El príncipe Guillermo y su padre, el rey Carlos III, discuten en el famoso balcón de Buckingham Palace. en presencia de Carlota. /
Nada de lo que ocurre alrededor de la familia Windsor es intrascendente. De hecho, hoy sabemos que hasta las noticias falsas que en los peores años de la era Diana de Gales publicaban los periódicos funcionaban como balas de una guerra letal. Lo volvió a confirmar el príncipe Harry en sus memorias: las filtraciones sobre los distintos miembros de la familia real forman parte de una estrategia casi militar, pensada para elevar a unos y convertir a otros en señuelo. Ni Carlos III ni Guillermo se salvan .
Los equilibrios de poder en la familia real británica se juegan entre las distintas secretarías, donde cada equipo de comunicación se las ingenia para proteger a su royal al precio que sea. La jerarquía, claro, importa. Los esfuerzos de todos han de dirigirse a proteger la institución, con lo que la figura del rey es habitualmente intocable . Después viene la de los príncipes de Gales, como herederos. Todos los demás royals pueden ser utilizados para realzar a los anteriores mediante filtraciones interesadas. Muchas veces por comparación.
Esta fue la mecánica que, según el duque de Sussex, Guillermo y él mismo prometieron desterrar, sin éxito. Finalmente y siempre según la versión de Harry , Meghan Markle se convirtió en el punching ball de la prensa para darle un descanso a Kate Middleton, quien pasó a ser considerada la princesa ideal, en comparación con la estadounidense. Es lógico que, a la vista de las primeras críticas serias que aparecen en la prensa británica al respecto de Guillermo, nos preguntemos a qué se deben. O, mejor, a quién.
El contexto, por otra parte, invita a la sospecha. Desde que Carlos III anunciara que padece cáncer, ha reverdecido la cuestión de la abdicación que comenzó a sonar con motivo del retiro de la reina Margarita de Dinamarca. Entonces, muchos ya pidieron públicamente al monarca que anunciara una fecha para su propia abdicación .
Ahora, con Guillermo en el primer plano como siguiente en la línea de sucesión, se entiende que cierta sensación de nerviosismo haya cundido en Buckingham Palace. Dicen que el monarca es un obseso del trabajo que no quiere ni oír hablar de dar un paso atrás.
Los reyes Carlos y Camilla, en el día de su coronación. /
Las críticas que ahora se dirigen al príncipe de Gales pueden ser las primeras con cierto grado de seriedad, motivado sobre todo por el contexto. También porque no proceden de medios insignificantes. Hablamos de los dos periódicos más influyentes de sus respectivos espacios: el de la prensa conservadora y el de los tabloides. Sorprende especialmente lo que relata The Telegraph, probablemente el más monárquico de todo el quiosco británico.
Según desvela este diario, el príncipe Guillermo ha decidido enviar al príncipe Jorge, heredero al trono, a un colegio que se escapa de lo habitual en la familia real británica. Se trata de Oundle School, un centro que podría ser el equivalente colegial al UWC Atlantic College en el que Leonor estudió el Bachillerato Internacional. Sus valores son tradicionales, pero actualizados con la preocupación por la ecología, los cuidados, la igualdad y la sensibilidad LGTBIQ+.
Parece que Oundle no defiende el elitismo que caracteriza a Eton, la escuela a la que el rey Carlos envió a Guillermo y Harry y en la que se han educado prácticamente todos los miembros de la élite británica. De hecho, The Telegraph señala esta escuela como un centro preocupado por la agenda woke, algo que no sienta nada bien en los sectores más conservadores de la sociedad británica que suelen ser incondicionales de la Corona.
Los príncipes de Gales, Guillermo y Kate, en el día de la coronación de Carlos III. /
Más agresivo en su crítica es Daily Mail, el tabloide que pregunta directamente si el príncipe de Gales es o no creyente. Guillermo debe sustituir a su padre en la misa del Martes Santo, en la que el monarca (o su heredero) lavan los pies a algunos de los fieles en conmemoración de la Última Cena. Es un rito que se remonta a la Edad Media y que, ahora, trae a colación si el próximo rey está tan comprometido con la Iglesia de Inglaterra que ha de liderar como su padre.
El diario cita a Robert Hardman, autor de una nueva biografía de Charles III, para explicar que Guillermo no asiste a misa regularmente y no se siente naturalmente cómodo en un 'entorno religioso'. También a dos expertos constitucionales, Robert Hazell y Bob Morris, para los que esta relación dubitativa con la fe del príncipe de Gales conlleva sus peligros. «Podría llevar a reconsiderar el estatus constitucional de la Iglesia de Inglaterra y el papel que la religión ha de jugar en el parlamento y la monarquía».