Camilla será coronada reina consorte en la misma ceremonia que Carlos III . Y, al igual que Carlos, lucirá una corona que forma parte de las joyas de la coronación. Sin embargo, esta pieza, que han lucido antes que ella las esposas de varios reyes británicos, está siendo objeto de polémica desde el fallecimiento de Isabel II.
El motivo es que uno de los diamantes que la adornan es el conocido como Koh-i-Noor, uno de los más grandes del mundo, el mismo que el Gobierno Indio reclama como su legítimo propietario. Se cuenta, además, que el diamante está maldito.
El Koh-i-Noor –que significa «Montaña de Luz»– fue engarzado en la corona de la reina Alexandra, esposa de Eduardo VII, cuando se convirtió en reina en 1902. Después lucieron esa misma corona, conocida como la corona de la cruz de malta, la reina Mary, esposa de Jorge V, y la reina Isabel, esposa de Jorge VI y madre de Isabel II.
La corona acompañó el féretro de la reina madre, durante sus funerales, en 2002. Habitualmente está custodiada en la Torre de Londres, junto a las otras joyas de la Corona. Forma parte de la tradición, como el orbe, los cetros o la corona de San Eduardo, que lucirá el rey, pero, a diferencia de ellos, la corona de las reinas arrastra años de polémicas por el diamante incrustado en su centro, el Koh-i-Noor.
Si lo lucirá o no Camilla se ha convertido, de nuevo, en un controvertido tema político, al que el rey Carlos III es muy sensible, por el peso de la historia colonial británica, su crueldad y su explotación.
El Koh-i-Noor pesa 105 quilates y parece que fue extraído de una mina de Andhra Pradesh, al sur de la India, entre los siglos XII y XIV. El diamante perteneció al trono del Mughal king Shah Jahan', conocido como el trono del Pavo Real, en el siglo XVII.
Este fue el rey que mandó construir el Taj Mahal y fue encarcelado por su hijo y sucesor y solo pudo volver a ver el palacio reflejado en la piedra. La gema fue robada, tiempo después, por el Shah Nadir, durante la invasión de la India, y se la llevó a Persia, en 1739.
Se dice que tiene 5.000 años de antigüedad y, según unos documentos en sánscrito, también recibía el nombre de Syamantaka. Pero la primera noticia que se tiene de él se remonta a 1526, cuando lo poseía el conquistador Babur.
Tras pasar por muchas manos, le fue cedida a la reina Victoria en 1849, tras la anexión británica del Punjab. En ese momento no se había cortado todavía y tenía 186 quilates. La India considera que fue robada durante la colonización de la India por los británicos.
Fue parte del acuerdo de paz con el Maharajah de Punjab, tras dos sangrientas guerras. Cuando el diamante llegó a manos de la reina Victoria, el príncipe Alberto, su esposo, buscó a un experto joyero en Holanda para cortarlo. El joyero trabajo la piedra durante 38 días y le dio una forma ovalada, con 66 facetas, y su peso se redujo a 108,93 quilates. Pero parece que, aunque el príncipe quedó satisfecho, otras personas en la corte no, porque, según su opinión, dejó de brillar tanto como antes.
Garrard lo montó en una espléndida tiara para la reina Victoria, en 1853, con otros 2.800 diamantes. En 1902, se engarzó en una corona para la ceremonia de coronación de la reina Alexandra, esposa de Eduardo VII. En 1911, el joyero real la remodeló, pero el diamante siguió engarzado para la ceremonia de coronación de la reina Mary. En 1937, se montó de nuevo en una corona para la reina Isabel, la Reina Madre, y esa corona permanece hoy intacta con el diamante incrustado. Si se sigue la tradición, debería lucirla Camilla.
La gema, además de protagonizar una delicada controversia política, está también rodeada de leyenda. Se cuenta que la reina Victoria conoció su historia y, al principio, solo la lució como broche, antes de engarzarlo en una espectacular, tiara, y mandó que solo la exhibieran sus descendientes femeninas, para evitar la maldición. Porque, según un texto hindú del siglo XIV, quien posee esta joya gobierna el mundo, pero también será profundamente desgraciado.
Solo Dios o una mujer pueden lucir la piedra sin peligro. El diamante es el símbolo de la victoria y del imperio y trajo pesar y desgracia a todos aquellos hombres que lo poseyeron y lo perdieron. Se cree que existe un diamante gemelo del Koh-i-Noor, el Darya-ye Noor, que se conserva en Irán y pesa 182 quilates. Durante los últimos setenta años lo ha reclamado La India, pero también Pakistán, Afghanistán e Irán.