se estrena la serie Por qué cuesta tanto empatizar con Bárbara Rey: la tragedia de las guapas del destape atrapadas en el mito de la mujer fatal

La serie sobre los años salvajes de Bárbara Rey y Ángel Cristo se estrena mañana 15 de enero con un reto complicado: conseguir que los espectadores empaticen con la mujer más poderosamente sexy de su época.

Bárbara Rey fue icono erótico en el cine del destape y mujer fatal por excelencia en los años 70 y 80. / gtres

Elena de los Ríos
Elena de los Ríos

No nos puede extrañar que se haya rodado una serie sobre la vida de Bárbara Rey , probablemente una de las biografías pop más apasionantes de la Transición hasta aquí. Con el título Cristo y Rey la serie está protagonizada por Jaime Lorente en el papel del domador de leones Ángel Cristo, con el que se casó en 1980 y tuvo a Angelito y Sofía, El papel de la vedette está interpretado por Belén Cuesta.

Esa ficción lo va a tener difícil para trasladar los duelos que implica llevar una doble vida en toda regla, y no nos referimos a la brecha que separa a la estrella de la mujer y que, de una manera u otra, acompaña a todas las famosas. Esa brecha, la de lo público y lo privado, es la que parece estar en el punto de mira de Daniel Écija, productor de la serie, interesado en contar «la fama, el dinero y el lujo, junto a la escalada de drogadicción, ludopatía, infidelidades y malos tratos de la pareja».

Lo típico en las series sobre famosas: se nos ofrece, una vez más, el espectáculo de la vida privada. No es esa mirada la que, a estas alturas del siglo y de la viralidad, más nos interesa. Nuestra doble vida es otra y empezó mucho antes de llegar a su vida Ángel Rey. Diez años antes: el comienzo del mito erótico .

De María García a Bárbara: cómo se convirtió en estrella

No es probable que Cristo y Rey cuente algo que no haya salido ya en las portadas de la prensa del corazón. Gran parte de la vida de Bárbara Rey ha desfilado por las páginas de las revistas y los programas de televisión, condición indispensable para triunfar en el mundo del espectáculo.

María García, Marita para la familia, salió de Totana en 1969, con 19 años, para colocarse la banda de primera dama de honor en Maja de España. En 1970 fue segunda dama en Miss España y quedó entre las 15 más bellas en Miss Mundo, ningún drama porque su carrera en el cine ya era imparable: tras La vida sigue igual, junto a Julio Iglesias, rodó 43 títulos en los que se destapó de todas las formas posibles, incluido uno de los primeros filmes que trató el lesbianismo (Me siento extraña, con Rocío Dúrcal).

Belén Cuesta y Jaime Llorente dan vida a Bárbara rey y Ángel Crsito en la serie de Antena tres / instagram: atresmedia

Cuando aterrizó en televisión, en la Nochevieja de 1975 y acompañada de Ágata Lys, Paca Gabaldón y Didi Sherman, ya nadie veía a Marita. Todo lo ocupaba Bárbara, la mujer fatal más impactante que había presenciado España.

Todo el mundo quiso un trozo de Bárbara Rey: la Transición la hizo musa, apoyó públicamente a UCD y, en 1979, protagonizó la famosa campaña Hacienda somos todos. Por supuesto, fue burbuja Freixenet. Bárbara podía venderlo todo porque su negociado era el más universal: el sexo.

Su salto a la gran pantalla: el cine de del destape

Su llegada al cine coincidió con el despertar del cine del destape: en 1976, la mitad de las películas rodadas en España militaban en el erotismo de baja intensidad (y, a decir de la crítica actual, de baja calidad). En la actualidad, el valor de este tipo de cine suele encontrarse en lo sociológico: fue el fiel retrato de una época en la que la liberación sexual se entendió desde el punto de vista masculino: ellos, bajitos, gorditos, calvos y con la camiseta y los calcetines puestos se las quitaban de encima a ellas, despampanantes, desnudas y dispuestas a todo.

Paradójicamente, esta ficción de liberación conectaba en la calle con una nueva generación de mujeres que, efectivamente, quería liberarse en lo sexual y divorciarse en lo institucional, cosa que preocupaba bastante. No es casualidad que el cine redujera inmediatamente esta nueva energía feminista al estereotipo de la sex symbol y, por extensión, mujer fatal.

Bárbara Rey fue uno de los personajes más importante de los años setenta y ochenta. / GETTY

En el ensayo Las hijas de Lilith, Erika de Bornay explica cómo la emergencia de las mujeres sufragistas que pedían el voto en el siglo XIX dio lugar a la aparición del mito de la mujer fatal en el arte y la literatura: mujeres pecadoras, devoradoras de hombres, destructoras de parejas y con una sexualidad insaciable.

«El mito surge por el temor del hombre y por la desconfianza ante su potencial competencia en ámbitos que, hasta entonces, solo le habían estado destinados a él», explica la historiadora. «Hacia la mitad del siglo XIX, contemplar a la mujer fuera de su papel maternal y conyugal se tradujo en miedo y ansiedad para muchos hombres. También en deseos de venganza que se plasmaron en este prototipo perverso y fatal en el arte y la literatura».

Bárbara rey y el mito de la mujer fatal: cómo se forjó

La escritora Marta Sanz, autora de Libro de la mujer fatal, apunta que «es fruto de una mirada cultural fundamentalmente masculina. En la mujer fatal, los hombres reflejan sus miedos frente a lo femenino, que a ellos les resulta fascinante y misteriosos una visión que nosotras asumimos pacíficamente».

Este mito, el de la existencia de mujeres capaces de destruir a un hombre a través de su poder sexual, ha resistido décadas y revoluciones hasta llegar a hoy, pero en los años 70 pudo encarnarse en estas actrices que, una y otra vez, representaban el papel de mujer fatal en el cine del destape. En la pantalla su poder malvado se limitaba al sexo porque en la vida real las mujeres aspiraban a mucho más: desde abrir una cuenta bancaria sin la firma de un hombre (no pudo ser hasta 1978) a ser ministra (la primera, Soledad Becerril, en Cultura, en 1981).

Algo muy triste de este mito de la mujer fatal es comprobar cómo se desvanece al contacto con la biografías de las supuestas pécoras. De hecho, las de las actrices del destape guardan no pocas tragedias sentimentales. Qué debía pensar Bárbara Rey en 1987, cuando la canción Los hombres para mí se convirtió en su mayor éxito hasta la fecha.

Ella, que en aquella canción cantaba «Los hombres para mí son como marionetas de cartón», no logró que la tomaran en serio ni el exfutbolista Carles Rexach ni el torero Paquirri ni el político de la UCD Joaquín Garrigues Walker. En su matrimonio con Ángel Cristo no fue la causa de la autodestrucción de la pareja, sino más bien una víctima.

Enmarcar a estas mujeres excepcionalmente bellas y sexy en el mito de la mujer fatal dificulta la mirada compasiva, empática, que merecerían de no aplicárseles este cliché. Tendemos a olvidarnos que rara vez una mujer con la baza única de la belleza puede sobreponerse, no digamos ya controlar, a un hombre. Por muy guapa, deseada y poderosamente sexy que sea.

La escritora Laura Freixas lo explica así: «Veo en esta creencia una reacción machista visceral o vía de escape contra el empoderamiento de las mujeres, cuando en realidad no tenemos poder ni armas. Me sorprende la visión terrorífica de las mujeres poderosas, una pesadilla masculina muy poco justificada por la realidad».

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