La princesa Leonor, a su llegada al puerto de Las Palmas de Gran Canaria, donde se detectó el primer moratón que testimonia la dureza de las maniobras a bordo. /
El físico de Leonor siempre la ha colocado más en el lado de las princesas de cuento que de las princesas guerreras. Ahora habremos de revisar el cliché, pues a la vista de las 'heridas de guerra', que ya luce en su brazo, podemos convencernos de que su actividad a bordo del Juan Sebastián Elcano no está falta de peligrosidad. No tiene pérdida: lo que vemos en su blanquísimo antebrazo es un espectacular y contundente moratón.
El morado, cardenal o moratón que nos ocupa tiene, de momento, origen desconocido, pero ya podemos asumir que las tareas relativas a la navegación pueden producir encontronazos múltiples. Recordemos que los guardamarinas tienen que lidiar con palos, velas y cabos de lo más pesados y que requieren de cierto grado de fuerza para desenvolverse entre ellos. Leonor se enfrenta a los mismos problemas de salud en el Juan Sebastián Elcano que los demás.
Es la primera vez que vemos manifestadas en el mismísimo físico de Leonor las huellas de su vida en el barco , las huellas de unas maniobras militares. Eso no significa que no hayan existido con anterioridad: recordemos que el uniforme reglamentario del Ejército de Tierra que llevó anteriormente era un mono que no dejaba ni un centímetro de piel corporal a la vista. A bordo del Juan Sebastián Elcano va a ser difícil ocultar los golpes, no solo por si blanquísima piel. La manga corta del uniforme de verano es reveladora.
No cabe preocuparse, en todo caso, por la integridad de la futura reina, como tampoco cabe preocuparse por la integridad de los futuros oficiales de la Marina que viajan con ella. Recordemos que hablamos de la élite futura de la Armada, un material precioso que los oficiales a bordo tienen el deber de salvaguardar. En el caso de Leonor habrá, seguro, un cuidado extra. Aunque, evidentemente, nada puede prever ni controlar los peligros que puede ofrecer la mar.
Jose Antonio Carou, coronel de Infantería de Marina retirado que acudió a recibir al Juan Sebastián Elcano en su segunda parada en Canarias, recordó ayer en los diarios locales cómo fue su experiencia en 1976, cuando embarcó los seis meses de rigor para cumplir con el crucero de instrucción naval. «Fue un viaje terrible, vivimos de milagro», comentó a los medios.
Estos primeros moratones públicos de Leonor de Borbón habrán causado más preocupación en Zarzuela que en el mismo buque-escuela, donde a buen seguro casi todos lucen ya sus galones en forma de golpes y rasguños. Podemos imaginar, sin embargo, a la reina Letizia llevándose las manos a la cabeza al contemplar estas señales en el brazos de su hija. «¿Dónde está mi chica?», la famosa pregunta que le hizo al rey Felipe mientras veían partir a la heredera, puede trocarse ya por «¿Qué tiene mi chica?».
Imposible disimular ese moratón con el uniforme de verano de la Armada que ha de llevar obligatoriamente Leonor. /
La aparición de estos moratones en el brazo de Leonor se produce justo en la primera semana de navegación, cuando el buque-escuela Juan Sebastián Elcano aún no ha salido de aguas españolas. De hecho, aún se encuentra en el puerto de Las Palmas de Gran Canaria, donde permanecerá hasta que el próximo día 23 inicie su travesía transoceánica. A los efectos, este XCVII Crucero de Instrucción aún se está despidiendo.
Por el aspecto y la intensidad de color del ya famoso moratón, cabe pensar que no es rabiosamente reciente ni el golpe ha sido demasiado fuerte. La reina Letizia puede tranquilizarse y el rey Felipe puede constatar que el duro trabajo a bordo que él experimento, continúa en la generación de oficiales que integra a su hija primogénita. A la que, por cierto, no veremos hasta que el buque-escuela Juan Sebastián Elcano recale en Salvador de Bahía, en Brasil.
En estos dos últimos días en las Palmas de Gran Canaria, los guardamarinas harán visitas sociales y turísticas a su elección. No se espera que la princesa Leonor acuda a ninguna recepción institucional, sino que cumpla la agenda que tendría cualquier otro guardarmarina. Así lo confirmó a su llegada al último puerto español de la travesía el Capitán de navío y Comandante del barco, Luis Carreras-Presa do Campo.
«Llevamos 97 años embarcando guardamarinas y lo afrontamos con tanta naturalidad que lo que hacemos es que aprendan las rutinas que tenemos de los años anteriores», explicó a su llegada al puerto de la capital de las islas Canarias, donde toda la tripulación disfruta ya de un merecido asueto.