Victoria Federica y Froilán en su infancia. /
¿Cuánto hay de verdad en nuestras ideas preconcebidas sobre los sobrinos de Felipe VI y la reina Leitiza ? Ese es uno de los objetivos que se marca la periodista Silvia Taulés en su libro Los sobrinos del rey (Ediciones B), en el que se adentra en «su día a día, sus sueños, sus amores y polémicas», según reza en el subtítulo de esta publicación. Hablamos con la autora, colaboradora en la actualidad en TardeAR y con una larga trayectoria en prensa escrita, sobre todos ellos. Aunque, durante la conversación nos centramos los hermanos Felipe Juan Froilán y Victoria Federica de Marichalar y Borbón , los más controvertidos de la familia del rey.
Taulés destaca como «el cese temporal de la convivencia» entre la infanta Elena y Jaime de Marichalar fue un golpe muy duro para los niños: «La separación de sus padres les marcó muchísimo porque eran muy pequeños y salió en toda la prensa. Todos les perseguíamos como si fueran súper celebrities. Froilán, desde pequeño, siempre ha sido gamberro o travieso. Se puede usar este término. Ha sido como muchos niños. La famosa patada en la boda de los príncipes de Asturias le marcó. Lo cuento en el libro: si buscamos «patada Froilán» en Google nos salen miles de entradas y memes. Sigue siendo el niño de la patada. Le colgaron la etiqueta y ya no se la quitan».
Otro de los elementos esenciales para entender la evolución de Froilán y Victoria Federica, en opinión de Silvia Taulés, es que por parte de padre proceden de una familia aristocrática. Su abuelo era el conde de Ripalda y, según mantiene la periodista en el libro, los códigos de la nobleza también han pesado en su educación: «Eran niños encorsetados desde pequeños tanto por la madre como por el padre. El padre, además, cuando se casa con la infanta Elena asume ese papel de súper aristócrata pasado a royal. Quiere que sus hijos sean unos royals como tienen que ser. Les dan la educación más elitista posible, pero sus padres no se llevan bien y eso hace que los pequeños se sientan algo perdidos».
La periodista subraya dos figuras esenciales para el bienestar de Froilán y Victoria Federica: «Tienen al coronel Murga, una persona que está a las órdenes del rey Juan Carlos, que ha hecho de tutor de esos niños. Iba hasta a las reuniones del colegio. Tienen además al rey Juan Carlos, al que consideran su segundo padre. Ha estado pendiente de ellos tanto en lo económico como en lo emocional. Fíjate que Froilán ha acabado viviendo en Abu Dabi con su abuelo».
Taulés también destaca que la mala relación de sus progenitores ha sido determinante para la evolución personal de los nietos de la reina Sofía «Cuando hablas con gente que los conoce los describen como niños de una familia desestructurada. No solo porque los padres se hayan divorciado, sino por cómo lo hicieron. Eso a los niños, cuando eran muy pequeños, les marcó muchísimo».
Y nos recuerda una imagen de Victoria Federica que está muy presente en el imaginario colectivo. Además, nos da una explicación en clave psicológica: «Hay una anécdota pequeñita y muy significativa… Como muchos niños, Victoria Federica adoptó una prenda para convertirla en su objeto de cariño. Era un calcetín que le duró hasta la adolescencia. Cuando tenía miedo o se sentía sola recurría al calcetín».
La autora destaca que en la elaboración del libro ha intentado hacer un relato lo más informativo posible, sin juicios de valor y primando el análisis. «Más que atacar o defender a Froilán y Victoria Federica, lo que trato es de entenderlos para poder explicar después cómo son. La infanta Elena ha ejercido un control férreo sobre sus hijos. Ha querido saber en todo momento dónde estaban. Jaime de Marichalar les ha dado más libertad y más caprichos».
La disparidad de criterios educativos, a juicio de Taulés, fue determinante en momentos complejos para los dos hijos de la infanta Elena y Jaime de Marichalar : «Eso ha hecho que los niños interpreten esa disparidad de criterios como una ventaja y lo aprovechen para tomar el pelo a sus padres. Victoria Federica incluso intentaba escaparse por la ventana del colegio cuando era pequeña y tuvieron que ser los escoltas quienes fueron a recogerla. Se volvieron niños muy rebeldes, quizás para llamar la atención de sus padres».
Una de las cuestiones que le planteamos a Taulés es si los medios de comunicación tienen cierta responsabilidad en la percepción que se tiene de los sobrinos de Felipe VI: «Es muy complicado, porque a la prensa le gusta la información negativa y el conflicto porque es lo que la gente consume. Si pones la palabra paz en un titular, no se leerá tanto como si pones pelea. Eso afecta luego a lo que informamos sobre ellos. Ella es una chica a la que le gusta la moda y quiere dedicarse a ella. Ha encontrado en las redes sociales un camino para llegar a ese objetivo. No lo está haciendo nada mal, está contratada por una agencia. Es un trabajo y quienes lo hacen dicen que es duro y requiere muchas horas».
No podemos pasar por alto, sin embargo, los distintos problemas que ha arrastrado Froilán a lo largo de los años. Muy recordado es, como destaca Taulés, el momento de la patada cuando era solo un niño en la boda de los entonces príncipes de Asturias, o el tiro en el pie que sufrió cuando tenía solo 13 años. Después llegarían otras polémicas como su presencia en locales de cuestionable reputación, su comportamiento con respecto a las restrictivas normas de confinamiento durante la pandemia o algunos altercados en los que ha estado involucrado.
La marcha de Froilán de Madrid a Abu Dabi fue determinante y parece que hay un cambio de tendencia en cómo gestiona su vida: «Felipe Juan Froilán pidió ayuda en su momento, porque en Madrid no estaba cómodo y se le estaba escapando de las manos la situación. La prensa estaba muy pendiente de él y el abuelo dio un golpe en la mesa. Dijo que debería haberse hecho antes y que lo iba a hacer él. Estaba dispuesto a irse, le buscó un trabajo. Le está yendo muy bien y está trabajando muchísimo. De vividor, nada. Ha hecho un click en Abu Dabi bastante importante. No se puede estar pagando constantemente por los errores del pasado, sobre todo los de la infancia y la adolescencia, faltaría más».