La dolce vita
La dolce vita
Del brazo de Alberto II de Mónaco o vestida con un modelo de lentejuelas en una cena de gala la princesa Charlène ha conquistado, pasito a pasito y sin que nadie se dé cuenta, la patria de los Casiraghi y los Borromeo: Italia. Y eso ha demostrado en su última visita a Florencia.
Al tímido paseíllo matutino en chándal de lujo le siguió una cita más formal y nocturna en el Salone dei Cinquecento del Palazzo Vecchio florentino. La excusa era conmemorar el 160 aniversario de la fundación del Consulado del Principado de Mónaco en la ciudad italiana.
La realidad es que Charlène llegó con su modelazo de 4000 euros dispuesta a ofrecer de forma manifiesta y elegante su apoyo a su marido porque parte de lo recaudado esa noche iba destinado a la Fundación sin ánimo de lucro que lleva el nombre de su esposo.
Pero por mucho que nos sorprenda ver a Charlène paseando por Florencia no es, ni mucho menos, la primera vez que demuestra que cada vez se siente más a gusto en el país mediterráneo. En privado y en público la exnadadora olímpica ha recibido en el país vecino el refugio y el reconocimiento que a veces le ha faltado en Mónaco.
Si pensamos en la familia Grimaldi e Italia el primer nombre que se nos viene a la cabeza es, sin duda, el de Carolina de Mónaco. No en balde fue novia de todo un romano como Robertino Rossellini y después convirtió a Stefano Casiraghi, italiano de pro, en su segundo esposo. Una estela de atracción por lo italiano que su hijo Pierre Casiraghi copió casándose con la hermosa Beatrice Borromeo.
Pero la historia que une a Charlène con Italia es tan romántica y personal como la de los Casiraghi. Al fin y al cabo el pistoletazo de salida de su relación con Alberto II se produjo en tierras italianas, concretamente en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno de Turín en 2006.
Fue entonces cuando los fotógrafos captaron la imagen del príncipe regente de Mónaco muy acaramelado sentado en el palco junto a una impresionante joven rubia tan acaramelada como él. A raíz de esas fotos, que dieron la vuelta al mundo, todo el mundo descubrió que Alberto de Mónaco tenía nueva novia plebeya: una nadadora profesional sudafricana. Tras pillarles en semejante renuncio no les quedó otra que hacer oficial su relación que culminaría en 2010 con el anuncio de su compromiso.
La relación de Charlène con Italia fue un paso más allá después de su boda de 2011 porque, paradójicamente, es de los pocos lugares de Europa en los que parece pasar desapercibida si así lo quiere.
Mientras su familia política prefiere el chic parisino, Charlène se decanta a menudo para hacer sus compras la ciudad de Milán, la meca de la moda italiana a la que acude para renovar su fondo de armario desde 2012 y que visitó con este mismo fin hace apenas un par de semanas (y sin su anillo de casada puesto, para escándalo de la prensa rosa).
A cambio Italia recompensa el esfuerzo y la promoción que la princesa hace del país creando ocasiones únicas para reforzar su matrimonio de cara a la prensa. Por ejemplo, un año después de su boda, y mientras Charlène recibía la presión mediática por no estar aún embarazada, Alberto de Mónaco y Charlène acudieron al Bal du Lys en Florencia. Los momentos románticos que compartieron en el Palacio Pitti acallaron cualquier rumor.
Cada vez que Charlène sufre una crisis, Italia responde. Si la prensa critica su ausencia de currículum, las autoridades del país mediterráneo le conceden la Cavaliere di Gran Croce dell'Ordine della Stella d'Italia, la máxima distinción italiana.
Si la acusan de no promocionar la cultura monegasca como hace la princesa Carolina en su apoyo al ballet, acude por sorpresa a un concierto de la Orquesta Filarmónica de Mónaco en Paroldo, un pueblo del Piamonte italiano.
Y si cuestionan que sus proyectos benéficos son poco internacionales o escasamente solidarios (no olvidemos el hate que recibió por su campaña a favor de los rinocerontes), inaugura una escuela infantil destruida por el terremoto de 2016 en Isola del Gran Sasso un pueblo italiano de 5.000 habitantes.
Eso sin contar con su principal valedor en Italia: el mismísimo Papa de Roma. En 2016 trascendió que había mantenido una audiencia privada con el Papa Francisco. Y el año pasado su buena relación se confirmó: la visita oficial al Vaticano fue el primer viaje oficial que Charlène y Alberto realizaron tras la enfermedad de esta.