Carolina de Mónaco, princesa de Hannover. /
Llega esa fecha del año en la que hay que celebrar la existencia de la princesa de las princesas ; la Grimaldi que a fecha de hoy sigue siendo la que más alegrías visuales nos da de todas; la primogénita de Grace Kelly y el príncipe Rainiero: Carolina de Mónaco, princesa de Hannover.
Ya son 67 años celebrando a la mujer que hizo al mundo descubrir que se podía estar calva y con turbante tras «robarle» el marido a tu mejor amiga y no perder la belleza ni la compostura. O que es posible desfilar airosa y sin inmutarse por la alfombra roja de una boda real dejando al marido robado en cuestión traspuesto por la resaca en el hotel.
Carolina es y siempre será genio y figura, y aunque ya se prodigue poco porque prefiere ejercer de abuela antes que de celebrity, sigue estando a la altura de su curriculum de estilo aparición tras aparición. ¿O acaso alguien lleva mejor que ella los lookazos de Chanel o es capaz de posar con gafas de sol sin perder un ápice de encanto? La respuesta es no, y aprende de una vez Carlota Casiraghi.
Pero que se haya convertido en la musa de Lagerfeld y la envidia de Charlène no significa que sea la heredera directa de la otra gran dama del glamour de los Grimaldi: su propia madre Grace Kelly . Y ella misma lo sabe y reconoce.
A pesar de ser tan reconocible como su cinematográfica madre, la princesa Carolina no se siente cerca del legado estilístico ni espiritual materno. De hecho la relación entre ambas jamás fue fluida. En las escasas ocasiones en las que la hermana mayor de Alberto II de Mónaco ha confesado detalles sobre su infancia y juventud no parece que esta fuera muy feliz ni que el entendimiento con Grace Kelly fuera la base de su relación con su madre.
Lo único que la princesa Gracia de Mónaco deseaba para su hermosa hija Carolina es que se casara con un futuro rey, motivo por el que jamás la animó a estudiar, pero se emocionaba presentándola en sociedad a herederos como el mismísimo Carlos de Inglaterra. Para sorpresa y decepción materna, Carolina acabó pasando por el altar cuando era apenas una adolescente para unirse a un playboy francés bastante mayor que ella y juerguista despiadado. Toda una decepción.
Un motivo de peso para que la propia Carolina declarara en la prensa francesa que antes que a su rubia madre ella a quién se parecía era a su abuela paterna, la duquesa Carlota de Mónaco, «una mujer muy libre y con una loca originalidad. Enfermera durante la guerra, visitante de la prisión… Totalmente inclasificable». Lo que Carolina no contó es que Carlota de Mónaco, madre de Rainiero fue, también, el azote de Grace Kelly en la corte monegasca.
Rainiero III, marido de Grace Kelly y padre de la princesa Carolina, era hijo del príncipe Pierre de Polignac (también conocido como Pierre de Mónaco) y de la princesa Carlota, hija del príncipe Luis II. Lo que pocos saben es que al contrario que Carolina, que es princesa desde que nació, Carlota llegó al mundo de la realeza bastante después de nacer. Sucedió a los 24 años, cuando, vía decreto, la convirtieron en duquesa de Valentinois y princesa heredera para solucionar una crisis sucesoria sin precedentes que estuvo a punto de hacer que los Grimaldi se extinguieran.
Charlotte Louise Juliette de Mónaco, en realidad, tenía poco de noble. Había nacido en 1898 en Argelia fruto del amor que su padre, Luis Grimaldi, mantuvo con una lavandera/costurera/cabaretera llamada Marie Juliette Louvet. El idilio duró décadas.
Luis instaló a su querida y su hija Carlota en Francia en una villa bautizada «Villa Charlotte» e intentó casarse con Juliette, algo a la que su padre se opuso por completo porque el flechazo de su hijo no podía ser menos adecuado: la mujer era mayor que él, actuaba en Montmartre, estaba divorciada y tenía otros dos hijos de una relación anterior. Lo único que consiguió rascar Luis II de su progenitor fue que se reconociera a Carlota como hija suya.
Tiene sentido que Carolina de Mónaco se compare con su rocambolesca abuela. Físicamente son dos gotas de agua y algunas de sus actitudes vitales parecen un calco. Ambas se casaron a los 21 años, y ambas acabaron unidas a hombres que hacían las delicias de sus padres pero no las suyas: Carlota de Mónaco a Pierre de Polignac, un conde reconvertido en príncipe para darle lustre, y Carolina de Mónaco a Ernesto de Hannover, el príncipe soñado por su madre.
Las dos se casaron con sus príncipes y ambas se separaron de ellos, recordemos que hace ya 15 años que Carolina de Mónaco no posa junto a Ernesto. Y las dos también se empeñaron en mantener amores que escandalizaron a la prensa de su tiempo, Carolina con Philippe Junot , un amor de juventud del que después se arrepintió, y Carlota con el ladrón René Girieux, al que conoció en la cárcel.
Porque sí, tanto Carolina como Carlota se empeñaron en estudiar en la universidad a pesar de los deseos de todos los que les rodeaban que no entendían la necesidad de las royals de aprender nada. La abuela de Carolina se especializó en Trabajo Social y se convirtió en una asidua de las cárceles.
Pero sin duda el detalle que más une a abuela y nieta es su capacidad de sacar de quicio a la pluscuamperfecta Grace Kelly. Con su actitud rebelde, sus posados-robados en top less y sus amoríos, durante su juventud Carolina fue un dolor de cabeza constante para su madre. Y en cuanto a Carlota, para ir abriendo boca de lo que le esperaba en la corte Grimaldi se presentó a la boda de Grace con Rainiero en un coche conducido por un chófer que estaba en libertad condicional por pertenecer a la mafia. Todo lo contrario a lo que deseaba la ex estrella de Hollywood.