María Eugenia Fernández de Castro, en una imagen de archivo. /
María Eugenia Fernández de Castro decidió hace mucho tiempo priorizar su criterio de la felicidad frente a otros parámetros ajenos que encuentran el bienestar en cuestiones que para ella son supefluas. Felizmente instalada en Comillas con su marido, Guillermo Gaspar y Pardo de Andrade, en quien ha encontrado el compañero perfecto, después de su matrimonio con Jacobo Siruela del que nacieron sus dos hijos, Brianda y Jacobo, de los que habla con inmenso orgullo, especialmente, por sus cualidades humanas.
Mantenemos una extensa conversación con María Eugenia en la que abordamos tantos temas, tirando de tantos hilos, que la hemos dividido en tres partes que publicaremos en los próximos días. Esta es la primera entrega de una charla repleta de reflexiones sobre cómo encarar los reveses de la fortuna y la alegría de vivir, llena de anécdotas de la Casa de Alba y de figuras que se han cruzado en su devenir personal y profesional. Hablamos de Borges, de Warhol, de Almodóvar, de Jesús del Pozo... Y, sobre todo, de una famlia, la suya, que contribuyó a convertir a la ahora empresaria en la persona que es hoy en día y con la que se siente muy satisfecha.
María Eugenia es una gran contadora de historias y, como Sherezade en Las mil y una noche, sabe entretejer los argumentos para que al interlocutor no le haga falta ni intervenir. Es el sueño de un entrevistador porque, además, no nos marca líneas rojas, más allá de la prudencia y la lealtad a las personas que han pasado por su vida, y no recurre a los eufemismo para abordar cuestiones como los serios problemas de salud que tuvo que superar en el pasado.
La que fuera la nuera favorita de la duquesa de Alba ha encontrado su lugar en el mundo en Comillas, donde está su tienda, Alma-Zen, «que en periodos vacacionales tengo llena, igual que la casa, porque esta ciudad es muy vacacional», y que está estrictamente ligado a sus recuerdos de infancia: «Lo asocio con los mejores tiempos de mi vida. La familia de mi padre está muy vinculada a esta tierra. Desde pequeñitos veraneamos en casa de mi abuela y llegamos a ser treinta y tantos primos, te puedes imaginar lo que era. Hasta venía una hermana de mi padre que vivía en Filipinas para pasar los tres meses del verano».
«Esa asociación de estar en vacaciones con tanta familia, en libertad… Son recuerdos maravillosos. Piensa que era la única niña de cinco hermanos, todos eran chicos y mayores que yo. Me tuvieron con señorita hasta los quince años, era un martirio chino para mí. En Comillas podía salir, moverme, hacer planes sin tener esa especie de control que tan horroroso que tenía en Madrid», nos cuenta trasladándose mentalmente a tiempos felices.
«Cuando mi padre murió - Fernando Fernández de Castro y Sánchez de Cueto falleció en 2005-, mi madre tuvo un principio de Alzheimer y comenzó a ir muy rápido. Vivía en Madrid, en una casa muy grande para ella y no era lo más idóneo en ese momento para ella. He tenido la suerte de tener una familia maravillosa. Mis padres han sido inteligentes, generosos, trabajadores estupendos y, además, guapos. También mis hermanos lo han sido. Cuando iba con mi madre, las amigas le decían lo guapos que eran y de mí decían que era muy graciosa, porque tenía gafas de culo botella, aparato y las patitas de alambre…», nos cuenta con sentido del humor.
«Siempre nos hemos llevado fenomenal y mis hermanos se han fiado de mis decisiones. Decidimos traerme a mi madre, porque mis padres tenían una casa en Comillas, con su jardincito y se veía el mar. Ella, en Madrid, me pedía irse a su casa, a la de Claudio Coello, donde vivió en su infancia. Fue entonces cuando me la traje en Comillas, pero no podía dejarla sola. Tuve la suerte de que Guillermo siempre me ha apoyado y hemos tomado las decisiones con mucho acuerdo. Dejé todo con el espanto de los que me rodeaban, que no entendían cómo abandonaba la televisión, la radio…No entendían que me arriesgara, pero me daba igual. Siempre he dicho que los males en Comillas eran males y no quería ocuparme de mi madre», prosigue su relato.
En junio de 2021, cuando María Eugenia y su marido fueron a firmar a San Vicente de la Barquera los documentos de su boda. La ceremonia la ofició después la alcaldesa de Comillas, Titín Noceda. /
«Nunca le he tenido miedo a los cambios ni a empezar de cero en otra actividad porque había algo que me motivaba más que lo que estuviera haciendo. Cuando presenté mi curriculum a Loewe, la directora general en ese momento me dijo que quitara la mitad porque había hecho muchas cosas. Le contaba que había participado en rallies, había diseñado ropa, me había ido a México para trabajar como periodista haciendo entrevistas…. En Loewe no me querían dejar ir, incluso me dieron un año de excedencia, pero era el momento de pasar a lo siguiente. Pienso que a esta vida no hemos venido a tener el coche más grande, hemos venido a evolucionar como personas, a encontrar el sentido de la vida y ayudar a los demás», puntualiza.
En efecto, María Eugenia Fernández de Castro fue directora de Relaciones Exteriores de Loewe y había alcanzado una gran popularidad en televisión en 'Sabor a ti' al lado de Ana Rosa Quintana , pero, una vez más, necesitaba un cambio y no se arrepintió ni mucho menos: «Conocí a Ana Rosa haciendo un programa para Antena 3 Radio, porque he hecho muchísima radio. Jorge Javier comenzó prácticamente conmigo. A mí la televisión no me cambió, no he tenido lo que he denominado 'inflación psicológica', seguí siendo la misma. No veo por qué tiene que influirte tanto que te reconozca la gente por la calle para perder tu esencia. Por cierto, Jorge Javier siempre se portó conmigo muy bien, yo vivía un momento turbulento y fue muy discreto, es una persona muy culta».
«En ese momento el universo me dijo que mi camino era otro, puse mis valores en orden. Lo principal era que mi madre me necesitaba y me organicé para estar con ella. De otra forma me hubiera estado arrepintiendo toda la vida. En mi caso he tenido mucha suerte porque me he podido permitir elegir. Tengo muy claro que la verdadera independencia es económica. Por eso, siempre me he planteado conseguir ser independiente en este sentido y es el motivo por el que he hecho tantas cosas a lo largo de mi vida», asegura.
Maria Eugenia ha roto muchos estereotipos y mantiene que «pertenecer a determinada clase social no significa que tenga una determinada ideología, conmigo van de cráneo». Enfatiza los valores que para ella son cruciales y nos pone un ejemplo muy concreto y cercano, un refernte fundamental: «Mi hermano mayor, que ha fallecido hace un año, ha sido una persona muy importante en mi vida. Con 21 años era anarquista y tuvo que salir de España. Estuvo diez años exiliado en Francia. Me inflé a guardarle propaganda ilegal cuando venían a hacer registros a casa para llevártelo. He tenido gente a mi lado con honestidad y una preocupación por los problemas verdaderos y las cuestiones sociales que han sido grandes ejemplos. Otros quizás han vivido cegados, yo no».
Fernando, hermano de María Eugenia, en una imagen de su álbum personal. /
«Mi hermano Nando pudo entrar en España cuando murió Franco en el 75. En Francia estudió Sociología y cuando volvió trabajó en el Ayuntamiento de Málaga, trabajando para ayudar a los más desfavorecidos y a las personas con riesgo de exclusión. Con 16 años se escapó de casa para ser torero. En un momento dado, mi madre, a quien tenían que hacer una operación, camino del quirófano le agarró por la muñeca y le pidió que le prometiera que no fuera torero. Cuando volvió a España, le hicieron Presidente de la Asociación Taurina. He sabido mucho de toros por él. Estuve tres años haciendo la crónica taurina de San Isidro con Antonio Herrero. Ahora no puedo ver una corrida, soy animalista y estoy en contra del sufrimiento animal. Cuando mi hermano se marchó de España mi pobre madre decía que por qué no le dejaría ser torero. En su evolución personal acabó haciéndose budista y maestro de meditación», rememora, divertida.
Volvemos al momento actual, a Comillas, y a cómo se logró abrir camino en su nueva faceta de empresaria: «La manera de quedarme era montar algo y por eso creo una tienda de muebles y decoración, que siempre me ha encantado. Me ha permitido hacer unos viajes estupendos para adquirir producto. Por ejemplo, me he ido a Indonesia porque la hermana de Guillermo tiene una casa en Bali, donde podía ir guardando lo producto. He viajado a Vietnam, a la India… Me ha permitido tener esa cosa mía de aventurera y traer cosas que me encantaran. Además, este trabajo me permite pasar mucho tiempo en Comillas, pero también en Madrid, donde viven mis dos hijos. Ellos vienen siempre que pueden, pero en esos años tan importantes me permitía estar con mi madre, atenderla, comer con ella…»
«Esa deriva, me coge en un momento en el que valoro esta calidad de vida, tener un espacio y tiempo para disfrutarlo, estar al lado del mar, pasear con mis perros, que siempre tengo, también gatos, me encanta la naturaleza. Hay momentos de muchísimo trabajo, especialmente en verano y festivos como Semana Santa, pero luego tengo otros tiempos muy buenos para disfrutar de lo que me gusta, leer, escuchar música…Cuando murió mi madre -María Eugenia Fernández-Shaw y de Rich, en abril de 2015, apenas unos meses después de la duquesa de Alba , el 20 de noviembre del año anterior-, ajusté mi situación. Había arreglado una casa preciosa de mi familia, que se había construido en 1525, pero hay que entender el desapego en el sentido práctico. Tener una casa de esas dimensiones para que durante todo el año estuviéramos solos Guillermo y yo era absurdo», concluye.
Fue entonces cuando puso a la venta esta propiedad familiar y buscó otra que se ajustase a sus necesidades: «Además, con los tiempos que corren… Era absurdo. Por suerte las decisiones te llevan a situaciones que no te habías planteado. En ese sentido fui una adelantada, cuando el coronavirus no lo sufrí como otra gente porque pude pasar el confinamiento más al aire libre. En Madrid vivo en las afueras, en la zona norte, rodeada de un monte protegido, que es una gozada, y aquí igual. La casa en la que vivo está pegada un pueblito, muy cerca de todo, pero en medio de la naturaleza».
Continuará…