ÚLTIMO AMOR DE ISABEL SARTORIUS
ÚLTIMO AMOR DE ISABEL SARTORIUS
La muerte de de César Alierta (78 años), el ejecutivo que estuvo al frente de Telefónica de 2000 a 2016, no cogió a familiares y amigos por sorpresa. Hacía bastante tiempo que entraba y salía del hospital debido a problemas respiratorios y cardiacos, unos problemas de salud que seguramente pesaron a la hora de romper su relación sentimental con Isabel Sartorius (58). También, dicen, la oposición de su familia, donde tal relación no se veía con buenos ojos. Se convirtieron, sin embargo, en amigos cómplices que se cuidaban mutuamente.
Lo cierto es que César Alierta e Isabel Sartorius encontraron ternura en un momento complejo de sus respectivas biografías. Él pudo recuperar cierto grado de ilusión tras el fallecimiento de su mujer, Ana Cristina Placer, en 2015. Durante cinco décadas, la pareja había sido irrompible, entregada y de dedicación absoluta, en la salud y la enfermedad.
Alierta quedó tan tocado que perdió el habla. Isabel tampoco había tenido demasiada suerte en el amor, desde que se frustrara su romance juvenil con Felipe de Borbón. El afecto de esta relación de madurez fue importante mientras duró, de 2017 a 2021.
Lo cierto es que a César Alierta no le gustaba la perspectiva de aparecer en las revistas del corazón en las que Isabel Sartorius aparecía por razones, sobre todo, comerciales, como imagen de productos para adelgazar. Cuenta 'Vanitatis' que el ex presidente de Telefónica llegó a pagar 3.000 euros a unos fotógrafos que les pillaron despidiéndose con un beso al final de una cita. Además, parece que su familia de Zaragoza temía que la juventud de ella obligara a Alierta a exigir a su cuerpo más de lo que podía dar. Entre unas cosas y otras, la ruptura.
Queda, ahora, el misterio del reparto de la fortuna de César Alierta en un testamento absolutamente abierto a mil posibilidades. Ni siquiera sería extraño que apareciera la misma Isabel Sartorius, a la que siempre protegió tiernamente orientándola, conectándola y compartiendo con ella planes y vacaciones. O sus sobrinos políticos. Aunque César Alierta tiene cinco hermanos (era el tercero de seis, tres hombres y tres mujeres), junto a su esposa fallecida se volcó especialmente en los hijos de su cuñada Araceli Placer, Luis Javier y José Vicente.
Javier Placer, su sobrino favorito, ya estaba con él en Beta Capital, la sociedad de valores de Alierta que destacó en la España del pelotazo en los años 80. Lo fichó, además, para dirigir el área de innovación de Telefónica, donde estuvo hasta 2011. La relación vivió su momento más delicado en 2009, cuando Alierta fue acusado de un delito de abuso de información privilegiada en 1997 a favor de su sobrino, pero el Tribunal Supremo archivó el caso por prescripción. Sea como fuere, no se prevé una guerra por la herencia al estilo Fernando Fernández-Tapias.
El millonario patrimonio de César Alierta tiene que ver con la sicav que gestiona las inversiones familiares: Lierde. Constituida en 1996, pertenece al exclusivo club de los 100 millones de euros integrado por las empresas que superan las tres cifras en su valoración. Lierde no solo se debe al éxito profesional de Alierta, sino que se remonta a la influencia de su padre, Cesáreo, alcalde de Zaragoza en los años sesenta, presidente del club de fútbol de la capital aragonesa y promotor del estadio de La Romareda.
Isabel Sartorius mantuvo su relación con César Alierta con total discreción. También la leal amistad que les unió hasta el fallecimiento del ejecutivo esta semana. /
De la fortuna personal de Alierta poco se sabe, aunque Forbes la cifró en su momento en 150 millones de euros. En sus años de esplendor ejecutivo al frente de Telefónica, ocupó el quinto lugar en el ranking de ejecutivos más influyentes del globo. Era, además, el tercero mejor pagado del Ibex, con un sueldo de más de 10 millones de euros anuales. Aún así, no se le conocen propiedades en Madrid, más allá del chalet en el Paseo de la Florida donde vivió con su mujer.
En Zaragoza tampoco destacó por su cartera inmobiliaria: César Alierta poseía dos pisos en la calle Teniente Coronel Valenzuela de 500 y 300 metros cuadrados y disponía con sus cuatro hermanos de una parte de un garaje en un edificio de protección oficial en la Avenida de Navarra, además de una parte de una finca en la localidad pirenaica de Villanúa (Huesca). Lo previsible es que el grueso de toda esta herencia vaya a parar a sus hermanos y sobrinos, los mismos que le cuidaron cuando tuvo que trasladarse a Zaragoza por motivos de salud, en 2020.
En 2011, se hizo viral una fotografía en la que se veía a César Alierta regalándole a un limpiabotas un billete de 100 euros, mientras fumaba un puro en una terraza de la calle Serrano de Madrid. Era la viva imagen del empresario carismático y bien conectado que hacía negocios gracias a sus relaciones y encanto personal, una figura en vías de extinción en el nuevo mundo de las métricas digitales. Supo introducir en su red de contactos a los políticos más importantes del país, fuera cual fuera su partido.
Entre sus íntimos amigos, César Alierta disfrutó de la confianza del rey emérito Juan Carlos, quien le pidió el favor de colocar en la sede de Washington de Telefónica a Iñaki Urdangarin, cuando los duques de Palma necesitaron salir de España por la investigación del caso Nóos. Tanto Juan Carlos I como Felipe VI enviaron mensajes personales de pésame a César Alierta cuando falleció su mujer, en 2015, y previsiblemente habrán vuelto a comunicarse con la familia Alierta ahora.
Tras su jubilación, César Alierta quiso involucrarse en causas sociales y humanitarias a través de la Fundación Telefónica que presidió y de Fundación ProFuturo, dedicada a escolarizar a niños de zonas empobrecidas. También trabajó codo con codo con el papa Francisco en Aulas de Paz, organización dedicada a fomentar la convivencia pacífica en la infancia. Puede, por qué no, que algo de su fortuna contribuya a la misión solidaria a la que se dedicó en sus últimos años. Gracias a ella conoció, por cierto, a Isabel Sartorius: coincidieron en un viaje de cooperación a Nigeria.