Melancólica y enamoradiza
Melancólica y enamoradiza
Fue la última reina de Rumanía, y una figura rodeada de leyenda, conocida su vivacidad y su belleza. En las décadas de los veinte y los treinta del siglo pasado fue extremadamente popular. Era aclamada en sus viajes como una estrella, por su firme posición durante la I Guerra Mundial, a favor de los aliados y su trabajo incesante para ayudar. A los heridos.
De carácter fuerte e impetuoso, nunca dio la espalda a ningún desafío. Podía haber sido reina de Inglaterra, pero el trono que le estaba destinado era el de Rumanía. Era nieta de la reina Victoria y fue una de las figuras de la realeza más controvertidas de su época. Nació princesa María Alejandra Victoria de Edimburgo, el 29 de octubre de 1875, en la casa familiar de Eastwell Park, en Kent. Su padre era el príncipe Alfredo, duque de Edimburgo, el segundo hijo de la reina Victoria, y su madre la Gran Duquesa María Alexandrovna de Rusia, hija del zar Alejandro II de Rusia.
María era la segunda de cinco hermanos: Alfredo, Victoria Melita, Alejandra y Beatriz. En familia se la conocía como Missy. La familia pasó algunas temporadas en Malta, donde había sido enviado su padre. Más tarde, se instalaron en Coburgo, porque el príncipe Alfredo era el heredero del ducado de Sajonia-Coburgo. Su madre se marcó como objetivo, entonces, que sus hijos fueran más alemanes que británicos. Fueron confirmados en la fe luterana.
María tenía una relación de amistad muy estrecha con el que sería el futuro rey Jorge V de Inglaterra. Consideraron casarse, pero las madres de ambos, la duquesa de Edimburgo y la Princesa de Gales, estaban totalmente en contra. La fe ortodoxa de la duquesa de Edimburgo no permitía el matrimonio entre primos. Cuando Jorge hizo la propuesta de matrimonio, María, aleccionada por su madre, se vió obligada a rechazarla. Pero la lealtad entre ambos duró toda la vida.
Poco después, María se prometió con el príncipe heredero de Rumanía, Fernando Hozenzollern-Sigmaringen, un joven introvertido, amante de los libros. Era el heredero de su tío, el rey Carol I de Rumania. María, tenía 16 años, era una excelente amazona, le encantaban las fiestas y los bailes. La boda tuvo lugar el 10 de enero de 1893, en el castillo de Sigmaringen, en Prusia.
Se celebraron dos ceremonias, una protestante y otra católica. El matrimonio tuvo oficialmente seis hijos: Carol, Elisabeta, María, Nicolás, Ileana y Mircea. Pero los rumores fueron constantes sobre la verdadera paternidad de algunos de los príncipes.
El desencuentro entre los esposos fue evidente desde el principio. Fernando estaba enamorado de otra mujer, dama de compañía de su madre, la reina Isabel. El rey había mandado a ambas mujeres al exilio antes de la boda. Pero, María se encontró con una corte estricta, en un país anclado en la Edad Media.
El rey controlaba todos los detalles de la vida de los príncipes herederos. Para María aquella vida en el palacio de Bucarest, era sofocante. Cuando nació su primer hijo, Carol I se lo retiró, con el argumento de que era «demasiado británica y sincera». Entre la soledad y las infidelidades de su esposo, la vida de María se convirtió en un mar de melancolía.
Entonces empezaron los rumores sobre los amantes de la reina. Se habló del teniente Zizi Cantacuzene. Pero luego vendrían otros. En 1896, el rey Carol I cedió el castillo de Cotroceni a María y a Fernando para que tuvieran su propio hogar. Marie se dedicó a decorarlo con un estilo fantástico y barroco.
María pensó en divorciarse de Fernando, y se refugio en Coburgo, con su familia. Pero entonces se descubrió que María estaba embarazada y dio a luz una tercera hija, que parecía evidente que no era hija del príncipe. No se sabe si la niña murió o fue dada en adopción. Su marido no puso problemas a aquella situación y María regresó a Rumanía.
Sin embargo, los amores de María no cesaron. Cuando asistió a la coronación de Eduardo VI, en 1902, en Inglaterra, María trabó una relación con el heredero norteamericano Waldorf Astor. El se casó con Nancy Astor, pero la relación entre ellos siguió adelante durante años. Más tarde, se enamoró del príncipe Barbo Stirbey, que consideraba que su naturaleza y su inteligencia podían ser muy útiles en la intrincada vida política de Los Balcanes.
Fernando se convirtió en rey poco después del comienzo de la I Guerra Mundial. Fue María quien le convenció para que luchara con los aliados. Se entregó al trabajo caritativo y sirvió también como enfermera. Se convirtió en una figura adorada por sus súbditos.
Tras la guerra representó a Rumanía en la Conferencia de Paz de París. Sustituyó a la delegación rumana, que abandonó la mesa por la intransigencia del primer ministro francés. Se atribuye a la reina María el haber suavizado la situación y haber conseguido importantes beneficios para Rumanía, con la unión de Rumanía y Transilvania. Los franceses la aclamaban por las calles.
La coronación de Fernando y María tuvo lugar en 1922 en una lujosa y sofisticada ceremonia. María se convirtió, poco después a la fe ortodoxa, lo que la acercó todavía más al pueblo rumano. En los años siguientes, María viajó mucho, especialmente a Reino Unido y a Estados Unidos. Se había convertido en una celebridad. El rey Fernando murió en 1927.
Su hijo mayor, Carol, había renunciado al trono, así que fue coronado su nieto, Mijail. Solo tenía cinco años y se instauró un consejo de regencia, presidido por el hijo menor de María, Nicolás. Tres años después, Carol reclamó el trono, aunque finalmente abdicó, y Mihail regresó como rey. María se sintió distanciada de la corte. Se dedicó en sus últimos años a disfrutar de la compañía de sus nietos y escribió sus memorias. Murió el 18 de julio de 1938, en el castillo de Pelisor, en Rumania y está enterrada en la Catedral de Curtea de Arges.