Elena de Borbón, en una imagen reciente. /
Si hubiera que trazar una suerte de geopolítica en los movimientos de cada uno de los miembros de la familia real, señalaríamos este fin de 2024 como un momento de reconfiguración clave. Ya no sucede como en 2020, cuando la marcha del rey Juan Carlos y la situación de cárcel de Iñaki Urdangarin hizo que la infanta Elena y la infanta Cristina inclinaran la balanza de sus afectos fuera de Zarzuela. Al menos, de cara a la opinión pública.
Hemos visto cómo la infanta Cristina ha ido acercando posiciones a Casa Real desde su divorcio, después de años de lealtad a Iñaki Urdangarin y de desencuentro con su hermano Felipe VI. Además, en un momento de zozobra para la familia real debido al fallido anuncio de memorias del rey Juan Carlos y a todo tipo de filtraciones acerca de su vida sentimental, la ex duquesa de Palma parece haberse alineado con el matrimonio Borbón Ortiz. Así lo ha asegurado 'Monarquía confidencial'.
Este giro de la infanta Cristina puede tener que ver con el apoyo que siempre ha tenido de la reina Sofía, principal damnificada por las revelaciones que circulan en estos días. La emérita estuvo junto a ella durante los peores días del juicio y posterior encarcelamiento de Iñaki Urdangarin y también ha acogido en Zarzuela a sus hijos Irene y Miguel, cuando estos han decidido vivir en la capital de España. Es comprensible que se preocupe mucho por su madre.
El caso de la infanta Elena es distinto y, probablemente, sea el más ingrato. Aunque la veamos divertirse en los toros (acudió a la despedida de los ruedos de Enrique Ponce en Valencia) y apoyando a su madre, la reina Sofía en una reciente convocatoria, su papel de bisagra en la relación familiar la coloca en una posición difícil. Ha sido etiquetada como el principal apoyo del rey Juan Carlos, sobre todo desde que decidiera irse a Abu Dabi. Sabemos, sin embargo, que su rol familiar ha sido y es mucho más.
Lo comprobamos en la comida que celebró por su 60 cumpleaños el pasado enero y, de hecho, entonces se desveló en confidenciales y columnas de opinión sobre el estado de la cuestión royal: la infanta Elena era la persona más dedicada a limar diferencias y acercar posiciones en la familia Borbón. Una verdadera casco azul que logró, contra todo pronóstico, reunir en un restaurante de Madrid a los reyes Felipe y Letizia con el resto de la familia. Incluidos sus sobrinos.
En este momento de nuevos desencuentros en el seno de la familia real, la infanta Elena debe sentir más que nadie la inevitable decepción de ver las esperanzas de reconciliación definitiva y normalidad familiar frustradas. Cuando todo parecía caminar hacia la reconstitución de las relaciones también de cara a la ciudadanía, vuelve a darse un paso atrás.
La infanta Elena, en la boda de Teodora de Grecia. /
No cabe esperar que la infanta Elena varíe demasiado su manera de lidiar con las difíciles circunstancias que le han tocado vivir a los Borbón. Lo más lógico es que continúe acudiendo a la llamada de su padre cuando está en Sanxenxo y siga visitándolo en Ginebra o Abu Dabi. Por otro lado, hemos visto esta semana que su cercanía a su madre, la reina Sofía, es indudable. Lo comprobamos durante la entrega de los premios de la Fundación Mapfre.
La mayoría de los expertos y comentaristas de todo lo royal continúan señalando a la infanta Elena como el principal y gran apoyo del rey emérito Juan Carlos, aunque aquella quiera tener detalles en público con su madre. Probablemente, sostienen, también porque la presión social anima a mostrar solidaridad con la emérita reina Sofía. ¿Y si su papel tiene que ver más con la compensación que con otra cosa?
La infanta Elena, contra todo pronóstico, quiso desempeñar el papel más ingrato a ojos del gran público apoyando a su padre, un monarca que no ha gozado precisamente del favor popular en los últimos años. Recordemos que su madre cuenta con la total protección de los reyes Felipe y Letizia y de la Corona, como miembro en activo de la familia real.
También tramó la sorprendente reunión familiar de enero con la excusa de su 60 cumpleaños: otra tarea invisible y, de nuevo, ingrata por lo poco que ha durado la reconciliación. A veces se olvida que la infanta Elena es, de hecho, la primogénita, la hermana mayor. La persona que, a la postre, más influencia y poder de conciliación tiene para tender puentes en caso de conflicto.