La complicidad de las Infantas llevó a la Casa Real ha celebrar «el fin de los estudios» de ambas con la misma fiesta en el Palacio de La Zarzuela. Fueron portada de la revista ¡Hola! y ambas lucieron de largo por primera vez. De hecho, aquella fiesta era exactamente eso, su puesta de largo, aunque dándole un aire más moderno y menos formal. En ella participó también su prima Alexia de Grecia , hija de los Reyes Constantino y Ana María.
Y, por supuesto, su hermano Felipe , aunque era todavía un niño entonces. Pocas ocasiones demuestran con mayor fuerza la condición casi de hermanas gemelas de las Infantas. De hecho lucieron durante muchos años unos pendientes de brillantes con lágrima de perla, muy parecidos, a los que la revista Vanity Fair llama los pendientes gemelos y especula con la idea de que fueron un regalo de don Felipe a sus dos hermanas.
Y es que, desde pequeñas, se multiplicaron las fotos de ambas, vestidas igual –y a veces como su madre–: a la hora de la merienda, ante el árbol de Navidad, jugando con el rey Felipe VI. Imágenes de una vida cotidiana que hoy sorprenden por la naturalidad y la intimidad. Hoy, esas fotos no serían posibles. Solo hay que ver lo poco que se ha conocido en todos estos años del día a día de la infanta Sofía y la Princesa Leonor, salvo su llegada al colegio el primer día de curso.
Elena y Cristina crecieron en una familia en la que el papel protagonista estaba destinado al hermano pequeño, el príncipe Felipe, que sería rey, y que ellas eran un valor fundamental para la Corona, pero siempre en un papel secundario. Hoy quizá no hay mejor prueba de su complicidad que el posicionamiento de Elena a su lado durante todo el desarrollo del caso Nóos y los años qu e Iñaki Urdangarín pasó en la cárcel. Elena fue anfitriona de Iñaki Urdangarín en Madrid y visitaba con frecuencia a su hermana en Ginebra y en Vitoria, sin importarle que le hicieran fotos, en pleno «cortafuegos» de la Casa Real. Y ambas apoyan por partida doble a su padre con sus viajes juntas a Abu Dabi.
Sin embargo, hubo un tiempo en que la percepción que la opinión pública tenía de una y otra era diferente, aunque no sabemos si esa percepción las separó. La infanta Elena era vista como la «convencional» de la familia. Elena era la taurina, la más apegada a tradiciones como la Feria de Abril o la Semana Santa de Sevilla, o a la peineta, y de gustos más clásicos a la hora de vestir –perlas, trajes de chaqueta, alta costura francesa– e incluso a la hora de escoger marido.
El elegido fue Jaime de Marichalar , hijo de los condes de Ripalda. La boda fue en Sevilla, el Altar Mayor de la Catedral de Sevilla, en la primavera de 1995. Y el vestido, de Petro Valverde –un clásico de la alta sociedad andaluza–, un diseño de estilo princesa con bordados beige alrededor del cuello y la parte superior de la falda. Era uno de sus modistos favoritos desde hacía años.
Cristina era la moderna, la independiente, la que buscaba abrirse camino más alejada de los tópicos de la realeza. Era la primera persona de la realeza española en haber pasado por la Universidad. Se enamoró del deportista de Élite Iñaki Urdangarín, guapo y encantador, de una familia bien relacionada de Vitoria, pero sin conexiones con la aristocracia, y escogió Barcelona para celebrar su boda, al final del verano de 1997, lo cual tenía un importante significado para la Casa Real, cuyas relaciones con Cataluña nunca habían sido fáciles. Además escogió un vestido del diseñador nupcial del momento, Lorenzo Caprile, que se convirtió en íntimo amigo suyo.
Las diferencias entre las hermanas se percibían en muchos de los acontecimientos de la realeza europea a los que asistían juntas, como la boda de Nicolás de Grecia o la de Victoria de Suecia y Daniel Westling. Incluso, al escoger la educación de sus hijos, había diferencias: Elena optó por el Colegio San Patricio, en El Viso, para Froilán, y el St. George's para Victoria Federica , en La Moraleja, e internados ingleses, una fórmula clásica de la alta sociedad madrileña, mientras que Cristina optó por el Liceo Francés de Barcelona, un centro conocido por su tradición liberal y crítica.
Cristina fue también quien más apoyó a su hermano Felipe cuando decidió casarse con la periodista Letizia Ortiz . Hasta el punto de que fue Iñaki Urdangarín quien compró la sortija de pedida para doña Letizia en la joyería Suárez, de Barcelona, un anillo de pavé de diamantes, de aire rompedor, que la Reina no ha vuelto a lucir desde que los primeros episodios del caso Nóos.
Cuando doña Elena y Jaime de Marichalar pusieron fin a su matrimonio, Cristina de Borbón no se separó de su hermana en ningún momento, aunque entonces los focos no estaban tan pendientes de ellas como ahora. Y, sin duda, el quedar excluidas de la Familia Real y pasar a ser «solo» Familia del Rey, las unió todavía más. Decidieron afrontar juntas aquella manera de arrebatarles la representación institucional, que había sido, hasta entonces, y desde niñas, una de las razones de ser de su vida como Infantas de España.
20 de enero-18 de febrero
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