Tímida y desdichada

La trágica vida de Olga de Grecia, abuela de la reina Sofía: soledad, exilio, asesinatos y una fabulosa colección de joyas

Olga de Grecia contó con un pasado difíciL en una corte desconocida para ella y con diferentes trágicos finales a lo largo de su vida.

Olga Constantinovna de Rusia. / archivo abc

Elena Castelló
Elena Castelló

Su vida fue una lucha constante contra la adversidad: la soledad, enfermedad, la muerte, el exilio, la persecución… Olga Constantinovna de Rusia perteneció a la familia Romanov . Había nacido en el palacio Pavlovsk, cerca de San Petersburgo, el 3 de septiembre de 1851. Era hija del Gran Duque Constantino Nicolayevich de Rusia (hijo del zar Nicolas I y hermano del zar Alejandro II) y de la princesa Alejandra de Saxe-Altenburg.

Tenía cinco hermanos: Nicholai, Vera, Constantino, Dimitri y Vyacheslav. Olga Konstantinovna se crío entre los palacios familiares de San Petersburgo y Crimea y también en Polonia, donde su padre fue destinado como virrey durante varios años. Se educó en casa, como era el uso de la realeza europea. Según las crónicas era una chica sencilla, de buen carácter y muy tímida, que podía estallar en lágrimas cuando su tutor le preguntaba las lecciones y no las recordaba.

Olga conoció a su futuro marido, el rey Jorge I de Grecia –que acababa de llegar al trono, el primer soberano de la casa Glucksburg– en 1863, con apenas 12 años. Fue durante un viaje de Jorge a Rusia para agradecer al zar su apoyo. El rey Jorge era un príncipe danés, hijo del rey Cristián IX de Dinamarca y de la princesa Luisa de Hesse-Kassel. Se volvieron a encontrar cuatro años más tarde y ella se enamoró perdidamente de él.

Olga de Grecia: vida de casada y adaptación a Rusia

Se casaron en el Palacio de Invierno, en San Petersburgo, el 27 de octubre de 1867. Olga acababa de cumplir 16 años y se convirtió en reina de Grecia. Sus regalos de boda comprendían una suntuosa colección de joyas, entre ellas varios collares «riviére» de diamantes, que fueron heredados por la princesa Olga de Yugoslavia, y las fabulosas «parures» de esmeraldas y rubíes, en forma de tocado ruso, que pasaron a formar parte del joyero de la familia real griega y que ha utilizado en numerosas ocasiones la reina Ana María de Grecia . El matrimonio tuvo ocho hijos: Constantino, Jorge, Alejandra, Nicolás, María, Olga, que murió en la infancia, Andrés y Cristóbal.

Ana María y Constantino de Grecia, en una imagen de archivo / getty

Olga no estaba preparada para ser reina, en un país extranjero que le era totalmente ajeno. Los primeros años fueron difíciles. Desde el principio intentó ganarse a sus nuevos súbditos con detalles como vestir un traje azul y blanco –los colores de la bandera helena– a su llegada a Atenas. Aprendió la lengua todo lo rápido que pudo. En un año ya sabía griego e inglés. Pero Olga procedía de una corte esplendorosa y la vida en Grecia era muy diferente, austera y aburrida en comparación.

La joven reina siguió estudiando con su institutriz, que la acompañó a Atenas. Poco después de su llegada, la encontraron llorando, agarrada a su oso de peluche, bajo una escalinata, sobrepasada por los numerosos actos oficiales preparados para su bienvenida.

Olga trató de adaptarse y se dedicó, sobre todo, a la educación de sus hijos y a las tareas caritativas. Fue una madre cariñosa y cercana, algo poco frecuente entre la realeza de la época. Se interesó por la historia y la arqueología griegas. Multiplicó los patronazgos a favor de los huérfanos y los sin techo, fundó varios hospitales militares entre ellos el Hospital de la Anunciación, en Atenas, y un hospital ruso para los soldados extranjeros.

Olga de Grecia. / GEtty

Fue la única mujer almirante de la Armada Imperial Rusa, título que le dieron por su matrimonio y como agradecimiento. Durante la guerra con Turquía, en 1897, y la de los Balcanes, en 1912, puso en marcha numerosos hospitales para cuidar a los heridos y la reina Victoria le otorgó la representación de la Cruz Roja.

Pero, a pesar de su dedicación a las obras sociales, fue origen de polémica en varias ocasiones. Patrocinó la publicación de una nueva biblia en griego moderno, algo que no fue autorizado por la Iglesia griega y que extendió las reclamaciones de excomunión para todo el que estuviera involucrado en el proyecto, incluyendo a la misma reina. Las copias que habían sido puestas en circulación fueron retiradas y el proyecto quedó olvidado. Pero el destino le tenía reservada una prueba mucho mayor que sus dificultades para integrarse en la cultura y la sociedad griegas.

Una vida desdichada y sin la ayuda de Grecia

El rey Jorge fue asesinado en Tesalónica, el 18 de marzo de 1913. Olga viajó a la ciudad para acompañar el féretro de su marido de vuelta a Atenas. A partir de entonces pasó la mayor parte de su tiempo en Rusia, aunque mantenía disponible un ala del palacio real de Atenas para ella. El estallido de la I Guerra Mundial la sorprendió en San Petersburgo, donde estableció un hospital de campaña para los soldados heridos.

Con la Revolución de Octubre, Olga vivió días de gran incertidumbre. Los bolcheviques se apoderaron del Palacio familiar de Pavlosk y le impidieron salir de Rusia. Grecia no podía ayudarla, porque atravesaba una grave crisis: tras la muerte del rey Jorge, su marido, el heredero Constantino I, su hijo, fue depuesto y tuvo que exiliarse, mientras accedía al trono su nieto, Alejandro. Finalmente, con la intervención del Gobierno danés consiguió abandonar Rusia sana y salva, y reunirse en Suiza con el resto de su familia, en 1919.

En 1920, el rey Alejandro murió de una septicemia aguda tras haber sido mordido por un mono en los jardines del palacio de Tatoi. El Gobierno, que impidió la presencia de su madre, la reina Sofía, sí autorizó a Olga que acompañara a su nieto en los últimos momentos de su vida. Alejandro falleció el 25 de octubre de 1920. La situación política en Grecia era muy inestable. El Gobierno le pidió a Olga que ejerciera de regente.

Un referéndum volvió a colocar en el trono a su hijo Constantino I, y Olga continuó como regente hasta que llegó a Atenas, el 19 de diciembre de 1920. Pero el rey abdicó tras un nuevo golpe, en septiembre de 1922, en su hijo Jorge II. Toda la familia real marchó al exilio, incluida la reina Olga. Se instalaron en Italia. La monarquía fue anulada 18 meses después, pero Olga fue el único miembro de la familia real al que seguían queriendo los griegos y el único que recibió una pensión del nuevo Gobierno.

Olga pasó el resto de sus años entre Inglaterra e Italia, con sus hijos Cristóbal y María, y en compañía de la familia real británica. Tuvo una gran amistad con la reina Alejandra, esposa del rey Eduardo VII y hermana de su marido, y con su sobrino, el rey Jorge V, abuelo de la reina Isabel II. Murió en Roma el 18 de junio de 1926. El Gobierno griego, como signo de respeto ofreció enterrarla en Atenas, pero la familia prefirió que descansara en la cripta de la Iglesia Rusa de Florencia, junto a su hijo Constantino I. Con la vuelta al trono de la familia real griega, fue enterrada de nuevo en el cementerio real del palacio de Tatoi.

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