Cuatro años tardaron los herederos de Miguel Boyer en ponerse de acuerdo a la hora de repartir su herencia, aunque esta tardanza no incumplió la voluntad del exministro, pues él mismo había fijado un plazo de 60 meses para este reparto. Los trámites quedaron cerrados el 13 de febrero de 2018, cuando se firmó la escritura notarial de partición de la herencia. Pero los problemas que pudo haber en este proceso no son los únicos desencuentros que dejaba tras de sí el marido de Isabel Preysler (divorciada de Carlos Falcó): sus dos hijos mayores, Laura y Miguel, no tienen relación con Ana, su hermana pequeña, ni se llevan bien con la segunda mujer de su padre, Isabel Preysler. Son una familia rota. Laura y Miguel jr. vivieron como un gran peso el divorcio de sus padres. Y Miguel ha tenido en varias ocasiones palabras amargas hacia su padre.
Miguel Boyer falleció en noviembre de 2014. Miguel Boyer jr., hijo del economista y de su primera mujer, la ginecóloga Elena Arnedo, hizo en su momento unas duras declaraciones sobre su tío Christian, hermano del exministro y su albacea. Le acusó de estar más pendiente de la viuda, Isabel Preysler, que de él y su hermana mayor, Laura, y afirmaba que su padre se habría disgustado por su actitud. También aseguraba que los pocos bienes que podían repartir estaban en casa de Preysler y que a ella no le interesaba hacerlo. Y reclamaba un inventario. Sus declaraciones eran especialmente duras contra Isabel. Decía que había dejado «pelado» en vida a su padre.
Miguel Boyer dejó un testamento en el que las dos terceras partes que conforman el tercio de legítima y de mejora, fueran a partes iguales para sus tres hijos, Laura, Miguel y Ana, aunque sus bienes no eran muchos. Isabel Preysler se quedó con el usufructo de algunos de esos bienes. A Miguel jr., a Laura y a Ana les correspondieron tres coches y varios libros de la biblioteca de 6.000 volúmenes, con muchos obras de viajes, economía y matemáticas, que reunió su padre. Miguel jr., llegó a afirmar que Isabel no les había querido entregar ni un reloj en recuerdo de su padre, afirmaciones que Isabel negó tajantemente. La casa de Puerta de Hierro, valorada, según algunas fuentes, en nueve millones de euros, está a nombre de Isabel.
Laura, la hija mayor del exministro, renunció a su parte en favor de sus cuatro hijos. Se habló de que los hijos de Boyer estaban descontentos porque su padre había modificado su testamento, poco antes de morir, y poco después de ser dado de alta por el ictus que sufrió, y que el resultado de esa modificación mejoraba a Isabel en detrimento de sus hijos. Isabel publicó un comunicado afirmando que los hijos «habían tenido siempre abiertas las puertas de su casa» y «habían podido tener acceso a toda la información» sobre el patrimonio de su padre. Isabel también dejó claro en más de una ocasión que todo el dinero que se gastó fue para cuidados de su marido y que, a pesar de sus lesiones, era totalmente consciente de las decisiones que tomaba.
En declaraciones a ¡Hola!, Isabel aseguró que no había sido la gran beneficiada en el reparto de la herencia y que había recibido lo que suelen recibir las viudas. El abogado de Isabel explicaba también que le había correspondido lo que había dicho el albacea y disfrutaba del usufructo de un tercio de los bienes, como cualquier viudo. Pero el reparto fue complicado, según Isabel porque la otra parte había puesto muchas pegas.
El patrimonio de Miguel Boyer se había reducido bastante cuando murió. El dinero se había gastado, según Preysler, en sus cuidados tras sufrir el ictus. Isabel había tenido que pagar incluso una parte, porque eran muy elevados. Hay quien quiso sembrar la duda en su momento sobre el destino de la supuesta fortuna que reunió el exministro, en los años posteriores a su paso por el ministerio de Economía y Hacienda, cuando se convirtió en presidente del Banco Exterior de España o de la Compañía Logística de Hidrocarburos, una cifra que, según algunas publicaciones, podría alcanzar los más de 10 millones de euros. Sin embargo, no había invertido en ninguna propiedad.
Lo que dejó al morir fue la extensa biblioteca de 6.000 volúmenes –en la que no había libros de verdadero valor, como incunables o primeras ediciones, sino solo con significado sentimental– algunos cuadros y esculturas que heredó de su familia, además de tres automóviles que correspondieron. En su momento se habló de crear una fundación y destinar la biblioteca a ella o a una Universidad. Pero nada se sabe, de momento, sobre esta iniciativa.
Isabel Preysler siempre ha querido hacer ver que su relación con los hijos mayores de su marido era buena. En realidad, nunca fue así. Ni siquiera parece que las fotos del entierro de Boyer, en las que aprecia a Isabel del brazo de Miguel Jr. fueron espontáneas. Laura, la hija mayor, tiene 56 años. Estuvo casada dos veces y tiene cuatro hijos de los dos matrimonios. Vivió en Miami y en París. Tanto para ella como para su hermano Miguel, de 54 años, la separación de sus padres, en 1985, supuso un duro golpe. Su madre, Elena Arnedo, murió en 2015, tres años después de fallecer Miguel Boyer. Ambos son economistas, como su padre. Ana, la pequeña, tiene 29 años, y es la más conocida de los tres. Estudió Derecho y Administración de Empresas en ICADE y se casó con el tenista Fernando Verdasco, con quien tiene dos hijos. De momento, no ha seguido con su carrera profesional.
Miguel jr. tuvo unas duras palabras con su padre, cuando se empezó a hablar de la herencia. « Mi padre traicionó a todos, a su mujer, a sus hijos y a sus compañeros del PSOE», dijo. Para Miguel, como para mucha gente, su relación con Isabel Preysler era impensable en una persona de sus inquietudes y su trayectoria. Sin embargo, su hermana Laura contaba justo lo contrario. «No es cierto lo que se ha dicho de que estábamos distanciados. Entre nosotros había una gran complicidad, nos entendíamos incluso telepáticamente», declaraba a ABC, unos años después de la muerte de su padre. «Era un hombre culto, educado, valiente y honesto, con el que me habría gustado compartir mucho más tiempo. Como político tenía principios. Él era una persona buena, compasiva y generosa, que creía de verdad en la redistribución de la riqueza y lamentaba las injusticias. Era un hombre de los pies a la cabeza que amaba a las mujeres, las escuchaba, las tomaba en consideración y las admiraba».