La princesa Charlène y su hermano, Gareth Wittstock /
La princesa Charlène está irreconocible: acapara los focos, lleva la voz cantante de los eventos más importantes de la agenda de los Grimaldi, (como las recientes celebraciones de Santa Devota) y se relaciona con los monegascos con una sonrisa en los labios. Finalmente ha eclipsado a Carolina de Mónaco .
Tras diez años de agonía ante las cámaras encarnando el arquetipo de princesa triste, la nueva Charlène ha conseguido, por fin, lo que parecía que no iba a lograr nunca: tiene personas de su total confianza residiendo en Mónaco. Gente que, además, poseen un rasgo en común: Sudáfrica.
La relación de la princesa con su país, Sudáfrica, es tan sólida e intensa como la desafección que ha sentido por Mónaco. En su favor se puede alegar que su boda en 2011 con el regente de Mónaco no sirvió para que los millonarios monegascos recibieran con los brazos abiertos a esa plebeya africana y deportista que no hablaba ni una palabra de francés.
Las poderosas familias de Mónaco creían que puestos a escoger a alguien sin un átomo de sangre real en su cuerpo bien podía haber elegido el príncipe Alberto a una de sus elitistas hijas herederas (y casaderas) que residen en la Costa Azul francesa en vez de a Charlène.
La avalancha de críticas a las que tuvo que hacer frente Charlène en sus comienzos como Primera Dama de Mónaco la noquearon por completo. Tanto que un amigo suyo confesando en el Bild alemán que la nueva princesa carecía de apoyos en aquel «nido de serpientes».
En contraposición a su fragilidad monegasca se encuentra la paz que la princesa consigue con todo lo relacionado con su país, Sudáfrica. En 2019 concedió una entrevista al medio sudafricano Huisgenoot, en la que confesó que lo peor de ser princesa era lo mucho que echaba de menos a su familia y a sus amigos sudafricanos. «Me siento triste porque no siempre puedo estar allí para ellos».
En esos años Charlène se conformaba con tener a su lado en Mónaco a su hermano Gareth Wittstock , el mismo que defendió sus intereses durante su ausencia por enfermedad y que la ha ayudado a crear su propio gabinete dentro de palacio. Ni antes ni ahora es extraño ver a la princesa pasándolo bien con su hermano, toda vitalidad y sonrisas, en contraste con el rictus serio y distante con el que posa en los actos oficiales.
Mike Wittstock y Lynette Humberstone, los padres de la princesa Carlène que se acaban de instalar en Mónaco /
Algo que sucedió de forma muy pública y notoria en 2019, cuando Charlène abandonó a su marido en Japón, antes de la entronización del emperador Naruhito, para irse con su hermano Gareth al bar Slammers de Mónaco y disfrutar juntos de la final del mundial de rugby que enfrentaba a Sudáfrica con Inglaterra.
Paradójicamente, el príncipe Alberto estaba completamente solo en ese mismo momento viendo el mismo partido en la tribuna del estadio de Yokohama en la que se celebraba dicha final.
Si con solo un hermano y una nuera a su lado en Mónaco se atrevía a tanto, miedo nos da el baño de confianza que va a conseguir Charlène a partir de ahora que sus padres se han instalado cerca del principado.
La primera quincena del año se reveló con buenas noticias para la princesa de Mónaco. A partir de ahora no sólo podía contar con el apoyo incondicional de su hermano Gareth y su nuera Roisin Galvin, sino que también se unían al equipo Wittstock los padres de Charlène.
La excusa oficial para la mudanza de Lynette Humberstone y Mike Wittstock a Mónaco no podía ser más clara: apoyar a su hija. Para ellolos Wittstock senior han instalado en la población de La Turbie, a escasos minutos en coche de la princesa.
Una fuente cercana al palacio Grimaldi declaró al Daily Mail que la cercanía de sus padres «hace sentir a Charlène segura y protegida y le recuerda la vida mucho más despreocupada que disfrutaba en Sudáfrica antes de convertirse en princesa de Mónaco«.
Pero la nueva Charlène ya no se conforma con su familia. Por fin ha conseguido crear un círculo de confianza y, para sorpresa de nadie, sus integrantes están relacionados con su país.
Ese es el caso del diseñador Terrence Bray, nacido en Durham en 1974 y responsable de algunos de los mejores looks de Charlène antes y después de su enfermedad. Terrence Bray fue el escogido por la princesa para que le diseñara un vestido negro palabra de honor con el que festejó su boda con Alberto de Mónaco en el Hotel Oyster Box de Durhan.
La princesa Charlène y su hija Gabrielle vestidas de Terrence Bray en su debut público tras un año de enfermedad. /
Pero ha sido desde su retorno cuando el diseñador se ha convertido en el «constructor» de la nueva imagen de Charlène. Él fue el responsable del mono azulón con la espalda al aire con el Charlène debutó de nuevo junto al príncipe Alberto tras su larga convalecencia. Ocurrió en el Gran Premio de automovilismo en mayo de 2022 y su presencia ayudó a acallar los rumores de divorcio inminente de la pareja.
Un día antes de aquella cita Terrence Bray personalizó para la princesa y su hija, la pequeña Gabrielle, unos vestidos de seda a juego con los que acudieron juntas a la Semana de la Moda de Montecarlo. Su primera aparición «en solitario» tras un año de enfermedad.
Desde ese momento la presencia en el armario de Charlène de Terrence Bray ha sido constante, tanto que para los medios de comunicación especializados en moda royal le consideran el «arma secreta» de Charlène. La confianza de la princesa en e diseñador es tal que actúa como jurado en la Semana de la Moda de Montecarlo en representación de la propia Charlène.
La otra persona en la que descansa parte del ocio (y la imagen) de Charlène es su «retratista» oficial, la artista Stefanie van Zyl. Por sus pinceles han pasado todos los monegascos que le interesan, desde Grace Kelly al príncipe Alberto, pero sus mejores retratos son los que hace a mayor gloria de Charlène.
Nacida en Namibia, pero criada en Sudáfrica, Stefanie van Zyl es una de esas artistas bien conectadas y de look bohemio que tanto gustan a la alta sociedad europea. Su flechazo con Charlène debió ser inmediato porque en ella la princesa encontró un trocito de África en el principado: la artista vive en Montecarlo desde los años 80.
Vídeo. Las razones por las que Charlène no quería volver a Mónaco
Artista y princesa se conocieron en una exposición en 2012, donde Charlène compró dos de las obras de la pintora. Desde ese momento la colaboración entre ambas ha sido común. Por ejemplo, en 2015 Stephanie van Zyl fue la responsable del diseño del primer sello en el que aparecía el rostro de la princesa rodeado de la flor nacional sudafricana, la protea.
En mayo de 2022 repitió la experiencia (quizá por influencia de Charlène) diseñando un sello, esta vez con el retrato del príncipe Alberto. Y por si te lo preguntabas, sí, la famosa felicitación de Navidad que Charlène publicó en su cuenta de Instagram durante su ausencia de Mónaco, en la que aparecía un dibujo de ella con Alberto y los niños era, por supuesto, una pintura de Stefanie.