Es fácil que la estampa de una reina Sofía vestida de flamenca y a caballo en la Feria de Abril de Sevilla sorprenda en muchas casas reales europeas, sobre todo en la británica. Todas saben de la importancia de identificarse con las esencias nacionales, pero puede ser difícil de comprender esta conexión con una cultura, la flamenca, que ni es aristócrata ni es elitista. Al contrario. Procede de los estratos más humildes de la sociedad española.
De todos modos, el disfrute de lo flamenco por parte de la reina Sofía ha sido muy puntual: de todos es sabido que su gusto personal tiene más que ver con la música clásica. Ha sido su hija mayor, la infanta Elena, la que sí ha destacado por su saber disfrutar del flamenco, del cante y del baile, con entusiasmo apasionado. Aunque, como su madre, tampoco ha querido enfundarse el traje de gitana más allá de la juventud, acaso consciente del arte que requiere tal indumentaria.
Por suerte, no hay que vestirse de faralaes ni bailar ni cantar para disfrutar de la cultura andaluza y apoyarla. De hecho, acaba de recibir uno de los premios que subraya este apoyo: el Premio Flamenco en la Piel que entrega el Salón Internacional de la Moda Flamenca (SIMOF).
Recordemos: la infanta Elena se casó en la catedral de Sevilla y mantiene desde entonces una relación muy estrecha con Andalucía tanto a través de su afición a las corridas de toros y las competiciones de salto ecuestre como por la moda andaluza.
La infanta Elena recibió el Premio Flamenco en la Piel «por su vinculación con la moda andaluza, por llevar el sentir flamenco y su pasión por el Sur por todo el mundo, siendo una magnífica embajadora de la marca España, que siempre se enorgullece de lucir y mostrar las señas de identidad de nuestro país».
Ella lo agradeció asegurando: «Para mi es un honor recibir este galardón como a mucho de vosotros siempre me enorgullece mostrar la señas de identidad de España, siento la moda flamenca una fuente de inspiración para diseñadores de todo el mundo». También de su vestido de novia, diseñado por el sevillano Petro Valverde.
Qué mayor prueba podemos ofrecer de la afición de la infanta Elena por lo andaluz que la agenda social de su propia hija, Victoria Federica de Marichalar, más centrada en Sevilla que nunca. Aficionada a las corridas de toros como su madre, ha sido una de las estrellas de la última Feria de Abril.
Parece que existe una conexión entre madres e hijas en la afición a todo lo flamenco. La prueba es que a Cayetana de Alba y a su hija Eugenia Martínez de Irujo les ha sucedido lo mismo.
La conexión es evidente, tanto que Cayetana Fitz-James Stuart, la añorada duquesa de Alba, fue la primera mujer en recibir el premio que ahora distingue la pasión andaluza de la infanta Elena.
Cayetana demostró a lo largo de toda su vida cómo vivir el flamenco, en su caso el cante y el baile, pero también la Feria, el Rocío y cómo no la moda, con autenticidad. La duquesa bailaba para celebrar, como las gitanas. Lo vivía de verdad.
Después de Cayetana de Alba, el Premio Flamenco en la piel se lo han llevado la cantaora Estrella Morente, la bailaora Sara Baras, las cantantes Niña Pastori y María Jiménez, la actriz Carmen Sevilla, los diseñadores Victorio & Lucchino y Toni Benítez, los bailaores Farruquito y Antonio Canales y el grupo musical Siempre Así, entre otros.
Sin embargo, la sobresaliente presencia de una royal y una grande de España convierten a esta distinción flamenca en un galardón con espíritu muy particular. Pocas designaciones reúnen a tan grandes mujeres de extracciones sociales tan distantes: de la élite social a los barrios más humildes. Otra señal de la magia del flamenco.
Como le ha sucedido a la infanta Elena, la tres veces casada Cayetana de Alba dejó el legado de su pasión flamenca en su hija, Eugenia Martínez de Irujo. De hecho, la hemos visto bailar flamenco casi tantas veces como a su madre, la última en una cena de gala que se celebró en el palacio de Liria este mismo mes. La duquesa de Montoro salió al escenario por aclamación del cuadro flamenco, y triunfó.
Al final, el mejor espectáculo de la noche fue el de Eugenia Martínez de Irujo, arrancándose por bulerías. Un gesto espontáneo que, por suerte para nosotros, fue captado por el móvil de su pareja, Narcís Rebollo. La duquesa de Montoro recuerda cada vez más a su madre, pero en momentos flamencos como este el homenaje es emocionante.
¿Quién es la mejor abanderada del arte andaluz en todas sus manifestaciones entre las grandes de España? Dos mujeres coinciden como apasionadas de las esencias españolas: la infanta Elena y Eugenia Martínez de Irujo. Cada una en su estilo, una más discreta desde la barrera y la otra más entregada al arte, honran una cultura cien por cien popular. España es, sin duda, diferente.