La marquesa de Griñón, Tamara Falcó, nos ha regalado vía Instagram un viaje de Semana Santa a sus raíces filipinas junto a su novio Iñigo Onieva. La tierra que vio nacer a su madre, y donde todavía viven ramas enteras de los parientes de Isabel Preysler, la ha recibido con los brazos abiertos y aunque no ha mencionado a cuáles de todos sus parientes ha realizado una visita sospechamos que la primera de la lista ha sido su tía abuela Mercedes Arrastia Tuason.
La tía «Mercy» (cuyo nombre completo es María Mercedes Reinares y Arrastia Tuason), es una de las grandes damas de la sociedad filipina y lo lleva siendo desde hace mucho tiempo, de hecho está incluida en el listado de personas más influyentes de Asia según el listado que confecciona la versión asiática de la revista Tatler.
Gracias a su influencia, por ejemplo, Isabel Preysler y el marqués de Griñón fueron recibidos tras su boda por Imelda Marcos en el palacio de Malacañang en Manila. Hermana de Beatriz Arrastia (madre de Isabel Presyler), durante un tiempo en España a la tía Mercy se la conoció como la « Preysler del Vaticano» porque ejerció funciones como diplomática para el gobierno de Filipinas ante la Santa Sede desde 2009, una labor que inauguró .
Nacida en Lubao en septiembre de 1930 la vida de Mercy dio un vuelco a los 39 años, cuando quedó viuda y al cargo de sus siete hijos de forma inesperada. Hasta ese momento su vida podría haber sido retratada como cualquier otra existencia de una hija de la alta sociedad casada con un empresario de la alta sociedad. En su caso su marido se llamaba José Tuason, le apodaban «Boy» y poseía un floreciente imperio empresarial. Falleció prematuramente en un accidente aéreo en 1969.
Con una fortuna respaldando su existencia y siete hijos a su cargo (Jay, Ramon, Iñaki, Jingy, Paolo, Rosanna y Karen) Mercy dio rienda suelta a sus labores caritativas y religiosas. «Cuando mi marido murió encontré consuelo en ayudar a los demás y, en ese proceso, encontré también a Dios», explicó en una entrevista que concedió al periódico La Razón.
En realidad la devoción de Mercy apuntaba maneras mucho antes de la tragedia familiar que dejó huérfanos a sus hijos. Ella misma contó cómo abandonó la píldora anticonceptiva (a pesar de que su confesor le advirtió de que no era necesario) después de que el Papa Juan Pablo II publicara la encíclica «Humanae Vitae» en la que se declaraba ilícito cualquier control artificial de la natalidad. Una decisión, por cierto, de la que está especialmente orgullosa. «Mi marido falleció cuando mi hijo pequeño, Paolo, tenía sólo 11 meses. Basta con decir que si no hubiera estado dentro de la Iglesia, no habría tenido a mi pequeño, quien hoy tiene, a su vez, cinco maravillosos hijos».
Su fe y su trabajo en organizaciones de caridad católicas y en la Cruz Roja han ayudado a Mercy a superar los peores momentos de su vida, no solo durante el luto por su marido, sino también tras la muerte prematura de su hijo Iñaki y, de paso, la auparon hasta el puesto de embajadora con séquito en el Vaticano que le permitió «rebautizar» al Papa Francisco como Lolo Kiko («lolo» significa abuelo en filipino y «Kiko» por Francisco).
Aunque Beatriz Arrastia, la madre Isabel Presyler, también era una persona creyente, su hermana Mercedes Arrastia es conocida en su país precisamente por su devoción por la virgen, sus intentos de que los filipinos recen a diario el rosario y su discurso provida muy del gusto de los Papas que ha conocido durante sus años de estancia en el Vaticano. Una vocación religiosa que parece que sigue presente en algunas ramas de los Presyler y que en España ha mostrado Tamara Falcó desde hace años.
La propia Mercy habló con orgullo del interés que Tamara Falcó mostraba por la religión de la hija de Isabel Preysler: «Tamara está muy cerca de su abuela, mi hermana Beatriz, que es una persona muy devota y religiosa. Eso debe de haber dejado huella en ella. Además, Isabel es una hija amorosa y cariñosa, también muy cercana a su madre, y Tamara ve todo esto».