Máxima de Holanda lleva unos meses de mucho trote, desde su viaje al Caribe con su marido, el rey Guillermo, y su hija Amalia de Orange hasta sus últimos fotones en Eslovaquia . Sus andaduras le han llevado hasta a encontrarse con su hermano Juan Zorreguieta, quizás el más desconocido de su familia. Y, sin duda, su favorito (por todas las atenciones que le regala).
La quedada ha sido principalmente por la proximidad. Máxima estaba en Bratislava y su hermano vive más o menos a una hora de distancia, en Viena. Por eso, los argentinos no perdieron la ocasión de pasar un momento juntos y el fotógrafo experto en la casa real holandesa Patrick van Katwijk compartió la imagen de ambos. La conclusión: en sus caras de ilusión se nota que hacía mucho que no tenían un ratito para ellos.
Ambos posaban muy unidos, cómplices y sonrientes, con unos trajes de gala. Ella, con un vestido de lentejuelas y un enorme cinturón que le ocupa toda la cintura. Él, con traje y pajarita. Para la velada tenían planeado un evento por todo lo alto, un concierto celebrado en el Teatro Nacional de Bratislava.
La imagen transmite la alegría genuina de unos hermanos que no se ven todos los días. De hecho, la familia de Máxima vive muy repartida y es difícil coincidir. Una de las últimas ocasiones fue el verano pasado, cuando la reina se fue a su Argentina natal para visitar a algunos de sus seres queridos. También para recordar a su hermana Inés, que había fallecido hacía cuatro años.
Juan Zorreguieta tiene 40 años y es uno de esos miembros de la familia real holandesa que apuesta por continuar en el anonimato (aunque sea prácticamente imposible). Desde la boda de su hermana mayor en 2002 con el entonces príncipe Guillermo, su nombre se ha multiplicado en páginas y páginas de internet.
No era para menos, la historia parecía una novela y despertaba curiosidades: Máxima, una mujer de Argentina, desconocida para la aristocracia europea, se había casado con el heredero al trono de los Países Bajos. El salto a la fama internacional fue vertiginoso. Y su familia tuvo que adaptarse como podía.
Uno de los afectados era Juan, nacido en 1982 también en Buenos Aires. Como Máxima, creció entre lujos, en un apartamento de unos 120 metros cuadrados en el elegante barrio Recoleta. Sus padres, María del Carmen Cerruti y el polémico Jorge Zorreguieta (fue secretario de Agricultura y Ganadería durante la dictadura militar comandada por general Videla), apostaron por darle una educación exquisita en el exclusivo Colegio Northlands.
Juan, por su parte, tomó lo aprendido en ese ambiente idóneo e intelectual y supo aprovecharlo. Estudió Ingenieria Industrial en la Universidad Católica Argentina (UCA) y trabajó en una consultoría especializada en asuntos empresariales.
La pareja había tenido primero a Máxima, después a Martín, el siguiente fue Juan y la última, Inés. Es una familia unida, pero la primogénita tiene devoción por los dos últimos, quienes fueron respectivamente los padrinos de sus hijas Alexia (2005) y Ariane (2007). Les confiaba a sus niñas sin dudar.
La reina incluso intentó llevarlos a su nuevo país de residencia (en vano). Solo logró ver más a Juan desde que se trasladó a la capital Austriaca. Le suele visitar en La Haya y coinciden en algunas ocasiones en Lech, el pueblo de los Alpes austriacos en el que la familia real holandesa suele disfrutar de sus vacaciones invernales.
El gran paso hacia la jet set lo dio la mayor de los hermanos y fue determinante. En 2013 Máxima accedió al trono de los Países Bajos. De ahí que, al año siguiente, en 2014, Juan celebrara su boda en Viena con invitados royals a la mesa (y de su sangre).
La afortunada fue Andrea Wolf, trabajadora de la empresa de estudios sociológicos Karmasin. Se habían conocido en Buenos Aires tres años antes. La futura cuñada de la reina de Holanda había estudiado en Londres y se desplazó a Argentina porque su padre trabajaba allí. Unas casualidades que la llevaron a encontrar el amor.
La ceremonia fue en la Servite Church y el banquete en la residencia del embajador francés en la capital austriaca. A pesar de querer esquivar las polémicas en la boda, no pudieron evitar dos. La primera, precisamente, fue el lugar del festejo.
Algunos ciudadanos querían celebrar sus bodas en la residencia del embajador, pero siempre recibían negativas. ¿Entonces? ¿Había aprovechado la mujer del rey sus nuevas influencias? El asunto llegó hasta la política en 2016, cuando el Partido Socialista de Austria recriminó públicamente que los novios se aprovecharan de la influencia de la reina de Holanda para festejar allí sus nupcias. Y ni siquiera pagaron un alquiler.
Lo segundo fue la repercusión mediática. Juan y su mujer han estado en un segundo (o tercer) plano durante toda su trayectoria, pero era inevitable esquivar a los paparazzi, interesados en los conjuntos. De hecho, algunos medios se hicieron eco de que los vestidos de Máxima y la nueva mujer de su hermano.
Las comparaciones son odiosas, pero mientras que la protagonista llevaba un sencillo vestido de sirena con bordado, Máxima se convirtió en el centro de miradas con un vestido rosa palo encorsetado y con una inmensa falda con vuelo. Acabó, en parte, por ser la protagonista. De la mano de su marido, el rey Guillermo.
No obstante, el vínculo entre la reina Máxima y sus familiares siempre ha sido muy estrecho. Por eso, las tragedias (que vinieron todas juntas) se vivieron con tanta intensidad. El padre, Jorge, murió en 2017, y al año siguiente se suicidó su hija Inés tras muchos años de depresión, un duro golpe irreparable.
La ausencia compartida hizo que María del Carmen Cerruti, la madre de Máxima de Holanda, diera el paso a acercarse a su familia política. Asistió en 2018 junto a su hijo Juan Zorreguieta a uno de los actos más destacados de la agenda de la casa real holandesa: el Prinsjesdag (para aclarar, el día de la apertura del año parlamentario).
Por primera vez, contemplaron cómo Máxima montaba junto al rey en la carroza de cristal y desfilaba hasta el parlamento de La Haya para reunirse con diputados y miembros del gobierno de Países Bajos. Su vida se había convertido en una pesadilla, con un toque mágico (y trágico) de cuento de hadas.
20 de enero-18 de febrero
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