Juana de Saboya, madre del rey Simeón de Bulgaria. / D.R.

La trágica historia de amor de Juana de Saboya, madre del rey Simeón de Bulgaria: amenazó con meterse en un convento si no la dejaban casarse y salvó a miles de judíos de los nazis

Juana de Saboya consiguió casarse con el zar Boris III de Bulgaria a pesar de ser ambos de distintas religiones.

Fue la última zarina de Bulgaria y se mantuvo firme frente a Hitler e incluso frente al Vaticano. Juana de Saboya, la madre del rey Simeón, que ascendió al trono con solo seis años, antes de partir al exilio con su madre y su hermana, la princesa María Luisa, tras la Segunda Guerra Mundial, fue recordada como una reina bondadosa y luchadora.

Juana y sus hijos recalaron primero en Egipto, en Alejandría, y, más tarde, les acogió España. Juana, una mujer de fuerte personalidad y recta moral católica, nunca cejó en su empeño de que su hijo Simeón volviera a Bulgaria. Pero ella misma murió en el exilio, en el año 2000, en Estoril, Portugal. Solo había regresado a Bulgaria en una ocasión, para visitar la tumba de su esposo, el zar Boris III.

Juana –bautizada como Juana Isabel Antonia Romana María– , nacida en Roma en 1907, dio pruebas, desde muy joven, de su fuerte carácter. Su padre era el rey Víctor Manuel III de Italia y su madre, la princesa Elena de Montenegro. Era la cuarta de sus hermanos, después de Yolanda, Mafalda y Humberto, futuro rey de Italia. Recibió, como sus hermanas, la educación exigida para convertirse en una reina europea.

Era considerada la más inteligente, con gran sentido del humor, y con un talante empático y lleno de humanidad. Su infancia transcurrió en Villa Saboya, a las afueras de Roma, donde recibió una esmerada educación en literatura, historia y música, además de francés e inglés. Se convirtió en la princesa más popular de la familia real y los italianos discutían sobre cómo debería ser su matrimonio. Fue su casamiento lo que puso en evidencia, precisamente, su fuerte personalidad.

Juana de Saboya ascendió al trono con solo seis años.

El elegido por Juana fue el rey Boris III de Bulgaria, al que conoció en 1927, con apenas 20 años, en una visita de éste a Italia en compañía de su hermano, el príncipe Kiril. El joven rey, coronado en octubre de 1918 tras la abdicación de su padre, Fernando I, y la princesa conectaron inmediatamente, pero el romance solo fructificó en 1930, en la boda de la princesa María José de Bélgica con Humberto, heredero del trono de Italia y hermano de Juana.

La dinastía búlgara era relativamente joven y de origen alemán, procedente de los Sajonia-Coburgo-Gotha, emparentada así con la prestigiosa casa real británica. Pero casarse no resultó fácil para ellos. Uno de los temas más complicados era el de las distintas religiones de ambos. Juana era católica y Boris ortodoxo.

Boris amenazó entonces con quedarse soltero de por vida, si no obtenía la autorización de la Iglesia, y Juana con entrar en un convento. Se llegó, finalmente a un acuerdo para que el rey Boris no abandonara su fe, pero con el compromiso ante el Papa Pío XI de criar a sus futuros hijos en la religión católica.

Juana de Saboya y el rey Boris III de Bulgaria con su bebé.

Los contrayentes tuvieron dos ceremonias, primero la católica, el 25 de octubre de 1930, en la basílica de San Francisco de Asís de Roma, con asistencia de Mussolini. Juana lució un vestido de fino terciopelo blanco con cola de 15 metros de largo, con un velo de encaje antiguo y un pequeño ramo de flores naranjas de Sicilia.

Más tarde, se celebró la ceremonia ortodoxa, en Sofía, en la catedral de Alejandro Nevski. La joven reina se mostró fascinó enseguida a sus nuevos súbditos: descubrieron en ella a un a mujer cariñosa, dedicada a numerosas obras de caridad, que no gustaba de tener demasiado servicio y que, en ocasiones, preparaba ella misma la comida a su familia. En 1933 llegó su primera hija, María Luisa, y en 1937, Simeón, el heredero.

El estallido de la segunda guerra mundial acabó con los años felices. Presionado por Hitler, Boris III se vio obligado a aliarse con las fuerzas del Eje: Alemania, Francia y Japón, aunque quería mantener a toda costa la neutralidad de Bulgaria. Los zares veían con dolor la política anti judía de los nazis y se negaron a deportar a los judíos búlgaros a Alemania.

Fue, sobre todo, Juana la que se involucró para proteger a la pequeña comunidad de judíos búlgaros, unos 48.000, que pudieron salvar sus vidas, proporcionándoles visados para Buenos Aires. A partir de entonces se la conoció como «la bondadosa reina Juana».

Juana de SAboya consiguió salvar la vida de muchos judíos Búlgaros.

La actitud de los zares búlgaros enfureció a Hitler, que convocó a Boris III, en 1943, a una reunión en un búnker de Prusia Oriental, para discutir sobre la participación de Bulgaria en la invasión de Rusia, a la que el Zar era totalmente contrario. Esta entrevista es uno de los episodios más oscuros de la realeza búlgara.

Pocos días después de regresar de este encuentro, el zar cayó gravemente enfermo y murió de un paro cardiaco, el 28 de agosto, con 49 años. Aquella muerte repentina levantó sospechas y rumores. Hoy se sigue sospechando que Boris fue envenenado por Hitler para eliminar su oposición.

Se dice que pudo haber muerto por el oxígeno que respiró con la máscara que utilizó en el avión de vuelta a Bulgaria. Juana soportó a duras penas el dolor por la muerte de su marido. La corona recayó entonces en el joven príncipe Simeón, de seis años de edad, bajo la regencia de su tío, el príncipe Kiril.

Tras la segunda guerra mundial, Bulgaria fue invadida por los rusos y la monarquía fue abolida en un referéndum manipulado, y el príncipe Kiril, el regente, ejecutado. El rey-niño y la reina Juana fueron confinados en el palacio real de Vrana junto con el resto de la familia real y, desde febrero de 1945, permanecieron como rehenes del nuevo gobierno comunista, que condenó en juicios sumarios y ejecutó a todos los dignatarios palaciegos, además de al regente.

La familia recibió un ultimátum para abandonar el país. Juana y sus hijos se dirigieron primero a Egipto, donde estaba el padre de Juana, el rey Victor Manuel II de Italia, y luego a España. Juana se refugió más tarde en Estoril, donde se había instalado su hermano, Humberto II de Italia.

Pero el final de la guerra trajó más sufrimiento a Juana. Fue en 1946 cuando supo que su hermana Mafalda había fallecido, abandonada y enferma, en el campo de concentración de Buchenwald, lo que profundizó su aversión hacia el nazismo. Pese a sus vínculos con el «Duce», la familia real italiana fue blanco de la furia de Hitler, que ordenó secuestrar y encarcelar a Mafalda. Fue capturada en Roma en 1943, tras regresar de Bulgaria, donde había viajado para asistir al funeral de su cuñado Boris III.

Juana siempre procuró que sus hijos no olvidaran si su patria ni su lengua, aunque en Bulgaria se daba por desparecida a toda la familia real. La Zarina moriría el 26 de febrero de 2000 a la edad de 92 años. Sus restos mortales descansan en la cripta de la Iglesia de San Francisco de Asís, en Roma, donde setenta años antes había contraído matrimonio con el Zar de Bulgaria.

Temas

Bodas Reales