El matrimonio formado por un torero y una folclórica, o en su defecto, una presentadora/modelo, lleva siendo un emparejamiento clásico en nuestro país desde hace décadas. Uno que la mayoría de las veces no termina de la mejor manera. Pero si hay una pareja que se empeña en desafiar a los tópicos es la que forman desde hace más de 20 años Arantxa del Sol y Finito de Córdoba . La asturiana, que ha recuperado el foco mediático tras años lejos de la televisión con su participación en 'Supervivientes', se casó en 2001 con el diestro catalán y juntos han tenidos dos hijos.
Prueba de que su amor sigue fuerte es que Finito viajaba hasta Honduras, donde se graba el popular reality de supervivencia protagonizado por famosos de todo pelaje, con el objetivo de reencontrarse con su esposa, incluso enfrentándose a duras pruebas para llegar hasta ella. El torero, que tomó la alternativa con diecinueve años y sigue en activo tres décadas después, le dedicaba unas cariñosas palabras a Arantxa cuando por fin se abrazaban: «No se puede estar más bonita, qué guapa, ni el hambre te roba la belleza».
Esta experiencia televisiva ha supuesto el regreso de Arantxa del Sol a la pequeña pantalla después de haberse convertido en los años noventa en uno de los rostros más conocidos de nuestra televisión. Desde que presentara en Telecinco junto a Andoni Ferreño el concurso de parejas 'Vivan los novios' se convirtió en una de las grandes estrellas del canal privado. Luego vendrían breves incursiones en el cine y el teatro y de pronto, una sorprendente desaparición.
«Nunca me retiré. Esa es la verdad», confesaba en el programa 'De viernes'. «No sé qué pasó, el destino tuvo mucho que ver... de repente me casé y esto tuvo mucho que ver», añadía la que fuera Miss Madrid en referencia al gran cambio de vida que supuso su boda con el torero aquel 20 de octubre de 2001 en la iglesia de Santa Marina de Aguas Santas de Córdoba. Pero, ¿cómo comenzó esa historia de amor que tanto impactaría a su futuro a todos los niveles?
Lo de la presentadora y el torero no fue precisamente amor a primera vista. De hecho tuvieron que pasar muchos años desde la primera que se vieron hasta que la chispa saltó entre ellos. Así lo contaba la propia Arantxa en una visita en 2019 al plató de 'Viva la vida', en la que comenzaba explicando a Emma García que seguía «más enamorada que nunca» de su esposo: «Es otra etapa, vas madurando y el amor es mucho más sólido».
Según su relato de los hechos, al principio les presentó una amiga común y ahí quedó la cosa. Pero seis años después, coincidieron en un plató de televisión y la rueda empezó a girar. «Era un programa al que fuimos los dos de invitados y allí empezó el típico tonteo. Nuestros representantes estuvieron de celestinos y hasta hoy», añadía sobre los inicios de su romance.
Un romance que acabó en boda y por la iglesia, como mandan los cánones, después de que él hincara rodilla en tierra y le pidiera matrimonio durante un viaje a México. Y menudo enlace fue aquel. Gaiteros, escolta policial, 600 invitados, desmayos y con la novia, vestida por Lorenzo Caprile , cambiando sus estilosas sandalias de tacón vertiginoso por unas cómodas zapatillas blancas.
Además del gran número de invitados famosos que acudieron a la boda más torera de los 2000, la anécdota más recordada fue que la novia hizo esperar al novio más de una hora frente al altar. «Esperaré a Arancha el tiempo que haga falta, este es el mejor paseíllo de mi vida», dijo un enamorado Finito aquel día.
En una entrevista con 'ABC', la asturiana daba el secreto del éxito de su longevo matrimonio. «Supongo es cuestión de adaptarse», reconocía. «No siempre todo va bien y como en cualquier relación también hay sus diferencias pero lo nuestro solo han sido bronquillas y reconciliaciones que es lo mejor. Nunca nada grave ni de separarnos un día completo».
A estas palabras sumaba desde Honduras antes de su expulsión del reality que también cuenta mucho «reír mucho y ser muy cómplices». El buen estado de su relación lo confirmaba desde el plató de 'Supervivientes' su hija mayor, Lucía, al describir a sus padres como «muy románticos» y añadir que «siempre les digo que son como niños de cinco años».
Desde luego, de gestos románticos ambos saben un rato, como demostró Arancha al llevarse a Cayo Cochinos un capote que su marido le había dedicado. En él le instaba a afrontar los problemas como lo han hecho siempre, «con calma, con inteligencia, con firmeza y siempre juntos».
Ella le devolvía el cariño con sus últimas palabras antes de abandonar el concurso. «Yo tengo grandes amores en mi vida», decía emocionada desde la playa de Honduras. «El amor de mi vida, mi pareja, Juan, con el que he formado una familia de la que me siento muy orgullosa y son mi pilar fundamental. Juan es el que ha dado sentido a todo, es el hombre de mi vida», aseguraba por fin tratando de contener las lágrimas. Toda una declaración de amor que pone de manifiesto que al matrimonio le queda cuerda para rato.
20 de enero-18 de febrero
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