indirectas y ruptura
indirectas y ruptura
Enrique Solís y Alejandra Domínguez se han visto arrastrados por ola silenciosa de rupturas. La pareja acaba de terminar su relación, según ha publicado Vanitatis. Una tajante respuesta ante la insistencia de los periodistas que querían saber cuándo se iban a casar. Cada uno va a seguir su camino.
Enrique, siempre preocupado por no protagonizar portadas, empezó a ganar popularidad por ser un amigo muy cercano de Tamara Falcó (con rumores de relación incluidos). Sus antecedentes también hacían complicada su privacidad: es hijo de Miguel Solís y Martínez Campos, marqués de La Motilla y Valencina, y Carmen Tello (quien fue una de las mejores amigas de la duquesa de Alba y es la actual mujer de Curro Romero).
Su apuesta fue desde el principio clara, él quería compartir su vida con Alejandra Domínguez. Sintió un amor a primera vista, desde que se conocieron en el colegio, pero la rutina y el trabajo han desgastado su ilusión. Después de unos cinco años de relación, su historia se entrevé en bromas sobre una boda nunca celebrada (que ahora parecen de mal gusto) y algunas indirectas de Instagram.
Enrique y Alejandra se conocieron en su colegio, en Sevilla, por lo que comparten los recuerdos adolescentes más vergonzosos. «Él tocaba el tambor y salía en la banda de Los Gitanos. Llevaba gafas y lo apodábamos Harry Potter. ¡Entonces no estaba tan guapo, eso vino después!», dijo ella entre risas a la revista Vanity Fair el año pasado.
Los dos son de la misma quinta, y este año cumplen 33 años. Por eso, Alejandra presenció todo tipo de cambios estéticos del empresario: cuando se rapó media cabeza, se enfundaba bombachos, se hizo un piercing en la ceja, varios tatuajes (unos mapas en el empeine y un funambulista bajo el brazo izquierdo) o se dejó a barba larga al estilo hipster.
A pesar del comentario de Alejandra donde lo comparaba con el famoso mago, Enrique se labró el salto al amor. «Nos conocíamos de siempre, pero cuando Alejandra me dijo que jamás estaría con un tío como yo, mi estrategia fue hacerme aún más amigo suyo. Después todo fluyó», comentó en una charla conjunta con Telva en 2019.
La noticia llegó al papel couché un año antes, en la boda de Fernando Fitz-James y Sofía Palazuelo en el Palacio de Liria. En la foto se les veía elegantísimos, ella con un llamativo vestido azul, y los dos mirando al suelo. La idea de dar el paso fue de Enrique. «Tarde o temprano nos iban a sacar en los medios, así que me pareció mejor decidir el momento nosotros», aclaró en la charla.
Se empezó a dibujar el personaje de Alejandra, la andaluza de cejas llamativas y anchas que se había enamorado de Enrique. Se filtró que había sido modelo y periodista, pero después se adentró en el mundo del marketing y el análisis digital. Para él no había otra igual: ella era elegantísima y diferente.
Alejandra Domínguez y Enrique Solís.
Por esa originalidad, la defendió en la boda de los condes de Osorno. Su novia un original look que se inspiraba en un arlequín. Las redes sociales se cebaron y Enrique se encendió cuando vio a Alejandra destrozada. Aún en la fiesta, ella se echó a llorar y le dio un abrazo.
No podía más, «a pesar de su fuerza y su personalidad arrolladora», como escribió él en sus redes sociales. Recogió algunos comentarios negativos, que tachaban el traje de «feo» y a ella también (criticaban su cara y su cuerpo). «Gracias a Dios, se recuperó enseguida y disfrutamos enormemente de una boda única en la que todo salió impecable en Liria. ¡Gracias a los cientos de mensajes de alegría y apoyo!», concluyó.
Alejandra y Enrique eran cómplices en las entrevistas y eventos. Había dos aspectos muy importantes en los que coincidían, al menos de cara al público: los planes de boda (inexistentes) y considerar el trabajo como una prioridad.
El año pasado, el hijo de Carmen Tello ya reconoció ante la prensa que le cansaban las preguntas sobre si habría o no compromiso. Veía que aún no era el momento por su situación profesional. «Me lo pienso veintiséis veces porque ahora la gente se casa como si eso fuera una fiesta y creo que no es así», sentenciaba, y añadía que esa rapidez le parecía «un cachondeo». «Yo no tomo esas decisiones así. Si lo tuviera cristalino, ya estaría casado», concluyó.
La modelo parecía estar de acuerdo, o eso apuntó cuando le preguntaron cómo se veía en una década, en la charla citada con Telva: «Espero que mejor que ahora, habiendo aprendido muchísimo y sin perder mi parte más inocente…». Él bromeó con su futuro juntos (incluído sus posibles hijos) y ella le cortó. Dijo que su vida era mucho más amplia «que eso». Además, no quería sonar « cursi».
Enrique Solís y su ex pareja Alejandra Domínguez. /
La sevillana volvió a recalcarlo hace unos meses, ¿qué pasaría si el empresario se lanzaba a pedirle la mano?: «No sé cómo reaccionaría, lo mismo me da por salir corriendo, novia a la fuga, literal«. Y siguió: »Me da como ansiedad. Que vaya fluyendo poquito a poco, de forma natural, porque si no, me da como no sé cómo puedo reaccionar. Sarampión«.
Estaban en sintonía. Ella había entendido la importancia del trabajo para Enrique. Dedicado en cuerpo y alma a sus hoteles One Shot, ha reconocido que su inquietud le hace dormir unas cinco horas. La productividad le nutre. «Está totalmente entregado, le apasiona. A mí no me encanta tanto, porque lo veo menos todavía«, comentó su entonces novia a Europa Press. »Necesita tener la mente ocupada, porque tiene una agilidad mental brutal. Yo, desde luego, soy más de descansar, series y sofá«.
Los primeros indicios de ruptura llegaron cuando a Enrique le preguntaron por cómo había sido su 2022 en lo personal. «Ha sido un año difícil y muy duro: me han defraudado personas cercanas, he dado todo de mí llevando mi salud al límite», aseguró a Status. ¿En qué afectaba eso a su relación? «Muchas veces no he estado a la altura de Alejandra por anteponer lo profesional», admitió.
La crisis se materializó con la última publicación de Instagram de la experta en marketing. «Ha sido un año muy duro y complicado en muchos aspectos, tanto físicos como e mocionales. Le doy la espalda a este año porque miro hacia el siguiente», anunciaba, en línea de lo que confesó su ex pareja.
Pero el dardo más directo de Alejandra había sido otra frase: «La mayoría de las personas, y más en esta sociedad tan frívola e impaciente, vive enganchada a los opiáceos que se nos ofrecen para evadirse rápidamente y escapar de cualquier situación o sentimiento incómodo: salidas nocturnas sin sentido, beber y trabajar en exceso para no pensar...«. Escribía un texto sin tapujos y recalcaba su opinión: »Estas opciones, aceptadas socialmente, en realidad sumergen más en una espiral de autodestrucción, creando despojos humanos. Vidas sin contenido».