LECCIONES ROYAL

Letizia, de plebeya a princesa: las cinco cosas más difíciles que tuvo que aprender en su camino al trono

La reina Letizia tuvo que hacerse a sí misma como princesa, pero también como la actual reina. Una de las monarcas más estilosas y con mayor relevancia en Europa.

La reina Letizia, de rojo y blanco, en una imagen de archivo. / gtres

Elena Castelló
Elena Castelló

Con aquel impecable traje sastre de Armani y las primeras críticas por no ser quien se supone que debía ser —una joven de buena familia, sin un pasado a sus espaldas — y una histórica muestra de espontaneidad —«Déjame a mí»—, exagerada tantas veces, Letizia Ortiz Rocasolano iniciaba un largo viaje hacia sí misma para convertirse en princesa y, más tarde, en reina.

Han transcurrido veinte años de aquel comienzo, de un camino lleno de obstáculos en el que doña Letizia tuvo que aprenderlo (casi) todo. Hoy se muestra relajada y tranquila y parece que, finalmente, es la reina que buscó ser y la que los españoles alaban por su compromiso y su conexión con la gente. Su secretaría, encabezada por el general José Manuel Zuleta, trabaja a pleno rendimiento. Pero, doña Letizia tuvo que empezar paso a paso. Estos son los capítulos de aquel aprendizaje.

Escuchar y tener paciencia

La reina pasó largos años escuchando y tomando nota de todo lo que sucedía a su alrededor para aprender el «oficio». La paciencia, la discreción, no mostrar lo que pensaba, no gesticular, componer la expresión. Y, sobre todo, adaptarse a los cambios, a cada situación, por extraña que pudiera parecer. Los años como princesa fueron complicados. La relación con su familia política no era todo lo fluida que podía ser. Los escándalos amenazaban la reputación de la Casa Real y, especialmente, del rey Felipe . De aquellos años emergió una reina segura de sí misma y consciente de su labor.

Las formas en el día a día

Hay un capítulo que quizá parezca menor, pero no lo es: las formas en el día a día. El protocolo ayuda en cada situación, pero hay muchas circunstancias que hay que controlar: comidas y cenas, discursos, brindis, palabras de cortesía, dar la mano con firmeza o recibir las reverencias. Imprescindible la mirada siempre de frente y dejando por delante al rey Felipe.

Letizia, de negro, en una imagen de archivo. / gtres

También hay que saber moverse entre la gente o dar caricias a los niños y aprender a sentarse, erguida, sin cruzar nunca las piernas y salir de los coches con las piernas juntas. Y nada de tocarse el pelo o la cara. También es importante entrenarse en la conversación de cortesía con huéspedes y anfitriones. Los reyes no hablan de política, pero pueden allanar el camino si hacen que el invitado se sienta cómodo y bien recibido. Durante los meses previos a su matrimonio, doña Letizia también clases de historia de los Borbones, de la monarquía española y del Gotha y de ingles royal y protocolario.

Llenar de contenido su trabajo

Otra de las primeras cosas que doña Letizia tuvo que aprender es que una princesa (y una reina) debe permanecer en silencio, pero puede convertirse en instrumento para mejorar la vida de las personas. La prometida del príncipe y después su esposa tuvo que construirse una agenda propia. Era la primera princesa de Asturias tras María de las Mercedes , hermana mayor de Alfonso XIII. ¿Cuál debía ser su función? ¿De qué temas debía ocuparse? Podía ser de gran utilidad, puesto que ella se había educado en contacto con la calle y las preocupaciones de una chica de clase media, pero debía encontrar en qué volcarse.

Hasta septiembre de 2007 no tuvo agenda propia y trató de comprometerse con todo lo que pudiera llevar a cabo. No quería nombramientos honoríficos sin contenido. Heredó de la reina emérita las labores de cooperación, pero el resto de ocupaciones las eligió ella: la protección de la infancia, el desarrollo, la formación profesional, la salud mental, la lucha contra el cáncer, las enfermedades raras…

Crear estilismos de 10

Uno de los aspectos que se reveló crucial, a pesar de la falta de interés inicial de la reina, fue el guardarropa. Se dio cuenta, a lo largo de los años, de que su gusto personal no era suficiente y que el interés por sus estilismos, lejos de ser una frivolidad, podía ayudarla a llamar la atención sobre temas que le interesaban. La actividad de una princesa o de una reina entran primero por los ojos: bien empleada, su elegancia ayuda a su popularidad.

Doña Letizia dejó, al principio, en manos de un solo diseñador, Felipe Varela , su vestuario en los compromisos oficiales y en los eventos de gala. Fue un consejo de la reina Sofía, que casi siempre había confiado en Margarita Nuez: un solo diseñador simplificaba las cosas y Varela disponía de la discreción y la infraestructura necesarias. Pero, la constante colaboración con Varela le ganó demasiadas críticas: por su excesivo clasicismo y porque dejaba a un lado a toda una nómina de diseñadores españoles que ella podía visibilizar.

Letizia, de blanco, en una imagen de archivo, / gtres

Fue poco después de convertirse en reina, cuando decidió contar con los servicios de una estilista, Eva Fernández. Entendió también que la ropa puede enviar mensajes, como cuando lució una prenda tradicional ucrania, la sorochka, para solidarizarse con el país en guerra. La popularidad, nacional e internacional, de la reina subió como la espuma. Y ella ganó en tranquilidad. Hoy está considerada una de las royals mejor vestidas del mundo, al tiempo que una de las más trabajadoras.

Una labor sin horario

En estos últimos años, la reina también aprendió algo que en su momento causó mucha polémica: una reina no tiene horario. Es cierto que la familia real no ha renunciado a sus vacaciones privadas — algo que todos los monarcas disfrutan, por otra parte —, pero con su trabajo ha demostrado que se puede ser una reina las 24 horas, sin renunciar a la vida privada. Ya nadie comenta este aspecto. El esfuerzo y la actividad de la reina son patentes y mucho mayores que el de otras monarquías europeas.

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