Patrica Rato y Juan Antonio Ruiz Espartaco estuvieron juntos durante 19 años. /
Las historias de amor de los toreros son el lugar feliz de la prensa rosa. Las hay legendarias, como la de El Litri y Concha Spínola ; glamourosas, como la de El Litri jr. con Carolina Adriana Herrera y con su ración de drama, como el divorcio de Enrique Ponce y Paloma Cuevas . Pero ninguna de estas historias incluyó una boda secreta y una novia secreta ( Juana Valderrama ) como sí sucedió con Patricia Rato y Juan Antonio Ruiz, Espartaco.
El romance entre la joven Patricia Rato y el torero de Espartinas tenía todos los ingredientes para convertirse en portada de revista desde la primera cita. Ella era lo que se denominaba una «niña bien»: hija de Ramón Rato (presidente de Cadena Rato y accionista del Grupo Intereconomía) y Felicidad «Ichu» Salazar Simpson (hija de empresario) y sobrina del Ministro de Hacienda Rodrigo Rato. Encarnaba el prototipo pijo de la época, con su larga melena rubia, su educación en los mejores colegios religiosos de Madrid y su casa señorial del barrio de Salamanca.
En el otro extremo estaba Juan Antonio Ruiz, el torero que había heredado el apodo de Espartaco de su padre y que empezó a torear a los 12 años y tomó la alternativa a los 16. con el único objetivo de sacar a su familia adelante. Por supuesto, lo consiguió, y para finales de los años 80 era el torero más cotizado.
En 1989, cuando Espartaco y Patricia se conocieron, el diestro ya no compartía con toda la familia 50 metros cuadrados escasos de un piso en la calle Ferraz cuando acudía a Madrid, sino que descansaba en una habitación del Palace. Fue precisamente en la recepción de ese hotel donde, tras un festival benéfico, una joven rubia y guapa preguntó por él y dejó una tarjeta con un teléfono para que el diestro la llamara.
La joven era Patricia Rato y el número de teléfono que le pasó por escrito era el de la oficina en la que trabajaba. Había visto al torero en la corrida benéfica y quería conocerle. De aquella época el torero recuerda las buenas migas que hicieron nada más conocerse y lo cara que le salía la cuenta del teléfono: las conversaciones duraban horas muy a pesar de la familia de Patricia que no veían con buenos ojos esta relación.
La boda que surgió como consecuencia de este flechazo telefónico, como apuntaba Beatriz Cortázar en ABC, seguramente no fue como la que Patricia Rato había soñado cuando era niña. Llegó casi con nocturnidad y alevosía.
El enlace se celebró de noche el 7 de julio de 1991 en el santuario de la Virgen de Loreto y tuvo como únicos testigos a los suegros de Patricia Rato, los hermanos del torero y su apoderado. De la familia de Patricia, nadie.
Patricia Rato iba vestida de blanco y con velo, pero el suyo no era el vestido de novia de diseño al que habría podido aspirar, sino uno que ella misma se había comprado en una anónima tienda de Sevilla.
Él ya había cumplido los 29, ella tenía apenas 20 y ocho meses después de aquella ceremonia se convertiría en madre de la primera de sus hijas, Alejandra. Más tarde llegarían Isabel y Juan. Con la boda llegó también la vida en el campo, lejos de Madrid y los suyos, y la convivencia con los suegros.
Para mejorar las relaciones con la familia de su mujer Espartaco toreaba en la corridas de beneficencia de la Fundación Padre Arrupe, la fundación creada por el tío de Patricia Rato y presidida por su madre. Eso y la llegada de los nietos suavizaron la relación entre ambas familias, pero con la ruptura el panorama cambió de nuevo.
La ruptura llegó para la prensa en el año 2010, con un gran revuelo mediático y un juicio paralelo: de un lado Patricia Rato abandonando la finca familiar y estableciéndose de nuevo en Madrid con sus hijos; de otro Espartaco y una nueva mujer, Macarena Bazán.
La bola creció tanto que al final el torero tuvo que publicar un comunicado para dejar claras las cosas. Fue entonces cuando se descubrió que la pareja más discreta había firmado cinco años antes de que saltara la noticia a la prensa (el 4 de mayo de 2005) una Escritura de Acuerdo de Separación Conyugal de Hecho ante notario. Lo que llegó en 2010 fue la demanda de divorcio que se resolvió en diciembre de ese mismo año.
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«Oficialmente mi mujer y yo llevamos cinco años separados y, por si fuera poco, estoy sometido a una demanda de divorcio en un juzgado de Sevilla. Si salgo o dejo de salir con quien yo quiera creo que es mi derecho y a nadie tengo que rendirle cuentas. Mi vida es mía, como la de Patricia es suya», escribió el torero dispuesto a zanjar su divorcio ante la prensa. Desde entonces ni él ni Patricia han vuelto a protagonizar un titular.