe que soy un blanco fácil. Tengo que seguir luchando, sobre todo para mostrar a las mujeres, que están particularmente en el punto de mira en la política, que no deben dejarse intimidar», añade.
«Vengo de una familia en la que nunca hubo políticos y, probablemente, nunca más los habrá –sugiere con ironía–. Pero mis padres nos educaron a mí y a mis hermanas para que estudiáramos y supiéramos que puedes hacer lo que quieras siempre que defiendas aquello en lo que crees».
En enero de este año, tras el fallecimiento del anterior presidente, el socialista italiano David Sassoli, Roberta Metsola accedió al cargo, convirtiéndose en la tercera mujer en presidir la Eurocámara. Aunque el traspaso de poderes entre las dos principales fuerzas políticas de la cámara había sido pactado mucho antes, no fue fácil. Lo suyo, reconoce ella misma, fue una casualidad, un accidente. «Si me hubieran preguntado hace un año, no tenía ni idea siquiera de que fuera posible», asegura.
Su nominación levantó ampollas por su tradicional abstención o su voto en contra en los debates legislativos en torno a la interrupción voluntaria del embarazo. Metsola rechaza las críticas. Insiste en que se trata de una caricatura en la que no se reconoce. Argumenta que su voto en el pasado refleja una realidad, la de Malta, que junto con Chipre es el único país de la Unión Europea donde esta práctica es ilegal.
«Siempre he sido una defensora de los derechos de las mujeres y de la igualdad de género. He sido muy crítica con los países donde los derechos de las mujeres son atacados», defiende. Aunque se resiste a declararse abiertamente a favor y no pronuncia la palabra aborto, insiste en que su posición «es la del Parlamento». Esa postura, votada en pleno por una amplia mayoría, es que debería ser introducido en la carta de derechos fundamentales de la Unión.
La presidenta pertenece a un nuevo liderazgo europeo femenino conservador, un tridente que conforman la alemana Ursula von der Leyen, al frente de la Comisión Europea, y la francesa Christine Lagarde, a las riendas del Banco Central Europeo. Rehúye el calificativo de «feminista» y prefiere hablar de «mujer empoderada».
«Me gusta el lema «el futuro es femenino». De hecho, creo que podemos decir que ya lo es el presente». ¿Cree que, precisamente, ser una mujer joven y con un estilo más moderno la acerca a los ciudadanos? Se ríe. «No creo que la gente joven piense lo mismo; ellos ya me consideran anticuada», bromea, señalando el retrato de sus cuatro hijos.
«Fui educada por políticas con mucha experiencia y que vieron en mi generación la posibilidad de que llegarámos al poder. Es mi responsabilidad, y he hablado de esto con las otras presidentas, hacer lo mismo por las mujeres más jóvenes que serán elegidas después».
El reto de conectar con la ciudadanía es inmenso. La presidenta llama a combatir «la apatía, el cinismo y la percepción de que la política ha dejado de ser una fuerza para hacer el bien», también acabar con la burbuja de Bruselas. «Los ciudadanos votan porque se identifican con los candidatos y los principios que defienden. Y para mí, esto va más allá de las líneas del partido, de mantener el escaño o conseguir una serie de votos; hemos pasado demasiado tiempo hablándole a la gente en lugar de escucharla», defiende.
Su agenda es de vértigo. Si no está en Bruselas o Estrasburgo participando de la actividad parlamentaria, pasa gran parte de su tiempo viajando, recorriendo Europa, reuniéndose con líderes políticos de todo el mundo, impulsando la visibilidad del Parlamento. De hecho, fue la primera líder de la UE en viajar a Ucrania para reunirse con el presidente Volodímir Zelenski.
«El viaje a Kiev conllevó una gran dificultad, pero también era una gran responsabilidad,» valora. Ella ha sido una de las voces más enérgicas contra la Rusia de Vladimir Putin y en defensa del pueblo ucraniano. Y aunque el Parlamento no tiene competencias, defiende la importancia de las sanciones. «Están funcionando. Han debilitado la capacidad del Kremlin para financiar la guerra», afirma con rotundidad, al tiempo que considera que es el momento de enviar armamento pesado para que el ejército ucraniano pueda defenderse.
Roberta Metsola junto a la primera dama de Ucrania, Olena Zelenska, y Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. Debajo, Metsola flanqueada por Sanna Marin, primera ministra de Finlandia, y Kaja Kallas, primera ministra de Estonia. A la derecha, con Emmanuel Macron. /
Sobre los cambios de liderazgo en la UE tras la partida de Angela Merkel, el debilitamiento de Emmanuel Macron o el ascenso de Pedro Sánchez, Metsola considera que los gobiernos cambian y también los equilibrios de poder, pero lo importante es mantener la unidad. «Debemos recordar siempre que tenemos más posibilidades cuando nos mantenemos firmemente unidos, y que la Unión ha salido siempre fortalecida en tiempos de crisis».
Algo que, a su juicio, pasa también por avanzar en la integración. «La vuelta de la guerra a nuestro continente acentúa la necesidad de crear una política europea de seguridad y defensa. Más que nunca, es una prioridad», defiende, a la vez que llama a incrementar los presupuestos de defensa y mejorar la capacidad de reacción, «en cooperación, no en competencia con la OTAN».
Quizá la consecuencia más palpable y dolorosa de la guerra en la UE es la crisis energética. También aquí, la presidenta de la Eurocámara apuesta por la unidad. «Tenemos que adoptar la misma estrategia que durante la pandemia: negociar como un bloque», expone subrayando la importancia de acelerar la transición energética. «La energía es más que nunca política y debe ser abordada con una visión estratégica. Tenemos que obtener la energía de nuestros aliados, no de nuestros enemigos».
Sobre si le preocupa o no el auge de la extrema derecha y la llegada al poder en Italia de Giorgia Meloni o el apoyo de un partido ultra al gobierno en Suecia, es clara: « Confío en la democracia y en el proceso democrático. Los italianos y los suecos han votado y su elección debe ser respetada». Si el mensaje puede sonar ambiguo, apunta a continuación: «Haré siempre lo posible por convencer a la gente, especialmente a los jóvenes, de votar por quienes quieren construir Europa, no por los extremistas que quieren destruirla».
Ha pasado por todas las instituciones a su alcance, desde la representación de Malta hasta el servicio diplomático de la Unión Europea. No sabría decir qué lado de la política europea es más duro, aunque sí destaca que las negociaciones legislativas entre eurodiputados y gobiernos son las más difíciles, y las mayorías más amplias y representativas, las que se construyen voto a voto en la Eurocámara.
No se moja sobre si algún eurodiputado le da más dolores de cabeza que otro, pero asegura que le gustan los agitadores. «Yo también era una agitadora como diputada y más de una vez me llamaron al despacho del presidente. Siempre he defendido aquello en lo que creo. Quiero mirar atrás y decir que estuve en el lado correcto de la historia».
¿Y cómo se bajan tantas revoluciones? Le gusta conducir camino del Parlamento, tras dejar a sus hijos en el colegio, escuchando en formato audiolibro autobiografías de grandes personalidades. Para relajarse tras una larga jornada de trabajo, cocina, hojea libros de recetas antiguas y las reproduce. «¿Soy la persona más aburrida del mundo? Probablemente, sí», bromea.
Alguna vez se ha atrevido con la paella o la tortilla de patatas, pero sin duda lo que más le gusta de la gastronomía española es un buen pan con tomate y jamón ibérico. Destaca su buena relación con la delegación española en el Parlamento, en especial con socialistas y populares, con los que lleva años compartiendo pasillo. Asegura que el mayor disgusto se lo dio el ya ex eurodiputado de Ciudadanos Luis Garicano, cuando dejó el cargo hace unos meses. «Me llevé un disgusto y me enfadé muchísimo. Le llamé para decirle: «¡Qué demonios has hecho! ¿Cómo que nos abandonas?».
¿Ha pensado ya en el día que emprenda el camino de salida? «Parece mucho tiempo, pero solo llevo 10 meses en el cargo. Lo disfruto muchísimo y tengo la responsabilidad de devolver la confianza que mis compañeros me dieron», asegura. ¿Y después? Habrá que esperar a mayo de 2024, cuando se presente de nuevo a la elección.
20 de enero-18 de febrero
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