La peor pesadilla de Carmen Thyssen, la coleccionista más importante de nuestro país, volvía a hacerse realidad este 14 de febrero, cuando su hijo Borja Thyssen se tenía que ver las caras con el ministerio fiscal, acusado de defraudar a Hacienda 336.417 euros. Fue en 2010 y se barajaba una multa de alrededor de un millón de euros y tres años de cárcel. Carmen Thyssen, antes Tita Cervera , siempre le ha aconsejado pagar y evitar escándalos, pero su hijo prefiere litigar. En ese encuentro de la pareja con la justicia se ha producido un giro de guion inesperado.
La pareja se presentaba este martes en el juzgado de lo Penal número 15 de Madrid con semblante relajado. La defensa de ambos ha presentado un informe parcial que no conocían las partes y que ha llevado al juez a suspender el juicio sin que se haya establecido una fecha para que se retome. Tal vez eso explique también que en la noche del lunes, 13 de febrero, pudiéramos ver al hijo de la baronesa asistiendo y disfrutando de la inauguración de la exposición de Lucian Freud en el Museo Thyssen acompañado de su hermanastra, Francesca y el ministro de cultura, Miquel Iceta, entre otras autoridades.
La jugada, de momento, parece haberle salido bien a Borja, aunque es posible que Tita hubiera preferido que no tuviera que acudir a los juzgados. Ese punto de vista diferente entre ellos es, quizá, uno de los disensos más insustanciales de los que han enfrentado a madre e hijo. En realidad, Carmen Thyssen encuentra poco estético que una familia que recibe ingentes cantidades de dinero de las arcas públicas tenga una conducta fiscalmente reprochable. En 2022 se cerró un acuerdo por el que los Thyssen recibirán 6,6 millones de euros anuales durante tres lustros por la cesión de su colección. A Borja le toca el 30%: alrededor de dos millones de euros cada año.
Borja no le tiene miedo a los tribunales y, de hecho, ya ha ganado alguna que otra escaramuza. En 2017 evitó dos años de cárcel y una multa de 2,5 millones de euros, también por supuesto fraude fiscal. El dinero en disputa rondaba los dos millones de euros y procedía de las exclusivas que Borja y Blanca Cuesta, su novia desde los 17, protagonizaban en la prensa del corazón. Desde su absolución en 2019 decidieron retirarse de la vida pública y vivir de la mansión al yate.
La vida de Borja y Blanca Cuesta es prácticamente invisible, a excepción de sus apariciones puntuales en inauguraciones del Museo Thyssen. Cuesta y los cinco hijos de la pareja pasan gran parte del año en su gran casa en la urbanización La Finca (Pozuelo de Alarcón). Borja, sin embargo, reside entre los paraísos fiscales de Dubái, Andorra y Suiza para ahorrar impuestos. Además, la pareja posee un dúplex en Ibiza y un catamarán.
Aunque la batalla de Borja Thyssen con Hacienda podría deparar nuevos capítulos, en realidad la guerra judicial más cruenta del heredero le enfrentó a su propia madre. Hablamos de más de una década de enfrentamientos en los que se mezcló lo personal (lo visceral) y lo financiero, una mezcla explosiva difícil de agitar. Pongámonos en situación: Tita Cervera, madre soltera en 1980 de profesión figura de la farándula, se casa en 1985 con un barón, Hans Heinrich von Thyssen-Bornemisza. Y todo cambia.
El barón Thyssen adoptó inmediatamente al niño Borja, al que adoraba, y lo equiparó a sus hijos biológicos en su testamento. Estudió en los mejores colegios suizos y lo intentó con la economía, pero como estudiante no prosperó. Quizá ya tenía claro que con una herencia a la vista de 3.000 millones de euros tampoco necesitaría hacer demasiados esfuerzos.
En cambio, tuvo una adolescencia fructífera en lo romántico y con 17 años conoció a Blanca Cuesta. A Tita jamás le gustó porque era siete años mayor y la tenía por cazafortunas (algo que tantas veces le achacaron a ella), pero fingió acogerla pensando que lo suyo con su hijo no duraría. Error.
«No ha llevado a mi hijo por buenos derroteros», declaró entonces Carmen Thyssen cuando anunció que no acudiría a la boda de la pareja, ya en 2007 y viuda. «Ella no le ha ayudado a ser un hombre y en su lugar le ha puesto a hacer pesas y a tatuarse. He intentado ser amiga de ella durante todos estos años y no me ha hecho caso», decía Carmen mucho antes de hacer las paces.
«Ella», Blanca, se casó embarazada de su primer hijo y Tita pidió hasta cinco pruebas de paternidad antes de aceptar que era su nieto. En ese mismo año, adoptó a sus mellizas, Carmen y Sabina. Borja se negó a verlas durante años. Para entonces, Borja ya recibía una pensión anual de 300.000 euros y se sabía heredero de 15 millones de euros, organizados en tres transferencias que recibió a los 25, los 30 y los 35.
El joven matrimonio vivía a todo tren y, además, vendía exclusivas. En 2004, Interviú robó las fotos de un topless de Blanca en las que lucía su nueva operación de pecho. En 2010 nació el segundo hijo de la pareja y la abuela se enteró por la prensa. En realidad, no vio a sus nietos durante toda una década. «Cualquier día ella lo dejará tirado y entonces él abrirá los ojos», aseguraba la baronesa Thyssen.
La situación llegó a un punto de no retorno en 2009, cuando Tita demandó a su hijo, su mujer y su abogado por irrumpir en su despacho y sustraer documentos de su mansión. Madre e hijo ya llevaban años sin llevarse y parece que esta, para castigarle, trataba de impedir que accediera a su herencia.
Borja buscaba papeles testamentarios del barón: pruebas para litigar con Tita por su herencia paterna. Al final, fue su padre biológico, Manolo Segura, viejo amigo-amor de su madre, el que medió para llegar a un acuerdo, firmado en 2014. La paz total no llegó hasta 2020, cuando Borja recibió finalmente su deseado legado millonario.
Hoy, Borja vuelve a ser el niño mimado de su madre y, por extensión, del Museo Thyssen. Se reivindica como coleccionista (siempre asesorado por los conservadores del museo) y por designación directa de Tita ejerce como uno de los 12 miembros del patronato, en el que figuran cinco representantes de los ministerios de Cultura y Hacienda.
La todopoderosa coleccionista que es Carmen, vicepresidenta vitalicia de la fundación Thyssen que gestiona el museo, ya ha advertido a sus ejecutivos y aliados de que «Borja será el próximo vicepresidente». El cargo no es hereditario, pero pocos osarían impedir un cambio en los estatutos.
A la ironía de imaginar a Borja Thyssen sentado al lado de un alto funcionario de Hacienda hay que sumar la nueva vocación de Blanca Cuesta, aspirante a auxiliar de enfermería en su juventud que, sin embargo, ha logrado hacerse un nombre como pintora. Ha llegado a exponer en Arco y vende sus obras, de estilo abstracto neoexpresionista, por alrededor de 7.000 euros.
20 de enero-18 de febrero
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