QUEEN & TONIC 21 años sin Isabel Bowes-Lyon, la reina madre: novia rompedora, rivalidad con Wallis Simpson y el secreto de su larga vida

Conocida en las últimas décadas como la reina madre (de Isabel II), Isabel Bowes-Lyon llegó al trono por sorpresa como consorte de Jorge VI. Se cumplen ahora 21 años de su muerte, pero su imagen sigue en el recuerdo de los ingleses.

Isabel II, la reina más longeva, junto a su madre Elizabeth Bowes-Lyon, la última reina consorte antes de Camilla. / GTRES

Elena Castelló
Elena Castelló

La aristócrata escocesa Elizabeth Bowes-Lyon, madre de la reina Isabel II , fue la última reina consorte antes de Camilla Parker Bowles y la primera mujer sin sangre real que contraía matrimonio con un miembro de la casa de los Windsor. Pero nada hacía suponer que se convertiría en reina el día que se casó con el segundo hijo de los reyes Jorge V y María de Teck, Alberto, Duque de York, conocido como «Bertie» en familia.

El heredero era el primogénito, el atractivo Eduardo, y, aunque Isabel tardó hasta tres veces en darle el sí a Bertie por temor a la responsabilidad que suponía emparentar con la familia real, su matrimonio fue por amor y ambos contrayentes se esperaban una vida tranquila.

Pero nada salió como habían previsto y se vieron enfrentados a uno de los momentos trascendentales de la monarquía inglesa: la abdicación del rey, Eduardo VIII, por su amor a la dos veces divorciada norteamericana Wallis Simpson . El trono pasó automáticamente a Alberto, que reinó con el nombre de Jorge VI, en homenaje a su padre, Jorge V.

Cómo fue la vida de Lady Isabel antes de ser reina

Isabel era la honorable Lady Isabel Angela Margarita Bowes-Lyon. Había nacido el 4 de agosto de 1900 y era la cuarta hija de Lord Glamis, decimocuarto conde de Strathmore y Kinghorne, y de Nina Celia Cavendish-Bentinck, descendiente de los Duques de Portland, y la novena de sus diez hijos. La familia Bowes-Lyon desciende de la Casa Real de Escocia y el castillo de Glamis es su sede.

Isabel pasó los primeros años de su infancia en Hertfordshire, al norte de Londres, en la casa de campo familiar. Fue educada en casa, como todas las aristócratas de su época. Aprendió dibujo y pintura, a bailar y tocar el piano y hablaba fluidamente francés, porque su «nanny» era francesa. Durante la I Guerra Mundial, que comenzó justo el día que ella cumplía 14 años, ayudó a los pacientes alojados en el castillo de Glamis, que se había convertido en hospital.

La reina madre, pasando revista a la guardia real. / gtres

Tanto Isabel como sus hermanas mayores eran amigas desde niñas de los hijos del rey Jorge V y María de Teck. La familia real solía alojarse en el castillo de Glamis, en algunas visitas a Escocia. En un baile de la Real Fuerza Aérea británica, en 1920, el príncipe Alberto e Isabel, que acababa de ser presentada en sociedad, bailaron por primera vez. Alberto se enamoró de inmediato. Isabel fue dama de honor, en 1922, en el enlace de la princesa María, la única hija de los reyes y hermana de Eduardo, con Henry Lascelles, VI conde de Harewood. El compromiso de Isabel y Alberto se anunció pocos meses después.

Un matrimonio por amor, una boda sencilla y un trono por sorpresa

Se casaron en una boda relativamente sencilla, el 26 de abril de 1923, en la abadía de Westminster, en Londres, ante 1.800 invitados. Ni siquiera se decoraron las calles, como había sucedido con la hermana menor de Alberto, la princesa María, un año antes. Eso sí, los londinenses tomaron la ciudad para ver a los novios y acudieron miembros de familias reales de toda Europa, como el rey Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia de España, el rey Haakon VII y la reina Maud de Noruega o la reina María de Rumania. Al fin y al cabo, se trataba de una boda real. La novia llegó acompañada de su padre y de ocho damas de honor, mientras que el príncipe Alberto lo hizo con su padrino, el futuro rey Eduardo VIII.

Isabel pasó a la historia, además de por ser la primera plebeya en entroncar con la familia real, por su especial vestido de novia, una creación de Madame Handley-Seymour, inspirado en Lanvin, de estilo medieval, con cintura holgada, bordado con perlas e hilo de plata y decorado con encajes antiguos de herencia familiar. El diseño recto y su ligereza lo emparentaban con el nuevo estilo femenino de los años veinte, romántico y adaptado a una vida más activa. Se consideró una gran innovación.

La boda del Príncipe Alberto, Duque de York, y Lady Isabel Bowes-Lyon. / Getty images

Pero también destacó por no llevar tiara, como hacían todas las novias reales, y fue aceptado también como un gesto de modernidad. Su velo fue el mismo que había llevado la princesa María, e Isabel lo llevaba sobre su corte de pelo estilo «flapper», muy a la moda. Además, la novia inició dos tradiciones: que los anillos de los novios fueran elaborados con oro de Clogau, en Gales, y que las novias dejaran su ramo en la tumba del soldado desconocido, tras la ceremonia. Isabel lo hizo en homenaje a su hermano Fergus que había muerto combatiendo en la I Guerra Mundial.

Los duques de York tuvieron dos hijas, la princesa Isabel, nacida el 21 de abril de 1926 en la casa londinense de los Strathmore, y la princesa Margarita, nacida el 21 de agosto de 1930, en el castillo de Glamis. Era un matrimonio enamorado y su vida transcurría con tranquilidad. Pero el destino de ambos cambió de manera que nunca hubieran imaginado, cuando Alberto ascendió al trono tras la abdicación de su hermano, Eduardo VIII.

Isabel, la reina consorte y el gran apoyo de Jorge VI

Fue entonces cuando la joven y animosa Isabel demostró poseer una fuerza y un coraje fuera de lo común y se convirtió en el primer apoyo de su esposo, un hombre bondadoso pero introvertido, que luchaba con la idea de ser rey y con una tartamudez que le afectaba desde la infancia. En 1926, Isabel sugirió a Alberto que visitara al logopeda australiano Lionel Logue, quien lo ayudó con éxito durante varios años.

Con Isabel a su lado Alberto era un hombre más capaz de enfrentar los desafíos. Desde los primeros años de matrimonio, ella se convirtió en una figura muy popular. Era una mujer sensata, sin pretensiones, pero que conocía a fondo el protocolo, de caracterizada por la naturalidad y el aplomo. Era también una gran amante del campo, de la pesca y las carreras de caballos.

La reina consorte Isabel junto a su hija, la futura Isabel II de Inglaterra. / Getty images

El rey Jorge V falleció en enero de 1936 y Eduardo VIII abdicó el 11 de diciembre, antes de ser coronado. Alberto fue proclamado rey e Isabel pasó a ser la reina consorte. Se mudaron al Palacio de Buckingham en febrero de 1937 y fueron coronados el 12 de mayo en la Abadía de Westminster. Isabel se convirtió también en la primera en dos aspectos más: era la primera reina consorte nacida en Inglaterra, desde los Tudor, y fue la primera en ser nombrada consejera de Estado, en 1943.

Isabel fue coronada y ungida en una ceremonia más pequeña, tras la coronación del rey: se arrodilló bajo un dosel y el arzobispo de Canterbury le colocó en el cuarto dedo de su mano derecha el anillo real, y luego la coronó. La corona que portó tiene 2.800 diamantes y especialmente el polémico Koh-i- noor , de 105 quilates y 21 gramos de peso, originario de la India, que lo considera símbolo del sufrimiento que causó el imperio británico. La corona se hizo especialmente para ella y es la única de toda la colección de joyas de la Corona británica que está hecha en platino. Su diseño es parecido al de las coronas de San Eduardo y del Estado imperial, que porta el rey en la coronación.

Con la llegada al trono, la vida de Isabel se transformó por los compromisos constantes. Con la guerra, se sugirió que la reina y sus hijas fueran evacuadas a Norteamérica, a lo que Elizabeth contestó su famosa frase: « Las niñas no se irán sin mí. Yo no dejaré al rey. Y el rey nunca se irá». Fue Isabel la que cayó en la cuenta de que los miembros de la familia real debían ser vistos, para que la gente los sintiera cerca, especialmente después de crisis que había supuesto la abdicación. Y fue ella quien ayudó a establecer la realidad de « una familia real trabajadora».

El rey murió el 6 de febrero de 1952, en Sandringham House, en Norfolk. Isabel nunca perdonó a Wallis Simpson, a la que llamaba «esa mujer», convencida de que el sufrimiento y la angustia que se vio obligado a vivir habían desencadenado la muerte prematura de su marido. Pero como reina madre, no dejó de viajar en representación de la corona y se convirtió en el apoyo más firme de su hija Isabel y en uno de los miembros más valorados de los Windsor.

La reina madre murió el 30 de marzo de 2002 a los 101 años de edad. La leyenda dice que su longevidad se debió a la ginebra: sus dosis diaria de alcohol incluía un vasito de este lico en el aperitivo. En 2013, Aldred Romahosa recordaba cómo le preparaba los combinados a la monarca en el hotel Ritz de Londres: «Tomaba el gin-tonic de aperitivo, «con mucha ginebra, poca tónica, abundante hielo y vaso corto: como si fuera un Dry Martini», contaba en una entrevista para el Diario Vasco.

«Era divertido», contaba el maitre, «venía precedida de un secretario que, al entrar en el salón, golpeaba el suelo con su bastón y anunciaba: 'Señoras y señores, la Reina Madre'. Y todos los clientes que llenaban el comedor se levantaban. Ella pedía siempre su gin-tonic de aperitivo, y luego ya seguía comiendo con el combinado».