Los homenajes de Raniero III han logrado lo inimaginable: un encuentro entre la princesa Charlène , Carolina y Estefanía de Mónaco . Ya había ocurrido en septiembre, con la presentación de estos actos por el centenario del príncipe. La sorpresa es mayúscula porque las hermanas de Alberto II no suelen coincidir con la mujer del rey. Los rumores apuntan a que tienen una tensa relación.
Las pocas ocasiones en las que se ha visto a las tres royals juntas han sido por obligado cumplimiento. Por ejemplo, el pasado noviembre en las celebraciones del Día Nacional de Mónaco (era, efectivamente, imprescindible la asistencia). Nadie podía ausentarse tampoco este jueves a la misa celebrada en la catedral de la ciudad-estado. La única falta justificada ha sido la de Louis, el hijo de Estefanía, y solo porque había sido padre el día anterior.
En las imágenes se percibe cordialidad sin mucho entusiasmo. El único gesto de cariño ha sido el de Charlene con su sobrina Carlota Casiraghi, a la que ha abrazado y besado efusivamente. En cambio, en una instantánea, Estefanía muestra una sonrisa forzada mientras Charlène saluda a los asistentes. Todos siguen el protocolo, pero falta naturalidad.
Carolina de Mónaco, la primogénita, siempre estuvo preocupada y pendiente de quién sería la mujer elegida para compartir la vida con su hermano Alberto. Era la que movía los hilos tras la muerte de Grace Kelly, y se topó con que Alberto se había enamorado de una plebeya y nadadora: Charlène Wittstock.
Según el escritor Philippe Delorme, que ha publicado varios libros sobre los Grimaldi, el royal eligió a una mujer que nada tenía que ver con su madre, la majestuosa actriz. Y la familia trató de adecuarla, pero fue en vano. La mujer de Alberto era rebelde y estaba preparada para marcar su territorio.
Lo materializó el día de su boda, la fecha señalada para el inicio de la batalla silenciosa. Charléne decidió sentar a su derecha, el sitio guardado para la persona más relevante del principado, a su madre, Lynette Humberstone Wittstock. La hermana mayor de Alberto se lo tomó regular.
Desde entonces la leyenda se ha alimentado a base de especulaciones y análisis de gestos y decisiones. Por ejemplo, la ausencia de la ex atleta en el Baile de la Rosa 2023 (y en las siete ediciones anteriores). Dejó plantada a Carolina, quien a su vez está perdiendo el grosor de su agenda mediática. Algunos medios hablan de «jubilación dorada» y otros perciben que está dejando paso a Estefanía.
Los desencuentros Grimaldi-Wittstock avivaron otro cotilleo que la Casa Real tuvo que desmentir, el divorcio de Charlène y Alberto. Negaron la crisis, pero no pudieron evitar que los medios confabularan con algunas decisiones que apuntan a un distanciamiento.
Por ejemplo, el verano pasado el príncipe firmó un decreto en el que convertía a su esposa en regente en caso de que a él le pasara algo (antes de que su hijo Jacques cumpliera la mayoría de edad). Pero la realidad es que gobernaría apoyada en un consejo formado por otras siete persona. La prensa lo trató más bien como un indicativo de que Alberto no confía en su esposa y de que Charlène es vista como la princesa solitaria (o una mujer sola).
20 de enero-18 de febrero
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